No supo qué le entró en la cabeza y dijo que sí.
Charles Caruso si estaba atónito por su respuesta, no lo supo, porque su expresión era imperturbable. Sus ojos azules eran tan claros como fríos. No había emoción o chispa que indicara alguna alteración en su semblante. Se guardó para él sus pensamientos y le dijo que la querría ver mañana a primera hora del día en el East End. Regresó a la habitación sonando en medio de la estancia el ruido seco de cerrase la puerta.
Clarette inspiró y soltó el aire como si hubiera quitado un peso de encima. Sin embargo, no se sentía así. Pesarosa se dio la vuelta y le indicó a su doncella de volver a casa. No podía quitarse la sensación, durante en el trayecto, de que la estaba poniendo a prueba. El hecho de que le ofreciese el empleo cualificado para un hombre, la estaba desafiando, y más si llegase a enterar su familia, esta lo desaprobaría y la encerraría de por vida en la casa con el estigma de ser la vergüenza de la familia. Aunque, esto último no se había alejado mucho de sus espaldas.
El trabajo que le hubiera gustado era ser enfermera, no ser un secretario que se encargaría de la tarea de "atender" a los pacientes desde una mesa sin poder hacer algo de utilidad. Tenía que hacerlo, al menos, para demostrarle que podía ejercerlo y hacerlo bien. Nunca había leído algo relacionado de esa profesión. Los libros de su padre no había ninguno que tratara sobre ese asunto. No era "serio" ese oficio. Ni podía ayudarlo como llegó a ilusionarse.
A parte de cuestionarse si era un trabajo honorable o no, estaba el tema de su familia. Tenía que sortearla y hacer lo posible para ir. Jamás de los jamases se tendría que enterar. Es más, estaba su compromiso de por medio. Ahora sí, la tía de Erikson y el propio novio no querrían saber nada de ella si descubriesen su labor en el East End. Su reputación quedaría hecha añicos. Así que debía trabajar desde el anonimato y clandestinidad. Así estarían todos contentos y satisfechos.
Además, quería demostrarle que no era una cobarde. No se arrepentía de haberle dicho que sí sin pestañear. Aunque posiblemente, él le había ofrecido ese puesto, motivado por la venganza, ella daría lo mejor de sí misma. Le haría ver que se podía confiar en ella. Así podía sentirse un poco mejor. Si eso podía ser.
Miró por la ventana como el carruaje pasaba por las calles londinenses sin ningún cambio que se pudiese al ver a su alrededor. Seguía igual desde que se marchó esta mañana. Solo había una diferencia de esa mañana. Regresaba sabiendo que volvería al East End, vería a Charles Caruso y trabajaría para él.
***
Efectivamente, la estaba poniendo a prueba.
Caruso no creía que ella fuera capaz de aguantar el ambiente sórdido del East End. Era una dama desde los pies hasta la cabeza. No consideraba que pudiera soportar a gente que estaba acostumbrada a la violencia, al alcohol y al libertinaje. Así que le daba como prueba menos de una semana. Eso no se lo dijo, pero lo pensó. Quería ver cuánto podría llegar y no caer rendida.
También, le había dicho que fuera puntual. Bryanne le costaba levantarse por las mañanas, por eso, sus encuentros del pasado habían sido horas de la tarde. Podría pasar lo mismo con su hermana. Si era así, consideraría su retraso como una falta grave. Además, los pacientes llegaban antes de la hora. En la madrugada siempre había trifulcas que acababa más de uno herido. No era una sorpresa que antes de la siete había personas ya apostadas en la pared esperando que abriesen la consulta. Vería a la mañana siguiente si la señorita Rawson vendría o no. Si no llegase, les ahorraría a los dos quebraderos de cabeza.
¿Por qué le había ofrecido ese puesto?
Reconoce que tienes un humor retorcido y quieres vengarte.
Ignoró el último pensamiento, ya que posiblemente se había acercado a una verdad que no quería reconocer. Si lo reconocía, quizás, debería aceptar que aún no había olvidado a Bryanne.
***
Antes de inventarse una excusa creíble y enfrentarse a su madre sobre sus futuras ausencias en los siguientes días, tuvo que acompañar a su madre a visitar a su hermana. No podía decirse que era demasiado lejos donde vivía, aunque sí tomaba un tiempo considerable en ir y volver. Las visitas a su hermana siempre eran de corta duración. Después de lo sucedido, su relación nunca volvió a ser la misma. Eso era responsabilidad entera de ella.
Vio a su madre, lady Rawson, tan tranquila. Sin nunca imaginarse la situación en la que sus dos hijas estaban. Nunca le había preguntado el porqué no conversaban más allá de los temas intranscendentales. Quizás, se habría acostumbrado o la ignorancia, a veces, era lo mejor.
Llegaron a la casa de lady Olsen. Estaba un poco apartada del centro de Londres, casi pegando más a la zona del norte que del sur. Su madre bajó del carruaje. Ella hizo lo mismo, no sin antes, de sentir un poco de aprehensión en las carnes. Esa visita sería una de las más complicadas porque Bryanne estaría enterada de la llegada y presencia de Caruso en la ciudad. Solo había una razón que la mantenía apartada de los eventos sociales. Había dado luz hacía tres semanas. Llegando a la familia Rawson y Olsen, una pequeñita bebé de cabellos rubios. Ese era el principal motivo porque aún su hermana no había estado presente en las fiestas. Se estaba recuperando del parto. Era el primer bebé que el matrimonio tenía.