No fue planeado.
Las circunstancias de los hechos ocurridos que conllevaron a la traición fueron fortuitos por el destino. Excepto el engaño, que fue provocado por un impulso. Un mal pensamiento, por siguiente, una mala decisión que afectó a más de uno. No de la mejor manera.
Clarette podía recordarlo como si fuera ayer lo que había vivido. Con viva nitidez y los sentimientos en carne viva.
Hacía siete años...
En la casa del duque y de la duquesa Werrington, que tenía en Londres, se celebraba un evento social importante, que siempre se hacía anualmente. Esa fiesta era organizada para recaudar fondos mientras los invitados donaban y se divertían. En ese año como otros años anteriores se hacía una fiesta de disfraces. Parecía ser que la costumbre no iba a desaparecer tan fácilmente.
La familia Rawson llegó a la casa junto con otros invitados que iban disfrazados al igual que ellos. Lady Rawson estaba disfrazada por un vestido que imitaba a un pavo real, su marido a un lord de la regencia con la característica de la peluca empolvada. Las hijas del matrimonio iban vestidas de forma diferente. Bryanne eligió un vestido blanco virginal acorde con su antifaz , y su hermana gemela con un vestido verde oscuro. Era la primera vez que añadía algo de color en sus vestidos. La ocasión lo requería y esperaba disfrutar.
Su ilusión de bailar con Charles se esfumó al no verlo entre el gentío. Parecía ser que Bryanne no estaba preocupada por él. Directamente, se fue hacia sus amigas que estaban en un rincón. Antes de ir a la fiesta, se habían dicho los disfraces, y así, llegado el momento reunirse sin problemas. En cambio, ella se quedó sola con sus padres, rezagada. Intentó mantener una actitud pasible y serena que no mostrara mucho sus verdaderos sentimientos. Casi lo consiguió. Hubo un momento que sus ojos brillaron cuando vio al joven Caruso hacia ella. Pudo identificarlo por su pelo rojizo y castaño despeinado, por su porte y andar. Iba disfrazado como un mosquetero. Le embargó una felicidad cuando él se acercó. Sin embargo, su corazón bajó a sus pies cuando él pronunció el nombre de su amada.
— Bryanne — bajó la voz para que solo lo escuchara ella y no sus padres, que estaban cerca —. Te estaba buscando.
El hecho que tomara brevemente su mano provocó en ella mil vuelcos de su estómago, encendiéndola por completo. Un gesto de él había hecho que temblara y se sintiera mareada. Pero en su pecho, hubo otra sensación. Más dolorosa e intensa. Se llevó una palma en esa zona intentando que el dolor se esfumara.
Con todo el dolor que sentía, apartó la otra mano que él le tenía cogida, alejándose de su tacto y calidez, y la apretó como un puño en su costado. El joven frunció el ceño ante su gesto, que no le pasó desapercibido.
— No soy Bryanne, Caruso — retrocedió un paso queriendo no sentir lo que estaba sintiendo. ¡Cuánto dolía!
— Perdóname — sonrió avergonzado, y la sensación se intensificó hasta casi ahogarla —. Pensé que podría reconocer a su hermana. No me he dado cuenta — señaló su antifaz —. ¿Sabe dónde está?
Claro, sus gafas. Estaban debajo de su antifaz y el color verde oscuro casi disimulaba que no las llevaba puestas.
La pregunta fue una estocada.
— No lo sé — respondió con sequedad, más de lo normal.
— Bien, la buscaré. ¿Le podrá decir que la estoy buscando?
— Sí, lo haré — aceptó sin mucho entusiasmo.
Él se despidió con un gesto de la cabeza y se giró sobre sus pasos. No tardaría en encontrar a su hermana. Como sus padres se habían desentendido de ella, se habían ido a estar con sus amigos y ella vio la oportunidad de irse un rato hacia los jardines, donde estaría en soledad. Las ganas de disfrutar se habían todo por la borda.
***
No supo el tiempo que había estado afuera. Pero cuando regresó su hermana la interceptó. La vio llorando y con el vestido manchado. Ella no entendió sus lágrimas hasta que le dijo:
— Clarette, ¡qué bien que te encuentro! Necesito que me cambies el vestido por el tuyo. Alguien torpe ha chocado conmigo y me ha llenado de ponche el escote del vestido. ¡Está horrible! Nadie de los invitados me tiene que ver así. ¡Por favor!
Una parte de ella quería negarse. Siempre complacía a los caprichos de su hermana; por otro lado, la otra parte que estaba acostumbrada a hacerlo fue más fuerte que el hecho de poder negarse.
Asintió y se mordió el labio combatiendo contra el sabor agridulce que le vino a la garganta.
—¡Clare eres la mejor! No sabes la importancia que esto es para mí. No te preocupes, te devolveré el favor — acto seguido la abrazó y dejó de llorar, apareciendo en sus labios, una encantadora sonrisa.
Tanto las palabras de su hermana como el abrazo cayeron sobre ella vacíos. ¿Cuándo no estaría a la sombra de su hermana?