Viernes, 15 de marzo
18:10 pm
Al fin ya era viernes.
La semana había pasado muy lenta para mi gusto y el colegio fue un dolor de cabeza. Lo único bueno fue volver a pasar tiempo con mis amigos. Y las horas con el profesor de historia, Arian Campos, que era el hermano de Alexandra, una de mis amigas más cercanas. Además, era uno de los mejores profesores que existían. A su corta edad de veinticuatro años, se había ganado el cariño de la mayoría de sus alumnos y de los demás docentes por su forma de ser y de impartir sus clases.
Me encontraba en el patio de mi casa. Era pequeña en comparación con mi antigua casa, aquella a la que llegamos cuando recién llegábamos a este pueblo. Luego de la desaparición de Sabrina nos mudamos a una nueva. Era linda. Me gustaba y no tenía malos recuerdos.
Estaba sentada debajo de un árbol, leyendo "La profecía del cuervo", era el primer libro de una saga y estaba resultando ser una buena lectura. Y Gansey, uno de los personajes principales, había comenzado a ganarse mi corazón. Iba por una parte demasiado interesante cuando mi papá salió de la casa y se dirigió hacia mí, mientras hablaba con el celular en su oreja.
−Bien, yo le digo. Gracias. -Le dijo a la persona con la que estaba hablando. Cortó la llamada y me miró−. Me acaba de llamar Belén, dice que te prepares para las diez de la noche que te pasará a buscar, al parecer hoy salen de fiesta y no nos has dicho nada. −Contó, con una ceja alzada.
−No es una fiesta, solo nos vamos a juntar a mirar películas con los chicos. Y no dije nada porque no tenía pensado asistir.
− ¿Por qué no tenías pensado ir? -Se sentó junto a mí.
−No estoy con ánimos.
−Pues vas a ir y con tu madre iremos a cenar afuera... −Empezó a decir, pero le corté antes de que siguiera hablando.
−Pero... −Me interrumpió él esta vez.
−Sin peros, iras y punto. -Me sonrió y besó mi frente antes de levantarse y caminar hacia la puerta de la casa. Resoplé y puse los ojos en blanco.
Si hay algo que ambos, mis padres, habían hecho esos últimos años, es hacer que me juntara con mis amigos para hacer diferentes actividades. A veces, como en ese momento, me obligaban a ir. Aunque al final lo terminaba pasando bien.
Y esa noche no creía que fuera la excepción; nos reunimos los mellizos, Alexandra, Theodore, quien era el mejor amigo de Brendan, Facundo, Catalina y yo a mirar unas películas. Es algo que solíamos hacer muy seguido, ya que a todos nos gustaba mirar películas. Y creo que Arian, el profesor, también estaría, al ser el hermano de Alex vivía con ella y sus padres y resulta que ese día nos juntaríamos en su casa.
Dejé de leer el libro y me levanté del pasto. Caminé hacia la casa, abrí la puerta y entré; lo primero que vi fue a mamá, estaba metiendo algo en el horno.
− ¿Qué hacías? −Le pregunté.
−Metí una tarta de manzana, me estaba fijando cuanto le falta para poder sacarla. −Me respondió y se pasó una mano por el pelo−. ¿Por qué pones esa cara? -Me cuestiono al ver la cara de asco que ponía.
−No me gusta y lo sabes. Es tan asquerosa... con todo ese caramelo que lleva. −Saqué la lengua fingiendo hacer una arcada.
Ella sacudió la cabeza con una sonrisa, mientras yo empezaba a caminar, saliendo de la cocina.
−Nunca entenderé porque no te gusta. -La escuché decir antes de salir e ir a mi cuarto.
− ¡Porque es simplemente asquerosa! −Le grité de vuelta riendo.
Una vez en mi cuarto, me tiré en la cama y cerré los ojos.
Luego de un rato los abrí de golpe cuando comencé a sentir olor a quemado. Debe ser la tarta, pensé, pues también había mucho olor a manzana.
No es que no me gustase la manzana, si me gustaba, de hecho siempre fue de mis frutas preferidas, lo que no me gustaba es que la pusieran en una tarta; la textura que obtenía era bien fea y el sabor que quedaba en la masa era horrible, ni hablar del olor a fruta quemada que quedó en toda la casa, simplemente repugnante.
21:55 pm
Había llegado la noche y eran las diez menos cinco según el reloj que se encontraba en el comedor, yo estaba lista para ir a la casa de Alexandra, solo faltaba que Belén y Brendan me pasaran a buscar. Cuando el reloj marcó las diez se escuchó una bocina en la calle, venía del auto de Liam, algunas veces permitía que Brendan lo usara. Salí de mi casa y cerré la puerta con mis llaves, mis padres no se encontraban en ella desde hacía una hora atrás. Me subí en el auto y saludé a los mellizos.
−Hola, que puntuales. -Les mencioné con una sonrisa.
−Sabes que es algo característico en nosotros. −Respondieron al mismo tiempo, luego nos miramos y soltamos una pequeña risa. No solían hablar a la vez, pero cuando lo hacían, resultaba gracioso.
Al llegar a la casa de los Campos, nos bajamos del auto, para luego dirigirnos a la puerta y golpearla. Theo nos abrió con una bolsa de papas fritas en la mano.
−Al fin llegan. -Nos dijo mientras chocaba los puños con Brendan.
Entramos en la casa y saludamos a los demás, la única que no se encontraba era Catalina. Al parecer Belu también lo notó, ya que preguntó por ella.
− ¿Dónde está Cata? Dijo que esta vez sí vendría. -En su voz pude notar cierta molestia.
−Mi rubia tuvo que viajar, parece ser que este fin de semana le toca quedarse en Blaquier con su mamá. -Contestó Facundo, que era su novio, aplastándose su corto cabello con la mano. Los padres de Cata estaban divorciados y al vivir cada uno en diferentes pueblos, ella iba y venía de un lado para otro.
Belén soltó un bufido y rodó los ojos, para luego burlarse de nuestro amigo por decir "mi rubia", con la que nunca logró llevarse muy bien, tenía la leve sospecha de que se debía a que a la pelirroja siempre le había gustado Facundo, desde niños.
Después de eso encargamos varias pizzas y comenzamos un debate sobre cuáles películas ver.