Capítulo 31
16:30 pm
La puerta de mi habitación se abrió con cautela, revelando la figura de mi mejor amiga, Belén. Su mirada reflejaba una mezcla de preocupación y comprensión mientras se acercaba.
– Selena, ¿puedo hablar con vos? –preguntó, cerrando la puerta detrás de ella.
Asentí, indicándole que se sentara en la cama. El silencio se interponía entre nosotras, cargado con la pesadez de lo que no se decía. Belén rompió la quietud con un suspiro.
– He estado notando que las cosas están realmente tensas en casa. ¿Quieres hablar al respecto? –dijo con suavidad, buscando mis ojos en busca de alguna señal.
Dejé escapar un suspiro, sintiendo el nudo en mi garganta.
–Todo se ha vuelto un caos desde que descubrimos la verdad sobre Sabrina. Mis padres... siento que ya no los conozco.
Belén asintió con empatía.
– Es difícil lidiar con secretos familiares. Pero, a veces, la verdad puede ser liberadora, aunque duela al principio.
– Lo sé, pero no puedo dejar de sentir que la confianza se rompió. –confesé, jugueteando con un mechón de cabello–. Y encima... No sé en quién confiar.
Belén tomó mi mano con gesto reconfortante.
–No estás sola en esto, Selena. Puedes contar conmigo. Juntas encontraremos una manera de superar todo esto.
Agradecí su apoyo con una sonrisa débil. Sabía que Belén estaba allí para mí, pero el peso de las revelaciones y la incertidumbre del futuro seguían pesando sobre mis hombros. En el confín de la confusión, ella era una de mis anclas, una voz que me recordaba que, incluso en medio de las sombras, la amistad podía iluminar el camino hacia adelante.
Hablamos un rato más y decidimos salir de casa, quedamos con los demás en encontrarnos en la plaza y tomar mates.
Una vez allí la tarde caía en tonos cálidos sobre nosotros. Brendan, Belén, Alez, Facu y yo compartimos risas intentando ser normales aún con la sombra de la tragedia que nos había sacudido.
Me había levantado para ir a comprar unos snacks cuando comencé a sentirme abrumada, y mientras me acercaba a ellos con paso decidido, la preocupación pintaba mi rostro. Brendan notó mi expresión antes de que pudiera decir una palabra y dejó de reír, su mirada reflejaba comprensión y preocupación.
—¿Selena, qué pasa? —preguntó Brendan, levantando una ceja.
Miré al grupo, asegurándome de que todos estuvieran presentes antes de comenzar a expresar mis inquietudes.
—Chicos, sé que hemos pasado por mucho últimamente, pero hay algo que me está preocupando. —Mi voz temblaba ligeramente, pero sabía que debía compartir mis inquietudes—. Tengo miedo de que alguien más pueda resultar herido.
Silencio. Una sombra de gravedad se posó sobre el grupo, y las risas se desvanecieron, reemplazadas por miradas preocupadas. Belén, siempre intuitiva, rompió el silencio.
—Selena, ¿crees que estamos en peligro?
Asentí con tristeza. La carga de la verdad pesaba en mis palabras.
—No lo sé con certeza, pero no quiero arriesgar a ninguno de ustedes. —Mis ojos buscaron los suyos, tratando de transmitir la seriedad de la situación.
Brendan, con expresión decidida, tomó la palabra.
—-Entonces, ¿qué podemos hacer al respecto? ¿Cómo enfrentamos esto?
Las ideas comenzaron a fluir en la conversación. Hablamos de informar a la policía ante cualquier cosa que nos pareciera fuera de lugar, de ser más cautelosos en nuestras rutinas diarias y de estar alerta ante cualquier señal de peligro. La sombra del acosador había tejido una red de miedo a nuestro alrededor, pero estábamos decididos a no ceder ante ella.
La noche cayó sobre nosotros mientras continuábamos discutiendo estrategias para protegernos y mantenernos unidos. A pesar de la gravedad de la situación, la unión del grupo y la determinación de enfrentar la amenaza nos brindaron un rayo de esperanza en medio del caos.
Al despedirnos, la incertidumbre del futuro se cernía sobre nosotros, pero al menos no estábamos solos en esta lucha.