Saliendo de casa

Tomo aire profundamente...

Suspiro...

Cierro los ojos...

los vuelvo a abrir...¡NO PUEDO VER!

¡Todo está oscuro pero mis ojos abiertos!

La desesperación me invade, llamar a alguien ¡Claro! Busco mi celular en el bolsillo de mi cartera, revuelvo dentro sin hallarlo, lo deje en casa, sobre la mesa del comedor, salí tan apurada que lo olvidé. 

¿Que hago? Volveré a casa.

Estoy a dos cuadras y llego a casa, comienzo a caminar despacio, pero no dejo de dar torpes pasos tomándome de algun apoyo seguro...

Mis piernas se aflojan y tiemblan...

Sigo caminando tropezando con personas apuradas que no se percatan de mi ceguera...

Alcanzo la pared fría, me conduzco con ella, piso en falso y mi pie se tuerce, doy un grito como si alguien pudiera oirme, el dolor exprime unas lágrimas de mis ojos, me autoconsuelo y continuo caminando pero ahora rengueando. Se termina la pared, llegué a la esquina, debo cruzar, recuerdo el semáforo para ciegos, espero el sonido que me autoriza a cruzar, cruzo con miedo de que algún auto no respete el semáforo en rojo, logré sobrevivir al cruzar la calle, me queda una cuadra más y en la próxima esquina llego a casa.

Siento una gota caer en mi mejilla, otra en mi brazo, cabeza, se vuelve copiosa, se desata un diluvio, me empapo de pies a cabeza, pero continuo caminando, ciega, con un pie torcido y mojada.

Llego a la puerta de mi casa, busco las llaves, con mis manos busco la abertura de la cerradura y tengo 3 llaves para descubrir la correcta, como era de suponer la primer llave no era la correcta, intento con la siguiente y tampoco es, me queda un intento más, esta es la correcta abro la puerta... y un ¡pi, pi, pi! ¡Me despierta! Es la alarma de mi despertador sonando a lo lejos, son 7 a.m es hora de ir a trabajar y estoy parada al lado de mesa del comedor con el celular en la mano... ¡Definitivamente debo tratar mi sonambulismo!

Claudia Viviana Molina