No seré tuya #4

Capítulo 22

 

Alice se despertó esa mañana con una sonrisa dichosa en los labios a pesar que no le gustaba mucho el día de su cumpleaños, y podía hasta decir que no era su día favorito. Sin embargo, ese día era diferente al de los años anteriores por tres motivos esenciales:

El primero no estaba en la calle mendigando por un trozo de pan o robando.

El segundo no estaba en el internado y ya no había profesor de por medio.

El tercero y el más importante estaba con su familia para celebrarlo.

 Aunque no quería pensar mucho en ello, ya que se había obligado esas semanas a sí misma no estar en las nubes, no sentir, no emocionarse con cualquier cosa relacionada con el duque... Una especie de calorcillo le recorrió por su cuerpo al recordar que anoche, tras haberse desvelado, haber bajado a la biblioteca para esperar la llegada de cierto hombre, el mismo que había intentado no ser consciente de su presencia, la había llevado en brazos hasta su cama.

¡Le había felicitado el primero por su cumpleaños!, gritó en su mente feliz mientras se tapaba el rostro sonrojado por la vergüenza. 

Reconocía que se había comportado de manera arisca e indiferente en esas semanas pasadas, y eso quizás, había hecho que la distancia entre ellos fuera más grande y lejana. Incluso, había pasado más tiempo fuera de la casa para evitarlo. Esa distancia había hecho mella en ella aunque se lo había callado porque era una experta en ocultar el sufrimiento de uno mismo. Por eso, cuando aún se caía del sueño, esperándolo a ver si llegaba de su salida a"no sé dónde", y lo vio enfrente de ella, su corazón revivió como las llamas que estaban casi apagadas, volviendo con más fuerza que antes.

Un golpe en la puerta interrumpió sus pensamientos. Aunque por un instante su mente le jugó una mala pasada, imaginándose que podría ser otra persona. Sin embargo, tres cabezas se asomaron por la puerta. Una más pequeña que las otras dos. 

No era él, rezó para que sus mejillas no se ruborizaran y hicieran sospechar a su familia.

  — Buenos días, Ally — entró Diane junto con la niñera que llevaba a la bebé Ella en brazos —. Tu hermana y yo queríamos felicitarte. 

Se levantó de la cama casi de un salto, guardó sus pensamientos sobre el duque para otro momento, y abrazó con cuidado a su madre y luego a su hermana, que estaba dando palmas con sus manitas pequeñas.

— Gracias — besó las mejillas rosadas de su hermana que se rio.

— Ally, Ally.

— ¿Y padre? — preguntó Alice al percatarse de su ausencia.

— Aquí estoy — Dante apareció con una caja grande en sus brazos —. ¿No te pensarías que no iba a felicitarte? Charles aún sigue durmiendo, lo hemos querido despertar pero más bien nos ha gruñido cuando hemos ido a verle. Luego vendrá.

Alice sintió el empuje de las lágrimas y, aunque quiso evitarlas, derramó unas cuantas de pura felicidad. Su padre dejó la caja en la cama y le dio un abrazo paternal, que envolvió a las dos. 

— Ally este será el primer cumpleaños de muchos que celebraremos — se volvió hacia Diane que la cogió de la mano  —. Años atrás no pudimos porque estabas en el internado pero ahora estás con nosotros. ¡Felicidades, pequeña!

Dejó a Ella con la niñera y se dispuso abrir el regalo que le hicieron tanto Diane como Dante. Sacó de esa caja un vestido precioso de un color rosa pastel. También, tenía un escote de corazón y mucho vuelo en la falda del vestido. Era un vestido digno de una princesa.

— Oh, gracias — el vestido era precioso —. Me encanta.

Dante se acercó a la caja, debajo donde había estado el vestido, sacó una cajita más pequeña que estaba escondida.

 — El vestido, es un regalo de tu madre y mío. Este, es de Charles que lo compró aconsejado por tu tía y tu madre.

Justo en ese instante su hermano apareció con cara de sueño. 

— ¿Llego tarde?— bostezó sin poderlo evitar —. Perdón.

— No, tonto — le replicó Alice dejando el vestido aún lado, cogió la cajita  y se la tendió a su hermano —. Has llegado en el momento indicado para darme tu regalo.

Charles sonrió con cierto sonrojo en sus mejillas.

— Espero que te guste, Ally — su hermana la cogió y sacó una pulserita de plata con pequeñas esmeraldas engarzadas.

  — Gracias, hermanito. Me gusta mucho — Charles hizo una mueca pero luego sonrió feliz porque le había gustado. 

— Vamos a abajo a desayunar. El resto de la familia nos está esperando y deseando felicitarte.

— Id vosotros primero. Aún me tengo que vestir — dijo Alice guardando los regalos con cuidado —. No tardaré.

  — Nos vemos abajo — dijo Dante.

Todos menos ella salieron de la habitación. 




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