Estaba descubriendo que cada mañana que se despertaba a su lado era un placer indescriptible y maravilloso. Y más si venía con un dulce "buenos días" que su marido le dedicaba de una manera muy especial. De esa manera que a una hacía encoger los dedos de los pies en el colchón y soltar más de un suspiro de deleite y gozo. No lo cambiaría ni por todo el oro del mundo. Tenía que confesar que era uno de sus momentos favoritos. Había otros, no hacía falta mencionarlos. Se los guardaba para ella y su corazón, que brincaba con alegría.
¿Quién le diría años atrás que el hombre a quien había robado se convertiría en su marido? ¿El duque odioso y frío que conoció?
Alzó la cabeza hacia el cielo y la brisa jugueteó con sus mechones de color miel que se habían soltado de su trenza. Abrió y extendió los brazos en el aire, en un intento tonto de sentirse como un pájaro. Podía sentirse como un pájaro. Feliz y libre. Sintió el cosquilleo del viento recorriendo por sus dedos y su cuerpo.
Pegó un grito y se sujetó a la barandilla del barco cuando su travieso marido, el duque Werrington, la cogió de la cintura sin previo aviso. Se giró escuchando la ligera risa de él por su grito y sobresalto.
—Mis sustos no tienen risa —fingió regañarle y le dio un leve golpe en su brazo —. ¿Cómo se atreve?
No lo tuteó. Le gustaba dirigirse a él en tercera persona.
Él entrecerró la mirada asomándose el brillo de la risa en sus ojos. A la luz del día sus ojos azules eran como el mar azul. Muy intensos y cristalinos. Podría quedarse mirándolo todo el día y no se quejaría por ello.
—Me atrevo porque soy su marido - ella contuvo una sonrisa —. Además, la veía tan a gusto que me lo puso fácil asustarla.
—Es increíble. ¿Soy fácil de asustar? —enarcó una ceja y apoyó sus manos en su torso.
— Eso no lo he dicho — osó a inclinarse sobre su cuello y le dio un escalofrío.
—Werrington, no puede.
Él se apartó con un resoplido y miró por encima del hombro. En la cubierta había más personas desconocidas y parejas que no eran tan cariñosos como ellos. Su mirada regresó a ella que tenía las mejillas arreboladas.
—Está bien — le dio un beso rápido arriesgándose a otro golpecito de su mujer, así fue, le dio un toque de nada. Como si hubiera sido la acaricia de una pluma. Se apartó y caminó hacia atrás .— La veré más tarde. Pronto, el barco atracará en puerto.
Casi le dio la risa cuando casi él chocó con una pareja y él los saludó con el sombrero como si no hubiera pasado nada. Se giró caminando normal. Ella se volvió hacia el mar. Regresaban a casa después de unos meses estando de luna de miel. Habían recorrido algunas ciudades de Italia como Verona, Venecia y Roma. En ese viaje, había descubierto nuevas facetas de su marido. No era tan frío, severo y formal como a veces mostraba cuando tomaba su papel de duque. Era culto, serio, pero no tanto y le gustaba escuchar. También, había otras partes del día que era Julian, cariños, atento y generoso. Hasta era divertido y juguetón. Tal como pudo entrever en la mañana que él le propuso la carrera en los terrenos de Devonshire. Otras veces, aunque él no lo admitiría en voz alta, se comportaba como un niño pequeño. Por ejemplo, cuando estaba leyendo y no le hacía caso, él hacía cualquier cosa para llamar su atención. Bien que lo hacía. Recordó ampliando la sonrisa y apretando los dedos en contra de sus labios.
¿Qué podía ir mal?
No podía evitar que se colara en su cuerpo briznas de miedo, esas pequeñas sensaciones que entraban sin previo aviso y agobiaban hasta sentir casi la asfixia. Presentía que alguien estaría detrás de una puerta, pero no para darle un susto como había hecho su marido. No. Sino para arrebatarle con sus garras la felicidad que estaba sintiendo. No tenía por qué temer. Sin embargo...
Aunque su marido la amaba cada noche y cada día, no le había dicho "te amo". No debería preocuparse por ello porque él se lo demostraba con sus gestos. Solamente se preguntaba, una duda muy tonta, si había alguien que estaría ocupando todavía el corazón de Julian.
¿Si había algún fantasma de un antiguo amor que pudiese estar en él y eso le paralizaba a decir esas dos palabras?
Fueron a Devonshire porque habían decidido en regresar y no estar presentes en los eventos sociales de Londres. La ciudad londinense tenía que esperar. Los dos preferían estar en casa y con la familia en vez de asistir a todas las fiestas. Además, Ally tenía muchas ganas de estar con los suyos. Le faltaba por ver a su madre adoptiva, Diane, que no había estado en la ceremonia de su boda. Sabía que no había ido porque estaba embarazada y cualquier exaltación podría haberle afectado y perjudicado en su embarazo. Por fin había dado a luz. Tenía una infinita ilusión de ver al bebé recién nacido. Según en la última carta, que había recibido por parte de ellos, les hacía saber que había nacido otra niña, a quien le habían puesto el nombre de Sophie. Tanto como la madre y ella estaban bien. Por otro lado, el hecho de saber que había un nuevo miembro en la familia, le hacía desear tener un hijo de Julian. Lo ansiaba muchísimo, incluso en sus sueños apareció un niño con rizos rubios y los ojos azules. Una miniatura de él. Aun no se lo había planteado pero lo haría pronto. Esperaba que él tuviera el mismo sentimiento. Sus anhelos fueron interrumpidos cuando el protagonista de ellos, le preguntó: