De camino hacia afuera del hospital me topo con una chica que me pregunta por María y le digo que vaya a la sala de espera, supongo que la señora Valeria la conoce.
Me frustra no poder encontrarla, los hombres en la puerta no tienen idea de a donde se ha ido, empiezo a buscar en el estacionamiento pero nada.
Cuando vengo de regreso, veo a los reporteros en una ronda, y no me cabe de otra que pensar que es a ella a quien tienen acorralada.
—Maldita sea, no tienen algo mejor que hacer —gruño molesto.
Odio a los reporteros, son mi peor enemigo, nunca me les he dado la oportunidad de interrogarme, opino que mi vida no es de su incumbencia.
Avanzo dando zancadas, y utilizo mis brazos para abrir paso entre ellos y sacarla de ahí.
—Déjenla en paz —les espeto molesto, al ver que siguen con sus estúpidas preguntas.
Miro a María quien está muda, presiento que en algún momento le va a dar algo.
Y es justo lo que pasa a continuación, se desmaya, la cargo y me alejo de todas esas exasperantes personas.
Cuando entro al hospital, el señor Alejandro corre a tomar a su hija entre mis brazos, los doctores no tardan en aparecer y llevarla a una habitación.
Me apoyo de espaldas a la pared, y miro mi muñeca para verla la hora. Son las nueve de la noche, han pasado dos horas desde que le avisé y cuatro horas desde que dieron por muerto a mi hermano.
Valeria la madre de María literalmente obliga a mis padres a ir a comer, ya no tenemos nada que hacer aquí literalmente, pero quieren asegurarse de que ella esté bien.
Ya por mi hermano nada podemos hacer.
«Al menos despídete de mí»
Recuerdo sus gritos, sacudo la cabeza para alejar esos pensamientos.
Ésta vez ella no tarda mucho en despertar pero terminan sedándola, no entiendo porque me aprieta el pecho escucharla llorar, gritar y sufrir de esa manera, tal vez porque sé que mi hermano daría todo por aliviarla y yo no puedo hacer nada.
El doctor nos da opción de pasar a verla si queremos, la chica a mi lado lo duda y yo no me inmuto.
—¿Puedes…?
Asiento antes de que me señale la habitación, de todos modos quiero verla.
—Es por si…
—Entiendo, ya me di cuenta que es capaz de hacer una locura —aclaro dando la iniciativa.
—Ella… —su voz se corta.
—Lo ama tanto como él a ella —afirmo porque ya no hay duda, es la pura verdad.
Abro la puerta con miedo, para mi sorpresa ella está despierta, y sus ojos se encuentran rápidamente con los míos. Su rostro es de asombro, y me lleno de rabia al sentir que ella lo ve en mí, no me gusta la idea de que ella lo vea en mí, eso tal vez sólo haga que su dolor nunca termine.
Somos como el fósforo y la gasolina, juntos somos fuego y eso no es bueno, no podemos estar en el mismo lugar porque yo le recordaré a él, y ella a mí, los sueños de mi hermano, uno de ellos el poder casarse con ella.
—Mary…
—Carmen —murmura entre cortada y abre loa brazos para recibir a su amiga.
Sus dedos aprietan la camiseta que trae puesta su amiga, los sollozos no se hacen esperar. Me pregunto cuando cesará ése llanto, no quiero ni pensar en eso.
Yo ya tengo suficiente con mi familia, que ahora está incompleta.
Mis padres y los de ella llegan minutos después, su madre le ruega que coma pero ella no acepta nada, contrario a eso pide estar sola, su amiga pide acompañarla pero ella aclara que no quiere ver a nadie.
—¿Qué sucedió?—pregunta la morena rompiendo el silencio. —. Díganme que fue un accidente porque sino ya perdimos a Mary.
Me quedo pensativo con la declaración de la morena, y tiene razón, si mi madre está en lo correcto, dudo muchísimo que con lo dolida que está ella, no piense en tomar venganza. Yo no tengo nada que pensar, si esto no fue un accidente sea quién sea, pagará muy caro la muerte de mi hermano.
—Estuve hablando con el oficial, aún no hay nada seguro pero parece que alguien quitó los frenos al auto —explica Alejandro. —. Mañana tendremos el informe completo.
Él y mi padre se dan una mirada y entiendo perfectamente lo que se están comunicando con la mirada.
Los sollozos de la chica dentro de la habitación me vuelven a la realidad. Algo me impulsa a entrar y no desobedezco, entro a la habitación sin hablarle a los demás.
Cierro la puerta de golpe para correr hacia la castaña.
—¿Qué demonios crees que haces?—suelta un quejido por mi fuerte agarre a su muñecas.
El pedazo de vidrio que sostenía cae al suelo.
—No te importa —jadea respirando con dificultad.
—Mírame —tiro de sus muñecas hacia abajo. —. ¡Mírame! —la obligo a mirarme a los ojos. —. Mi hermano era capaz de dar su vida por ti, y supongo que nadie mejor que tú lo sabe, y creo que lo que menos deberías hacer es esto, vive por él, ¿crees que a él le gustaría esto? ¿Quieres causarle más dolor a mis padres?
Cierra los ojos dejando caer más lágrimas, eso sonó egoísta, sólo pienso en nuestro dolor y no en el de ella. Siempre termino lastimándola más con mis palabras, es como dos partes de mí, una que no puede verla sufrir, y otra que no la puede tener cerca.
No veo que más hacer que abrazarla, con todas mis fuerzas.
—Mi hermano me une a ti, no soy él, pero me siento en su lugar cuando te veo sufrir, porque sé que si sufres él también.
Sus manos aprietan mi camisa con fuerza mientras llora, toco su cabello subiendo mi mano abajo y hacia arriba. Tengo miedo de esa extraña sensación que me hace sentir, no quiero tener ninguna conexión con ella, aunque sé que por medio de mi hermano estaremos siempre conectados.
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Editado: 25.09.2024