POV: ANTONY.
Jamás había planeado tener una familia, casarme ni nada por el estilo, pues siempre estaba exclusivamente para la empresa, y extrañamente estoy empezando a sentir la necesidad de hacer mi vida, irónicamente luego de haberme casado con ella.
Ahora que es imposible empiezo a soñar con eso.
Tengo veintisiete años, y la muerte de mi hermano me ha hecho sentir que debo disfrutar mi vida al máximo, y no dejar las cosas que puedo hacer hoy para mañana.
Han pasado tan sólo dos semanas desde la boda, y la melodía de mis noches ha sido escucharla llorar. Lo único que ha hecho es decirme que no le gusta la idea de tener un guardaespaldas a todos lados pero usé mis trucos de convención, aunque a regañadientes aceptó.
Era más que claro que ella era una mujer muy difícil de doblegar.
—Ya no sé que hacer mamá, siento que ahora está peor, se la pasa llorando todas las noches.
Llevo tiempo quejándome con mi madre por todo, pues le dije que ser esposo no era lo mío y yo no pedí casarme.
—Sólo acércate a ella, sé que ya lo has hecho, pero muéstrale que estás para ella —toma mis manos entre las suyas. —. Hijo, te amo, yo no te daría un consejo que no fuese por tu bien.
—Estás haciendo que me encariñe con ella —confieso.
—Pero hijo, ¿qué tanto miedo tienes de querer a alguien más que no sea tu familia? ¿Acaso temes enamorarte de ella por tu hermano?
—Ni lo menciones mamá —exclamo. —. En definitiva que no, eso sería… ¿desagradable?
Ella se mueve hacia mi lado en el sofá y toca mi cabello.
—Sólo relájate, ahora eres mi único hijo —dice con tristeza, la tomo de las manos para mirar a los ojos. —. Sé feliz ¿quieres? Sin miedo a nada.
Junto mi frente con la suya, y le sonrío.
—Lo prometo.
Voy a casa antes de que se haga más tarde, ¿Quién diría que yo estaría apresurándome para que una mujer no duerma sola en casa? Sé que todo está en orden, pero igual siento esa necesidad.
Con la muerte de mi hermano, no puedo evitar pensar que en cualquier momento podría perder a alguien que quiero, es mejor amarlos mientras estén presentes.
Esperaba que hoy fuera distinto, pero es la misma rutina, ¿no se cansa? Eso le hará daño. No toco porque estoy seguro de que se negará a que pase.
La habitación está en completa oscuridad, me acerco a ella guiado por sus leves sollozos.
—Mary… —no entiendo como se me pegó el diminuto de su nombre pero no he podido llamarla por su nombre completo.
—Lárgate —su voz sale ronca, como si se estuviera ahogando.
—No puedes seguir así, no te hace bien, mis padres están muy preocupados —me detengo a un lado de la cama. —. Y yo también —admito con dificultad.
Gira de lado y escasamente puedo ver su rostro empapado de lágrimas.
—Tal vez ayude que te abrace —alzo los hombros.
—No eres él —murmura entre cortada.
—Pero puede que ayude el hecho de ser su hermano.
—Tengo miedo —por alguna razón siento que eso viene de lo más profundo de su corazón, cosa que hace estrujarse al mío. —. Siento que lo he traicionado, y tengo miedo porque no quiero confundir…
—No tienes porque sentir eso —me siento a su lado e inclino mi mano sobre su cabeza. —. Yo también temo que esto nos una de una manera que no debería, pero puedes contar conmigo, sé que te he dado a entender que te detesto, y a veces puede ser así pero…
Quiero decirlo pero no me sale, me acomodo a su lado y la abrazo.
—Siempre lo recordaremos, lo mencionaremos sin querer, pensáremos en él por alguna ocurrencia o recuerdo, pero estaremos orgullosos de haberlo tenido en nuestras vidas, y haremos lo que él hubiera querido, vernos felices.
—¿Tú crees en eso de que no hay mal que por bien no venga?
—Opino que todo es parte de la vida.
Ella se acomoda sobre mí, y empiezo a deslizar mi palma por su cabellera. Esto es lo más cercano que hemos estado después tanto tiempo, aunque la he abrazado, esto es diferente porque siento que lo que hay dentro de nosotros también lo hace.
—Puedes intentar hacer algo para distraerte.
—Tal vez —es lo único que murmura.
[…]
Entro a casa escuchando la explicación de Hugo, hemos venido para seguir trabajando en casa.
Cuando entramos a la sala veo a María tendida en uno de los sofás durmiendo, supongo, viste un short y un camisón.
—¿En serio eso hace una mujer todo el día en casa?—busco los ojos de mi amigo frunciendo el ceño, él se encoge de hombros.
Vuelvo a mirarla, y ella me muestra su dedo corazón.
—Buenos modales —hago una mueca y empiezo a dirigirme hacia la cocina, Hugo me sigue entre risas.
Un largo rato después ella viene a la cocina y empieza a preparar algo, me limito a trabajar solamente, y darle palmadas en la cabeza a mi amigo por estar mirándola.
—¿Qué? Ella no te gusta.
—Pero es mi esposa —aclaro en voz baja.
—¡Carajo! ¡Carajo!
Volteo de golpe para verla brincar como una niña pequeña mientras grita y sacude sus manos.
—¡Carajo! ¡Carajo!
Me apresuro a llegar junto a ella y ver que pasa, tomo sus manos deteniéndola.
—¿Qué sucede?
—Mier…
—Ey, que vocabulario mujer, deja de decir groserías —la interrumpo, y miro sus dedos.
—¿Qué? ¿Ustedes pueden decir groserías pero en una mujer es mala educación? ¡Rayos! ¡Caramba me duele! ¡Carajo!
Sé que lo está haciendo a propósito. Niego con la cabeza suspirando, ésta mujer puede ser una pesadilla.
—No está tan grave —soplo su dedo mayor. —. Relájate, deberías saber manejar esto, eres mujer.
—No opines, o tendrás que cocinar tú —arrebata su mano de la mía, sostiene su dedo y empieza a soplarlo ella mientras se marcha.
—Es una ternura —comenta Hugo.
—Es infantil, vez que show hizo por una pequeña quemadura —señalo hacia donde se ha ido.
Él se encoge de hombros.
—Es ella siendo ella, no es de esas que privan en fina.
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Editado: 25.09.2024