POV: MARÍA JOSÉ.
Empujo la puerta, y me adentro a la oficina, no es que sea mal educada pero simplemente no veo razón ni tengo ganas de tocar.
—Yo no sé, pero o la pones en su lugar o lo hago yo —exclamo inmediatamente que piso su oficina. —. No sé si ya no te vino con el chisme y me vale un rábano, fue a mi oficina a marcar su territorio como si estuviera segura de que hay algo entre nosotros cuando sabe como son las cosas, me insulta con qué me he tirado a ambos hermanos uno detrás de otro, recuerda que te dije que me quedaría contigo si se pasaba de…
Calla mis labios, pero no un simple callar, calla mis labios con los suyos. O sea que me está besando, sus manos acunan mi rostro mientras sus labios se mueven sobre los míos pero yo estoy frisada.
Llevo ambas manos a sus hombros para empujarlo pero decido quedarme con el platillo, aunque sea sólo para molestar a Dalia. Eso no es tan malo o ¿sí?
Dejo mis manos sobre sus hombros y le sigo el beso, sus labios saben al mismísimo café, Dios ¿Qué rayos les pasaba a los González con el café? Saboreo el café de sus labios encantada, me apodero de sus labios muy hambrienta, hace tiempo no saboreaba el café en los labios de alguien.
Cierro los ojos con fuerza, y lo beso como solía besarlo, como si no hubiera un mañana. Siento sus manos aferrarse a mi cintura, mis dedos se pierden entre las hebras de su cabello y pierdo la cordura.
Siempre quise entregarme a él, pero también era lindo pensar que quería hacer las cosas bien, él me cuidaba como su mayor tesoro, mientras yo era su perdición, su fruta prohibida.
Me alejo de golpe al mis pulmones no soportar más, jadeante me quedo observándolo atónita, él está igual que yo de agitado. Siento como un balde de agua fría me cae encina cuando caigo en cuenta de que he besado a Antony pensando en él, en su hermano.
Entre abro los labios sintiendo como mi corazón bombea contra mi pecho, jadeo involuntariamente y hago lo primero que me llega a la mente, salir corriendo de ahí. No voy a mi oficina, me encierro en el baño de mujeres y proceso lo que pasó tratando de asimilarlo.
Al principio sabía que era él, pero luego el bendito sabor a café nubló mi mente, al fin de cuentas no eran tan diferentes.
Me voy de la empresa antes para no toparme con él, le diré la mera verdad cuando hablemos sobre esto, si es que nos atrevemos. Somos adultos ¿no?
Los dos hombres me llevan a casa, ambos son serios y ni me hablan, sólo me dan los saludos y ya.
Cuando llego a casa me doy una ducha caliente sin poder sacar todavía lo sucedido de mi cabeza. Me repugna la idea de estar con el hermano de mi ex difunto pareja, además de feo para la sociedad, yo siento que es algo impuro.
Bajo para ir a preparar algo de comer, pero recién piso la sala, lo veo entrando, lleva un maletín en la mano derecha, se detiene al verme y junto mis labios suspirando.
—¿Podemos hablar o prefieres huir?—el hecho de que vaya al grano, me agrada. Porque en serio esto es incómodo, y tal vez lo sea más.
—Te besé pensando en él.
Suelto, la verdad, todo ha sido un error, y no podemos apaciguarlo o romantizarlo, yo aún amo a su hermano.
Su rostro palidece de decepción, y por su suspirar sé que pensó en esa posibilidad.
—Lo sentí.
—Tú ¿Por qué lo hiciste? —pregunto arrugando mi frente.
—Lo siento, no volverá a pasar —me pasa por el lado y sube por las escaleras.
Volteo a verlo y sólo alcanzo a ver su espalda, suspiro y camino hacia la cocina frustrada.
La tensión entre nosotros se intensificó, y la incomodidad hizo su bienvenida, pero nada que una charla y los días no pudieran mejorar.
Levantar la empresa es lo que nos ha estado uniendo tanto, cosa que también me permite ver la furia de Dalia. ¿En serio estará enamorada de él? ¿O sólo es su dinero?
Me coloco detrás de Antony contando en mi mente los segundos que faltan por ella aparecer. Despacio empiezo a darle un masaje a Antony, sé que es infantil lo que estoy haciendo pero, ella me buscó.
—¿Qué haces?—pregunta girando la cabeza de lado para verme pero se la enderezo.
—¿No estás cansado? Relájate —alzo la mirada para recibirla con una sonrisa.
La sonrisa que traía en su rostro desvanece al verme, hace una mueca de disgusto y continua avanzando.
—Conseguí una invitación importante —deja caer el folio sobre el escritorio. —. Puedo acompañarte, digo, si a tu esposa no le molesta —sus ojos se encuentran con los míos.
—Por mí no hay problema, tengo cosas importantes que hacer —palmeo los hombros de mi esposo.
—¿Cómo qué?—inquiere Antony buscando mis ojos.
—Investigar —me encojo de hombros.
—Sería raro ir sin mi esposa, ¿No crees? —sé lo que está pasando, sigue en duda con lo del detective.
—Era eso —Dalia se da la vuelta y se va.
Caigo de golpe sobre sus piernas, y ahogo un grito de la impresión.
—Deja de jugar, para que no termine de verdad —advierte, con su rostro cerca del mío, tan cerca que puedo sentir su aliento.
Acerco mi rostro más al suyo, es algo que siempre hago cuando me siento desafiada.
—Yo cuando juego con fuego, es porque no tengo miedo a quemarme, querido esposo —levanto su mentón con mi dedo índice. —. No sé de ti.
—No me provoques, Mary, aún no me conoces del todo, ten cuidado —siento su fría palma debajo de mi vestido sobre mi muslo.
—No, Anto, el que está en riesgo aquí, eres tú.
—No si no me hago adicto a ti.
Sus ojos se clavan en los míos, y puedo sentir que algo nos estamos transmitiendo con la mirada, algo que sólo ambos sabemos.
—Entonces es cierto —comento pensativa. Me paro de sus piernas y me coloco a su lado. —. Que el amor no es amigo tuyo. Que nunca te has enamorado.
—No te preguntaré como sabes eso —bufa. —. La primera vez lo considero un capricho por varias razones.
Rodeo el escritorio y me siento del otro lado para estar frente a frente a él.
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Editado: 25.09.2024