POV: MARÍA JOSÉ.
Sonrío con ganas de llorar al mis ojos encontrarse con los de ella, abre sus brazos y avanzo para dejarme envolver por ella.
Nos quedamos abrazadas por largo rato, haciéndome la idea de que ella está aquí y que todo está bien. Me alejo un poquito sólo para verla a los ojos, y veo en sus ojos grises dos posos.
—Me diste un gran susto —murmuro entre cortada. Paso mis dedos debajo de sus mejillas limpiando sus lágrimas.
—Tranquila cariño —posa sus manos sobre las mías en su rostro. —. Estoy bien.
—No me volveré a ir, lo prometo —lloro de sólo pensar en que pudo haber pasado algo peor.
—¿Por qué no eres feliz?—pregunta.
Frunzo el ceño confundida, ¿Por qué ella me hacía esa pregunta? La misma pregunta de mi pesadilla.
¿Por qué no soy feliz? La razón es obvia pero… La felicidad no depende de nada ni nadie, según he aprendido, viendo lo bien, todo parece resumirse que mi felicidad era él, pero donde queda mi felicidad propia, tal vez la perdí.
—Soy feliz —sonrío débilmente. —. Tengo a mis padres conmigo, una gran amiga, y un esposo raro pero bueno a su manera.
Ella frunce el ceño confundida, y sorprendida a la vez. Le sonrío, y paso a sentarme en la silla que está al lado de la camilla.
—¿Qué no nos has contado?—pregunta con un brillo en los ojos.
Nunca me puse a pensar en el daño que causaba a los de mi alrededor al aislarme y sentirme tan infeliz. Tengo motivos para seguir de pie.
—Al principio tenía miedo de que su parecido a él me afectará pero nada de eso pasó, al contrario noté lo muy diferentes que eran. Sólo quería molestar a Dalia, y supe ocultarlo bien, hasta que él dio un paso muy grande…
—Se saltó diez escalones —dice entre risas, y no puedo evitar reír también.
—Mamá —digo seria, tomando sus manos. —. Yo quiero intentarlo —clavo mi mirada en sus manos en las mías, mientras la acaricio. —. Siempre tuve claro que lo importante de la vida era ser feliz, tanto el dinero y la fama son sólo vanidades, no será fácil porque además de que quiero justicia, no puedo olvidarlo.
—No tienes que olvidarlo querida —retira su mano de la mía para tocar mi mejilla. —. Sólo aceptarlo.
Asiento levemente con la cabeza, sintiendo un nudo en la garganta.
—Él va a ser paciente contigo, lo sé.
Al día siguiente la acompaño a casa, y me quedo a cuidarla aunque ella se niegue, es todo para mí, no tengo hermanos, sólo los tengo a ellos.
—Mary…
—Mamá —le regaño. Ahora yo le regañaba a ella. —. Él no se va a morir por dos días que lo deje sólo con la empresa.
—¿Quién mencionó empresa?—pregunta con una mirada pícara.
Sonrío traviesa.
—Además no que no confiabas en la chica esa —con sólo esa mención mi pecho se hunde, por alguna razón sé que ella no se quedará de brazos cruzados, menos que ahora no es un simple contrato. —. ¿Y esa cara?
Sacudo la cabeza saliendo de mi trance.
—Nada, regresaré hoy —le dedico una tierna sonrisa. Ya me quitaron a Antonio, no pienso que me lo quiten a él, si tengo que pelear por él, lo haré, pero sobre todo desenmascarar a Dalia.
Al llegar a casa, luego de cambiarme voy directo al despacho de Antony para tomar los documentos que Hugo dejó para mí.
“Vas a tener que leer mucho, pero es donde encontrarás algo”
Sonrío al leer la nota, y camino hacia el sofá para empezar desde ahora. Cruzo mis piernas como indio y empiezo a pasar hojas.
Acomodo el tirito sobre mi hombro, traigo puesto un vestido liso, blanco y corto, con un escote no tan exagerado que muestra un poco de mis pechos.
Su nombre debe aparecer, debe aparecer. Paso un mechón detrás de mi oreja, mientras con mi uña señalo los nombres y fechas.
Siento el peso de alguien más sobre el sofá, unas manos viajan a mi cintura apretándome contra sí, y dejando su cabeza en mi espalda.
—Dime que no has venido por eso —ronronea y río.
—Mmm, ambos —contesto entre pequeñas risas.
Aleja su cabeza de mi espalda, y empieza a llenarme de besos, besa mi cabeza, mi mejilla y llega a mi cuello.
—Es mentira, de camino fue que me avisó —aclaro, volviendo mi mirada a las hojas.
Deja su cabeza en mi cuello mientras rodea mi cintura con sus brazos. Nos quedamos así un rato, yo disfrutando de su olor mientras ojeo los papeles en mis manos.
Repentinamente siento su mano viajar a uno de mis pechos y ahogo un gemido. Mi mente se nubla pero aún así sigo revisando, muerdo mi labio inferior tratando de no gemir.
Doy un respingo al sentir un apretón de su parte.
—¡Anto!
Ríe sonoramente detrás de mí.
—Llámame así toda la vida —lleva su otra mano a mi otro seno y ya valió mi cordura.
Aprieto los papeles en mis manos, soltando leves jadeos.
—No he sacado el “podemos repetirlo” de mi cabeza —ronronea cerca de mi oído, y deja un beso mojado en mi hombro.
Agacho un poco la cabeza soltando un fuerte gemido, entre cierro los ojos, y cuando los abro nuevamente me topo con el nombre que tanto buscaba, abro los ojos como platos.
Volteo los papeles de golpe, miro hacia un punto no definido abrumada, él no puede ver esto. Arrugo un poquito la hoja para poder identificarla luego.
—¿Qué pasa?—pregunta, bajando lentamente su mano hasta entrelazarla con la mía.
Giro entre sus brazos, y beso sus labios castamente.
—Ya regreso —me paro, y entro a mi habitación, una vez estando dentro releo su nombre plasmado ahí. Esto es una gran noticia, pero, él no me va a creer, y no puedo estar presentando pruebas de esa manera.
Lo guardo en la gaveta debajo de la mesita de la lámpara, y regreso hacia su despacho, me siento frente a él nuevamente.
Retira un mechón de mi frente mientras me mira fijamente a los ojos.
—No voy a pedirte que lo asimiles de golpe, porque yo también tomé mi tiempo, lo siento —juguetea con mi oreja. —. Esto nació, sin poder evitarlo, pero he decidido vivirlo, quiero vivirlo.
#703 en Novela contemporánea
#2801 en Novela romántica
trianglo amoroso, matrimonio por contrato, embarazo insperado
Editado: 25.09.2024