Meses después.
POV: ANTONY.
Con el tiempo a pesar de no tener noticias de la desquiciada de Dalia, las pesadillas de Mary desaparecieron completamente, eso tenía preocupado a todos, la irregularidad de su presión y el peligro que corría tanto ella y el bebé.
He tratado de mantener a flote el estar con ella y la empresa, la distancia es bastante y aunque Hugo me dijo que no pasaba nada con encargarse no quería dejarle todo, aunque parecía estar refugiándose en el trabajo por lo que sea que haya pasado entre él y Carmen.
Paso mi mano por mi rostro frustrado, no soy de sentir corazonadas, cuando mi hermano murió fue un golpe fuerte, nadie se lo esperaba, pero él parecía sentirlo.
—¿Viste a la chica que está reemplazando a Martha?
Volteo para verla parada cerca del comedor apoyando una mano a éste.
—No —contesto frunciendo el ceño. —. ¿Por qué?
—Esa chica es tan rara, no parece estar acostumbrada a hacer ése tipo de trabajos —dice cruzándose de brazos.
Me despego de la encimera y avanzo hacia ella.
—Ya hablamos de eso, Mary, mira ésta casa y tú embarazada, no busques pretextos para que la despida —tomo de sus hombros suavemente.
Ella niega con la cabeza mirándome.
—No, claro que no —acaricia su abultado vientre, sólo faltan dos simples meses, Dios, el tiempo pasa tan rápido. —. No es por eso, yo no quiero hacer nada que nos perjudique, sólo que me parece que ella no tiene experiencia en eso.
—Bueno —ladeo la cabeza. —. ¿Quieres que la despida?
Se aleja tocando su cabeza, está inquieta.
—No sé, tal vez sólo estoy paranoica —dice con frustración dándome la espalda.
Está descalza, su vestido azul sienta muy bien con su vientre y su cabellera lo trae suelto.
—Bueno —me acerco y la abrazo por la espalda. —. Eso podría ser normal a éstas alturas del embarazo.
Voltea entre mis brazos, apoyando sus manos en mis hombros.
—Tus padres siempre han venido, los míos también, la cosa es que creo que deberíamos ir nosotros, ¿Qué te parece?—pregunta, poniendo esa sonrisa que calienta mi alma.
Con sus apetecibles labios rosados hace un pequeño puchero.
—Sí, sí, está bien, pero eso será cuando vengas de compras con Carmen, mañana —le aclaro. —. Ya sé, olvidas que ibas a ir de compras por tu bebé, querías que fuera sorpresa pero como ya sabemos que es niña…
—Sí, sí —dice disgustada. —. Se me escapó —rueda los ojos. —. Pero puedes ir conmigo, a ver si es que Carmen llega.
—Mary —la miro en reprocho.
—Vale, ya, lo voy a considerar porque has estado como mi guardaespaldas y entiendo que tengas mucho trabajo pues no me dejas ayudar —se encoge de hombros.
—Mira nada más, yo lo decía porque nunca te decidías —replico riendo.
Abre la boca para decir algo pero el timbre nos interrumpe.
Sonríe feliz.
—Si llegó, no te preocupes —se zafa de mis brazos y se aleja de prisa.
Niego con la cabeza riendo, la sigo con pasos lentos hasta la sala, Carmen entra con una gran sonrisa, se abrazan y se balancean mutuamente, pero logro ver en los ojos de la pequeña morena ése sentimiento de tristeza.
Hugo no se rinde fácilmente, algo muy muy grande debió pasar para que él soltara las riendas así, era su pequeña, además de su edad, su altura y diminuto cuerpo, pero tan grande por dentro, o al menos así lo decía él.
Puro misterio.
—¿Qué pasa? ¿Ya Mary logró loquearte con ese desorden hormonal?
Sacudo la cabeza sonriendo, fijo mi mirada en ella, viste unos jeans azules y una camisa con mangas largas por dentro, podría admitir que es verdad que una mujer se pone más guapa cuando está soltera pero con esa hermosura de ángel que tiene Mary, se me escapa el alma de sólo verla.
—Debería grabarte para que vieras como la miras, por Dios —vuelvo a la realidad al escucharla hablar.
Mis ojos se encuentran con los de Mary, y logro ver el pequeño rubor de sus mejillas. ¿Tanto la miré?
Sacudo la cabeza y beso la mejilla se Carmen saludándola antes de acercarme a Mary.
—Tus zapatos —le recuerdo, y ella rueda los ojos. Está que se le olvida todo, se sienta en el sofá y yo les pongo las chanclas azules a juego con su vestido.
—Al menos recuerdo que las dejé aquí ¿no? Con los pies así me incomodan —gruñe en voz baja.
Me siento a su lado y beso su cabeza.
—Falta poco, aún puedo acompañarte, aunque sea sólo un rato —pido acariciando su espalda.
—No te preocupes, ya vino Carmen, si vas no te dejaré regresar —se inclina y me da un casto beso en los labios.
Se para y empieza a buscar algo con la mirada.
—Aquí está su cartera, señora —aparece la chica de servicio.
Mary la mira un poco desconcertada pero toma la cartera de su mano, y algo incómoda mira por las escaleras por donde ella bajó.
Voltea a mirarme y le sonrío, las acompaño hasta la puerta. Cuando regreso adentro suspiro aliviado, no me gusta la idea de que esté así, y estar recibiendo llamadas a sus espaldas para no preocuparla.
Subo corriendo las escaleras para llamar a Hugo a ver qué noticias me tiene pero éste no contesta, luego de una llamada más contesta.
—¿Qué pasó?—pregunto desesperado.
—La hermana de Dalia está aquí…
Mi pulso se acelera tan repentinamente que me cuesta respirar, ¿Por qué rayos apareció ahora?
—¡¿Qué?!
—Así como lo escuchas bro, es muy rara, dice que sólo hablará contigo, ¿puedes venir? Échale un cuento a Mary, esto es importante pero no le puedes decir por nada, ése bebé tiene que nacer sano y salvo —farfulla desesperado.
Si así está él, imagínense yo.
—Voy para allá —farfullo.
Cuelgo, y tomo mis llaves antes de salir a toda prisa de la casa. Sólo espero que su aparición sea para bien, suficiente ya tenemos.
Cuando subo a mi camioneta recuerdo a Mary.
«Cuidado con los frenos»
Sonrío al recordarlo y chequeo a ver que todo esté en orden. Llegar a la empresa me toma una hora y media, pues donde estamos es un pequeño campo donde vivíamos antes con una tía ya que mamá y papá se la pasaban trabajando muchísimo, por eso entiendo lo que vale su empresa para ellos.
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Editado: 25.09.2024