—Mi amor… —susurra.
Dios, nunca me he sentido de esa manera, mi corazón se estruja al escuchar su voz, mis ojos pican y no hago nada para evitarlo. ¿Es posible amar de esa manera? Tan fuerte y profundamente.
Me lanzo hacia ella para abrazarla.
—Lo siento, lo siento —farfullo desesperado.
Me alejo para desatar sus manos rápidamente, seguido sus pies. Cuando se libera me abraza fuertemente llorando.
—Lo siento preciosa, lo siento tanto.
—Lo sé todo —dice entre cortada, y yo me tenso. —. No te disculpes. Te amo.
Me alejo y tomo su rostro entre mis manos.
—No más.
—Oh por Dios Antony tenemos que ir al hospital no siento a la bebé —dice entrando en pánico.
—¿Qué?
—Si dejo de sentirlo es grave —dice tocando mis manos desesperada.
«Esto no»
La tomo de la mano, y de prisa salimos del lugar, literalmente la arrastro detrás de mí, pero con cuidado, no quiero meterme en otro lío queriendo salir de otro.
Caminamos cerca de las rejas ansiosos por llegar a la salida.
—¡Antony!
Volteo, tirando del brazo de Mary detrás de mí, sintiendo como su cabeza choca contra mi espalda.
—¿Qué Dalia? ¿No fue suficiente matar a mi hermano? ¿Quién sigue? ¿Yo?
—No —niega sonriendo, mientras apunta hacia nosotros con una pistola. —. No mi amor, tú no, si no lo hice antes es porque no pude, menos ahora.
—Pues yo no pienso dejar que le hagas daño a la víctima de todo esto —aprieto la mano de Mary debajo de la mía. —. ¿O nos dejas ir o me matas a mí? Anda, no era mandarme con mi hermano que querías.
—No…
—¡¿Entonces qué?!
—No quería matar a nadie, las circunstancias me obligaron, sobre todo ella se interpuso.
—Ya por favor, Dalia, ¡acaba con esto! Se terminó —agito los brazos.
—Eso lo decido yo.
POV: MARÍA JOSÉ.
No podía ser egoísta, tenía que quedarme quieta, no era sólo mi vida la que él protegía, si no la de su hija también, no podía intervenir por más que lo deseaba, no podía arriesgar así a nuestra hija.
Él estaba dispuesto a morir por nosotras, suena increíble, pero es la verdad, ambos sabíamos lo mal que está ella de la cabeza.
—Eso lo decido yo…
Y sin más disparó, titubee por el pequeño empujón que me dio Antony. Todo pasó tan lento y tan rápido a la vez, su cuerpo se desplomó en el suelo, y gritando caí rendida ante él, ya a éstas alturas no sabía qué afectaría más a mi hija o si alguno de los tres se salvaría.
Nunca, nunca, pero nunca en mi vida había gritado tan desgarradoramente, grité más fuerte que cuando supe e la muerte de Antonio, más fuerte que cuando mi madre no volvía de esa reunión, el hombre que amaba estaba muriendo entre mis brazos, frente a mis ojos y sin poder hacer nada.
—Antony —susurro tocando su frente. —. Quédate conmigo mi amor —mis lágrimas mojaban su rostro. —. Por Antonella, lo prometiste, tienes que cumplir tu promesa, tú no, ¡tú no!
—Antony…
—¡No te le acerques maldita loca! —grito en cólera, llena de rabia y dolor. —. ¿Es eso para ti el amor? —pregunto sollozando. —. ¿Estás feliz?
Cierro los ojos llorando, gritando, sintiendo como una vez más mi vida se vuelve polvo, ésta vez más que la anterior.
—Te amo, perdón por decirlo tarde, perdóname mi amor, todos los días te lo diré, de noche, de día pero no me dejes sola, no me dejes con tu aroma, quédate conmigo y abrázame en las noches, bésame y hagámos de todas las noches una guerra de amor —susurro acariciando su rostro mientras retratos vienen a mi mente.
Levanto la mirada sorbiendo mi nariz, mis ojos se encuentran con alguien buscando algo.
—¿Hugo? ¡Hugo! ¡Hugo!
Él voltea a verme y queda en shock, corre hacia nosotros y veo a una chica venir detrás de él.
Se lanza sobre Antony en el suelo y toma su pulso, las sirenas de la policía empiezan a hacerse presente.
—¡Señorita!
Miro hacia Dalia y veo a la chica apuntándola, esa debe ser Emilia.
—Suficiente Dalia, llegaste muy lejos hermana.
Los policías le gritan pero ella está convencida, lo veo en su mirada y en la manera en que sostiene la pistola.
—Emilia —la llamo. —. No lo hagas.
Ella gira la cabeza para mirarme, sus ojos se encuentran con los míos y asiento ante su disculpa con la mirada.
—Es urgente —grita Hugo.
—Hugo —chillo entrecerrando los ojos. —. Hugo creo que…
—Mary —se mueve hacia mí con el rostro espantado. —. Estás sangrando por Dios.
Miro hacia mis piernas extendidas en el suelo, viendo como mi vestido azul está tornado de un color marrón.
—Si hay que elegir, que la salven a ella, eres el padrino lo sabes ¿verdad?
Al fin de cuentas, en algo Dalia tenía razón, la debilidad de los padres, son sus hijos.
[…]
Ahí estaba ella, hecha una bola sobre uno de los asientos de espera, estaba hundida en un llanto incesable.
Por más dolido que esté, no puedo verla así, su mejor amiga está entre la vida y la muerte, al igual que mi mejor amigo.
Toco suavemente su hombro sentándome a su lado.
—Le van a hacer cesárea, intentarán salvarlas a ambas.
—Ella…
—No me importa, si no es tan necesario ni lo menciones —niega rotundamente con la cabeza.
—Ella lo decidió así, ambos se sacrificaron por esa pequeña.
—Lo sé —exclama entre cortada. —. Pero esa pequeña los necesita a ambos.
—Todo por una aventura desde hace más de cuatro años —gruño molesto. Aún me es increíble que algo tan pequeño llegase a causar tal de atroz.
Por otro parte no esperaba que los padres de Antony tuvieran que ver, todo es un rollo.
Las horas pasaron lentamente y con agonía, los padres de la pareja estaban en un especie de shock, a la mamá de Mary no se le contó nada, sólo que el parto de su hija se había complicado, lo que menos queríamos era otra persona interna.
4:00 P.M.
Se durmió sobre mi hombro, sentí como si un poco nuestros corazones se unían otra vez, pero sólo ilusiones mías como siempre, un ilusionado.
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Editado: 25.09.2024