POV: MARÍA JOSÉ.
Nunca había estado en una cárcel, que yo sepa no tengo ni una familia que haya tenido problemas con la ley, tal vez es esa la razón por la que nunca he si quiera visitado una cárcel.
Las puertas se abren, y ella aparece, se ve desorientada, su melena era un desastre, tenía un hermoso cabello, pero así terminó. Era hermosa, pero no supo usarlo para bien.
Ella duda si avanzar al verme, yo espero pacientemente porque ninguna pierde nada con tener está charla. Empieza a caminar hacia mi mesa y se sienta.
—Aún me cuesta creer todo lo que hiciste por una aventura de años, pero yo te perdono, de esto aprendí que el perdón es muy importante y necesario para vivir en paz y ser feliz, lo hago porque todos merecemos bien y no existe una persona que no deba de tener porque somos circunstancias que tal vez no elegimos ser, pero podemos ser quien queremos ser.
Ella levanta la cabeza y me mira a los ojos al fin, una escasa sonrisa se aproxima a sus labios y se encoge como una pequeña.
—Que estés bien —inclino mi mano y toco suavemente su hombro, me paro y abandono el lugar, respirando aliviada.
Siempre escuché decir que la vida sin dolor no sabe igual, y es que hay cosas que tienen que pasar, simplemente pasar, pero no hay que desmayar.
Sonrío al ver la camioneta de Antony esperándome, camino hasta llegar hacia allí y me monto.
—¿Y?
—Lo hice, son mis padres ¿no? Tarde o temprano se iba a dar la conversación.
Echo mi pelo hacia atrás y me giro para mirarlo completo.
—¿Lo hubieras hecho si yo hubiera…?
Tapa mi boca con un dedo.
—¿Cuántas veces te pediré que no digas eso? —acerca su rostro al mío sin apartar la mirada. Lo miro esperando a que me responda. —. No lo sé —suspira. —. En serio no lo sé, pero lo importante es el presente, y tú estás aquí.
Tomo su rostro entre mis manos y lo beso con todo el amor que siento que desborda de mi alma.
Si había vuelto a la vida porque mi alma estaba unida a la suya, y que el fruto de eso era nuestra pequeña, pues, me dedicaré a amarlos toda mi vida.
Tomamos rumbo a la casa de sus padres, donde se celebraría el tercer mes de Antonella, la famosa Antonella que no ha dejado de pasar de mano en mano desde que nació, eso me hace muy feliz, quiero que reciba más de lo que recibí, porque nací en una familia feliz, no perfecta pero mis padres se desvivieron por darme todo, a pesar de todo, mala mía que mi madre no pudo tener más hijos.
Volvimos a nuestra casa, esa casa que tenía tantos recuerdos, lo había comprado él, pero mis recuerdos eran con él, el hombre que manejaba a mi lado, estoy tan feliz de tenerlo.
—Mary —me llama, estaciona frente a la casa y voltea a verme.
—El premio es estar juntos —le sonrío antes de bajar.
Nos encontramos en la puerta, y nos tomamos de la mano, entramos a la casa aliviando a todos los presentes. Mi madre pasea de un lado a otro con Antonella, intentando dormirla.
—¿En serio mamá? La estás queriendo dormir cuando recién empieza su fiesta —inquiero tomándola de sus brazos. —. Voy a darle de comer, pueden empezar.
Todos asienten yendo al jardín donde está lista la fiesta.
—Te espero —Antony besa mi cabeza y luego a la niña antes de irse al jardín.
Subo las escaleras para ir a la habitación de la niña, pero duerme en nuestra habitación ya que nos evitamos el ir y venir de su habitación por las noches. Después de amamantarla le cambio la ropa y bajo al jardín.
Me encuentro con Carmen en el camino, quien me quita a la niña, estamos apunto de seguir hacia el jardín cuando escuchamos la voz de Hugo a nuestras espaldas. Y parece que está acompañado.
Carmen se tensa, y difícilmente se obliga a voltear conmigo para recibirlos.
—Hola —saluda el moreno con una radiante sonrisa.
—Hola Hugo —le devuelvo el saludo. —. Vamos, la fiesta es en el jardín.
—Carmen —mi amiga casi tiembla. —. Quisiera cargarla.
Carmen me mira y luego sacude la cabeza.
—Claro —farfulla entregándole a la niña, y juntando sus manos nerviosa.
Nadie dice nada y decidimos ir al jardín, Carmen se esfuma inmediatamente que tiene la oportunidad, me siento tan mal por ella, es lo único que me tiene preocupada, después todo está bien.
Siento unos brazos rodear mi cintura y doy un respingo del susto.
—Te he estado buscando —besa mi cuello.
—Yo también —acaricio sus manos alrededor de mi cintura.
Giro entre sus brazos, y llevo mis manos a su cuello.
—Estás hermosa —besa mis labios castamente.
Juego con la hebras de su cabello mientras lo miro a los ojos.
—¿Te acuerdas que te dije que no quería tener una sola hija?—él ríe. —. Es muy triste ser la única hija, ¿Qué dices?
Aferra sus brazos a mi cintura pegándome más a él.
—Por mí, podemos empezar ahora mismo —sonríe pícaro.
—Hey —le reprocho. Lo acerco más a mí del cuello y uno nuestros labios en un candente beso.
—¿Qué tal si empiezan más tarde?
Nos separamos de golpe y volteamos a ver a Hugo con la niña en brazos y su cara embarrada de pastel. Nos echamos a reír a carcajadas por su cara.
—¿No que no arruinabas momentos románticos?
Él abre la boca impresionado.
—Es una emergencia —mira a Antony molesto. —. Traicionero.
—¡La foto!—grita la madre de Antony.
—Vamos —tomo a Antony de la mano, Hugo nos sigue incómodo.
Me entrega a la niña cuando estamos todos posando para la foto. Todos reímos al ver como Carmen viene corriendo para no quedarse fuera, justo cuando llega para pararse a mi lado su tacón se dobla y termina cayendo hacia atrás, pero, Hugo la atrapa.
Ellos fueron los únicos que salieron de lujo en la foto, pues todos estábamos con los ojos bien abiertos del susto, ellos simplemente estaban ahí mirándose como lo que son: dos bobos enamorados que no pueden estar juntos.
Yo, pues estaba mirando a mi amiga preocupada, y Antonella estaba inclinando su manita para tocar el collar que tenía en el cuello, y a mi lado mi querido esposo seguía posando como un ridículo, con su mano en mi espalda baja y una radiante sonrisa.
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Editado: 25.09.2024