Capítulo 4

Deysi

Puedo ver con claridad como sonríe, y aunque sé lo que escribí en esa carta. No puedo evitar enojarme que esa mocosa haya logrado lo que yo había intentado hacer por meses. De pronto sentí ira.

Ira por no ser correspondida.

Ira porque no me quería el chico que amaba.

Ira por sentir como esa chica esta robando cosas que son mías. Como su sonrisa. Esa que no a cualquiera da, ni siquiera a su familia… 


 

Eliana.

Sé que no puedo correr por siempre, pero entre más tiempo pase con vida, mejor para mí. Estoy a punto de doblar en una esquina, cuando siento una mano me detiene de mi fuga. Al instante un grito de terror sale de mi boca.

—Ey, vas a dejarme sordo. ¿Te puedes callar?

Al escuchar la voz de mi cobarde amigo, mi grito se detiene de golpe. Para después desplomarme en la pared y sentir con mi mano como late mi corazón de forma desbocada.

Por un segundo había pensado que no iba a salir viva porque estaba a manos de ese tipo. Por suerte solo era Mateo, y hablando de él…

—¡¿Se puede saber por qué me asustas de esa manera?! ¡Creí que el anticristo me había atrapado, tu idiota! ¡Oh, y tampoco creas que no me acuerdo como me dejaste con él! ¡¿Por qué lo hiciste?! ¡Se supones que eres mi amigo!

El me mira divertido mientras siento ganas de matarlo.

—Si me dejarás hablar, tal vez te conteste. Ahora, ¿por qué estoy cometiendo suicido al ayudarte? Fácil, alguien tiene entretenido al demonio.

Tomando mi mano para escondernos, me hace ver al chico que habla con ese chico terrorífico. Y por la manera hostil que ese chico le habla, es obvio que no se llevan bien.

¿Quién sería?

No importa. Lo importante de todo es que estaba a salvo, por ahora. Sin embargo, mi estómago no piensa en una posible muerte, solo en comida ya que suena tan fuerte que Mateo termina mirándome con una ceja levantada.

—¿Qué? Tengo hambre, y gracias a la poca ayuda que recibí de ti, ni siquiera pude comprar nada.

Sonriendo apenado, contestó:

—Si quieres voy a comprarte algo.

Se que espera que le diga que no, pero tengo hambre. Así que…

—Esta bien, pero no tardes.

—Mira, ve a tu clase. No creo que haga nada. Solo se precavida.

Lo miré molesta.

—¡¿Tu que piensas que he estado haciendo?!

De pronto sentí que la adrenalina desaparecía de mi sistema, y sentí una gran fatiga. Parece que me veía mal porqué Mateo preguntó:

—¿Estas bien?

Suspirando profundo mientras sentía el miedo en mis huesos, dije temblorosa:

—Si, es solo que no entiendo como llegué a todo esto. Ni siquiera le hago daño a nadie, ¿por qué me pasa esto a mí?

De pronto empecé a llorar, y pude sentir como los brazos de Mateo me rodeaban para reconfortarme. No pude hacer más que abrazarlo con fuerza. Lo necesitaba. Estos últimos días me sentía tan asustada que ya no podía ser más fuerte, y mi derrumbe había llegado con fuerte sollozos.

—Tranquila, vere como puedo ayudarte sin salir asesinado en el proceso.

Sé que intentaba hacerme reír, pero no podía. Así que solo apoye mi cabeza en su hombro mientras sentía como volvía a ser yo misma. Pero antes de que me recuperara por completo y me alejará de Mateo, un carraspeo no hizo separarnos. Ahí estaba ese chico que había hablado con el anticristo.

—Siento interrumpir el momento, toma. —extendió su brazo y me enseñó su tesoro en forma de comida. Mirando sorprendida al chico, dijo explicando—: Me di cuenta que no habías comido nada por culpa de ese chico, así que bueno eso.

Si no fuera porque no lo conocía, hubiera pensado que estaba avergonzado.

—Gracias.

Tan pronto tome el sándwich, su rostro se mostró frío.

—No hay problema.

De pronto así como apareció, se terminó yendo.

El silencio pareció perdurar por diez segundos, hasta que Mateo preguntó:

—¿Qué acaba de pasar?

Mirando sorprendida a mi tonto amigo, contesté:

—Que más, ¿acaso no lo viste? Me trajo comida.

Y con una sonrisa alegre, me alejé comiendo mi sándwich.

Delicioso…