EILANA
En cuanto mi madre entró a la mansión desconocida, ella no dejó de jadear sorprendida. Tampoco podía culparla. La casa del abuelo de Zack parecía estar rodeada de antigüedades.
No era nada a la casa que había ido con su nieto. Al parecer ellos no sufrían de dinero, y aunque tampoco nosotros, el lugar era sorprendentemente lujoso. Lo que me hizo comprender lo poco que conocía a Zack. Todo parecía tan ajeno a lo que mi mente había visualizado sobre el hogar del anticristo. Di pasos tentativos. Era intimidante tocar algo y que dicho objeto pudiera romperse por mi torpeza. De alguna manera, me hizo sentir todavía más pequeña.
Por suerte, había un área, cerca de la cocina en donde no había nada frágil, antiguo, era una colección de armas de todo tipo. Todas se veían peligrosas, letales, y los que eran como cuchillas, se veían tan puntiagudas que parecían brillar. Tuve miedo y empecé a retroceder.
Lo que hizo que chocará con alguien.
—Ten cuidado, no querrás lastimarte—pronunció Zack. Su comentario podría confundirse con preocupación, pero conocía demasiado al chico que sujetaba mi cintura que no le creí absolutamente nada, y en vez de sentirme relajada, me puse rígida ya que sus palabras las sentí como una amenaza.
—Ven, Eilana, tu madre está llamándote—indicó Mateo apareciendo de repente. Su aparición la tomé como una prueba de Diosito y me alejé rápidamente de Zack. No vi su expresión cuando tomé la mano de Mateo, pero por el temblor de mi mejor amigo, supe que el anticristo no se veía feliz de que hubiera huido de su lado.
—¿Sabes la razón de por qué su abuelo quiere verte? —preguntó Mateo cuando estuvimos a salvo en la sala. Y sacudí la cabeza mientras mi vista se dirigía a mi hermano que se veía emocionado al ver la armadura de hierro que decoraba la habitación. Mi madre a su lado estaba reprendiéndolo por querer tocarlo. El tío de Zack dijo que no había problema de que lo hiciera. Así que mi hermano no dudó en hacerlo. Su gritó emocionado hizo que mi madre sacudiera la cabeza en señal de vergüenza. El hombre a su lado solo sonrió divertido.
Y volteó su rostro, para ver que estábamos haciendo. Su sonrisa se hizo más grande. No entendí la razón, hasta que escuché la voz de Zack detrás de mí, y fue demasiado inquietante lo cerca que se oía.
—Llevaré a Eilana arriba, no tardaremos—comunicó el anticristo y tomó mi brazo.
—Mamá…—chillé. Ella había estado tan concentrada en mi hermano que no se daba cuenta de que estaba siendo arrastrada al inframundo contra mi voluntad, pero cuando volví a llamarla por segunda vez y con más alarma, su atención estuvo sobre de inmediato.
—Detente. ¿A dónde la llevas? —cuestionó mi madre mirando a Zack con seriedad. Él se detuvo de golpe y le mostró una sonrisa suave.
—Iré a que vaya con mi abuelo, solo serán cinco minutos.
Mi madre parecía indecisa sobre acompañarme o no, yo estaba de acuerdo en que lo hiciera. Estaba tan convencida de eso que mirarla con suplica. Pero a mi madre le debía de estar fallando la antena maternal porque asintió con suavidad.
—Entiendo. Vayan.
—Mamá...—la llamé y negué con la cabeza, no podía ser más obvia de que no podía dejarme ir con Zack. Mi madre sonrió como si estuviera exagerando.
—Estamos justo aquí, no creo que te suceda nada si vas cinco minutos arriba, mi cielo.
¿Eso creía? Mi mamá de verdad creía una imagen errónea del anticristo. ¿Qué pasa si en vez de llevarme a la habitación de su abuelo, me obligaba a entrar a un portal al infierno? No, no, no. Ella tenía que acompañarme. ¡Me negaba a ser sacrificio de Zack!
—Pero, mamá, él es cruel. No tienes idea de cuánto. ¡Es el mismo anticristo!
Mi madre volteó a verlo, y la cara cabizbaja de Zack fueron como la pista de mi dramatización exagerada que estaba haciendo para mi mamá.
—Cielo—sonrió con un poco de tensión, por la incomodidad de las miradas de todas—. No te ocurrirá nada. Estoy aquí. ¿Acaso quieres que te acompañé hasta la habitación y que abra la puerta y cerciore cada rincón para ti? Eso es…—la detuve.
—Sí, eso quiero. Necesito que revises cada rincón.
Los ojos abiertos de mi madre fueron el indicativo de que ella no esperaba esa respuesta. Sin embargo, se dio cuenta de que en verdad estaba temerosa y que no estaba jugando a nada, así que asintió e hizo lo que le pedí. Ella subió con nosotros, aun cuando Zack parecía irritado por que lo haga, y abrió la puerta, y en efecto, había una recamara con el abuelito que ya había conocido. Solo que al contrario de la otra vez, en esta ocasión se veía todavía peor. Zack no estaba mintiendo, él estaba muriendo. Y si recordaba lo que le había pasado a mi abuelo, iba a ser cuestión de días.
Empecé a sentirme mal por Zack, ya que estaba actuando de manera infantil cuando lo que él deseaba de mí era un favor.
—¿Estás más tranquila? —preguntó mi madre. Asentí.
—Sí, mamá, puedes irte.
—Estaré esperando abajo—indicó y salió de la habitación intentando no hacer ningún ruido. Con pasos titubeantes me adentré más a la habitación.
—Él se ve muy mal…—susurré. No estaba siendo una exagerada. Su abuelo parecía que le costaba demasiado respirar.