El ánimo que siempre estaba conmigo, esta vez no lo estaba.
Me sentía con ganas de llorar. Sobre todo, cuando miré a Zack, y observé que estaba acompañado de sus antiguos amigos. Él parecía otro. O con más exactitud, parecía el Zack de antes.
Quise dejar de verlo, pero mis traicioneros ojos, no podían dejar de verlo.
Quería ir con él, y hacer una broma. Para hacerlo sonreír. Supe que estaba enloqueciendo cuando ese pensamiento se coló en mi mente. Así que me obligue a seguir caminando. Ignorándolo. Pero mientras me alejaba sin verlo, casi pude sentir que él me observaba.
Eso no podía ser posible, pero al parecer mi cuerpo se quería sentir engañado. Así que sin verificar si era cierto, seguí caminando y caminando, y caminando, hasta que terminé chocando con un cuerpo. Al levantar la vista, observé el rostro sonriente de Mateo. Sin embargo, al ver mi rostro, su sonrisa fue decayendo poco a poco hasta que terminó quedando serio, y preguntaba preocupado mientras me tomaba de los hombros:
—¿Estás bien, Eilana?
Por unos segundos reconsideré su pregunta. Físicamente, me sentía cansada. No había podido dormir bien el día anterior, pero, no era como si hubiera sido la única vez en mi vida. Y, sin embargo, me sentía sin poder sonreír.
Tal vez estaba enferma. La parte donde estaba mi corazón, se sentía adolorido.
Quizás si tenía un virus. Por eso, susurré contestando la pregunta de Mateo:
—No, o tal vez, realmente no sé. Me siento desanimada. Triste.
—Podemos salir para que te animes un poco. ¿Deseas ir al cine?
No mire a Mateo cuando dijo aquello sino se hubiera dado cuenta de que mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas. Por alguna razón, no deseaba ir al cine. No me gustaba. Pero, no podía decirle eso a Mateo. Habíamos salido juntos antes. Además, él era un amigo. Y los amigos no se les podía dejar plantados. No se les podía decir adiós.
—Claro.
Con la mirada baja, observé como su mano se elevó para tomar mi mejilla, pero no deseaba que viera mis ojos. Le darían un indicio de que estaba mal, y yo estaba bien.
—Te veo luego, Mateo.
Oí como me llamó varias veces, pero no me detuve hasta que doble en una esquina, y pude quitarme las lágrimas que estaban siendo derramadas sobre mi mejilla. ¿Por qué sentía que no podía respirar? ¿Por qué?
Con una mueca, intenté quitar el dolor constante que tenía sobre mi corazón. Pero aun cuando sobe esa parte, el dolor no se iba.
Tal vez, si estaba enferma. Tal vez, estaba mal.
(…)
Una semana pasó de que me distancie de Zack, y mi humor en vez de cambiar para bien, me sentía muy mal. El apetito se me había ido. Mis lágrimas no dejaban de salir. Incluso la señora Marc me había cachado llorando. Preocupada, me había preguntado que tenía, y yo simplemente le dije que me sentía mal últimamente. En vista de mi respuesta, me dijo que era mejor que no fuera a cuidar a los trillizos. Así que, ese día, simplemente me había ido, y ni siquiera me queje al respecto. Ni siquiera tenía ánimos para eso.
Justo cuando pase por el mismo camino que había pasado con Zack, entendí que me estaba pasando. Lo extrañaba. A ese chico con carácter diabólico, lo extrañaba. Era tanto, que me sentía deprimida. Y si era de ese modo, entonces estaba lastima por su ausencia.
Sabía que estaba pasando, pero no creía que eso era posible.
Sin embargo, cuando estaba por sentir pánico por la palabra con A, mi celular sonó. Al revisar mi móvil, me di cuenta de que era Mateo quien llamaba. Y me sentí decepcionada. Había querido que sea otra persona. Supe en ese instante que debía de preocuparme de la palabra con A, pero quise ignorar ese hecho; al menos por un tiempo, y contesté la llamada:
—Hola, grandulón.
—Hola, estaba llamándote para decirte que si puedo ir a buscarte ahora.
Sin entender sus palabras, pregunté:
—¿Por qué?
La línea quedó en silencio, y con duda en su voz, Mateo dijo:
—Ayer te mande un mensaje sobre la ida al cine, ¿recuerdas?
No recordaba, pero tampoco le dije eso. Así que vez de decirle que no tenía humor para una película, simplemente contesté:
—Cierto, te veo en una hora.
—¡Claro! —Estaba por colgar, pero oí como me llamaba, y nuevamente coloqué mi celular en mi oído, y escuché que preguntaba preocupado—: ¿Estás segura que deseas ir? Podemos hacer otra cosa, o dejarlo para otro día.
Eso ultimo sonaba como buena idea, pero no pensaba abandonar a Mateo. Él era mi amigo. No quería verlo sufrir, como…
—No, venme a buscar en una hora.
—Está bien. Te quiero, nena.
Iba a decir algo, pero una mano me tapo mi boca. Sin entender que estaba pasando, empecé a forcejar, pero sea quien estaba impidiéndome hablar, no pudo pasar desapercibido. Lo supe cuando escuché las palabras angustiadas de Mateo, pero antes de que un golpe me noqueará y mi mundo quedará oscuro, no pude evitar escuchar:
—Debiste correr.
No entendí el comentario, pero tampoco pude pensar más. De golpe, mi mundo estuvo oscuro.
Y yo, estaba en merced de quien sea que me tenía en su red.