No te mentiré #3

Capítulo 31

En otra parte de Londres, lady Howard curaba el rostro ensangrentado de Phil, que hacía una mueca de dolor cada vez que pasaba un trozo de tela, empapada de whisky. Estaban en el dormitorio de él, después que lady Darian se fuera echando humo. Poco le importaba ahora como estaba la mujer. Había salido tal como había planeado. Aun así, la amante de Hawker tenía preguntas que hacerle.

  — ¿Tenía que llegar ese punto de empeorar la situación?    — preguntó retóricamente Guiselle al malherido —. Casi lo mata. Aunque se lo merecía lady Darian, ¡ay, cuánto la odio!, no entiendo su obsesión hacia ella.

Phil, a pesar de los moretones que se le estaban formando en el rostro gracias a los golpes de Darian, la miró con el ceño fruncido.

  — ¿Obesión? — gimoteó porque al hablar, le tiraba la herida del labio —. No, querida. No es una obsesión.

— Entonces, explícamelo. No solamente  le ha querido hacer daño a la consentida de Ophelia, sino también a su amigo.

  — Le pago para que mantenga caliente mi cama, no para que me haga preguntas — Guiselle puso los ojos en blanco.

— Está bien, la próxima vez me pensaré en ayudarle o no — le apretó a propósito donde tocaba —. Uy, lo siento.

  — Se lo diré antes que remate lo que ha hecho Darian —   suspiró cansado —. Ophelia ha sido, como diría la punta del iceberg. Darian ha sido desde que nació el nieto del marqués de Mansfield, pocos saben de su parentesco ya que mi amigo no le gusta alardear de este hecho. Siempre ha sido un chico afortunado mientras que yo fui el hijo de un noble derrochador y borracho.

— ¿Envidia? — se topó la mirada asesina de Hawker —. Entendido, cierro el pico.

— Darian, a lo contrario que yo, ha sido un genio con los números. Era y es bueno con las matemáticas. Por lo que me contó, él quería emanciparse e independizarse de su abuelo, cosa que el propio marqués no estuvo de acuerdo. A pesar que lo amenazó con desheredarle, aceptó un puesto de banquero de Londres cuando tuvo la oportunidad perfecta. Tuvo una suerte condenada. En cambio yo, tuve que enfrentarme a varias deudas que dejó mi padre muerto mientras él lo tenía todo. Pero esto no explica el tema de lady Darian.

>> Mi amigo se interesó por Ophelia, una joven arrogante, mimada y vanidosa en una visita que le hizo a lord Perrowl, un zorro viejo, que para aquel entonces era su amigo. Era tal su interés por la hija de este que me dijo la locura de casarse con ella. Me sorprendió porque era alérgico al matrimonio, incluso rechazó a su prometida anulando su compromiso. Él pensó que el sí de la dama lo tendría. Sin embargo, se tropezó con su negativa. Ahí es cuando empecé  a querer saber más de ella... Fue una casualidad encontrármela en una fiesta, rodeada de pretendientes. Parecía una princesa ante su propio séquito. Por lo demás, ya sabe el resto de la historia.

  — Muy apasionante — dijo con ironía —. ¿Quiere aún tenerla en sus manos?

Phil esbozó una media sonrisa, que podría ser a la vista desagradable.

  — Por supuesto, Guiselle. Ella tiene que ser mía. Lord Darian aún no ha visto lo que soy capaz y no le gustará para nada si Ophelia regresa a mí.

Guiselle le daba igual. Si él le daba en un futuro la espalda, ella buscaría un protector aunque sin Phil se aburriría. 

— No ha considerado que tanto es su deseo por tener a esa mujer que se le olvida un problema.

— ¿Qué problema es?

— Ophelia no lo quiere; lo aborrece.

Phil se hubiera reído si no fuera por el dolor que le produciría si lo hiciese.

— Eso querida, no es mi problema. Dejaré por un tiempo de libertad a Ophelia. Cuando menos se lo espera, atacaré de nuevo.

— Le deseo suerte en su nuevo proyecto.

El hombre negó con la cabeza y la sujetó de la mano antes que ella tuviera la intención de irse.

— Usted, querida, me ayudará. No se irá tan pronto como cree. 

 

***

En la cocina se reinaba casi el silencio de los presentes. La cocinera estaba sentada en la mesa junto con los otros sirvientes. El ánimo no era muy alegre después del abandono del lord Darian.

  — Lady Darian no ha parado de llorar toda la tarde — dijo una joven sirvienta —. Es una pena oírla llorar...

Más de un suspiró se escuchó. 

— Nadie se imaginaba que lord Darian se iba a marchar, ¿cree que dejará de pagarnos? — preguntó un lacayo exponiendo en voz alta el temor de muchos de ellos.

El mayordomo iba a regañarle cuando la ama de llaves, en un tono de calma, le dijo:

— Lord Darian no hará tal cosa — eso esperaba —. Aunque se haya ido, en algún momento volverá. Ademas, no podemos dejar tirada a lady Darian.

— Finalmente, se lo ha ganado con creces —dijo una con saña.




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