No te mentiré #3

Capítulo 37

res meses después...

Si fuera la antigua Ophelia de hacía dos años, se hubiera reído de sí misma al imaginarse volver a Devonshire. Juró que no volvería cuando Julian le negó el préstamo que había necesitado. Estaba llena de ira y de rencor. En ese año, el dinero le era escaso y no podía pagar las medicinas de su madre. Parecía que había pasado siglos de ese momento. Sin embargo, no había un préstamo o una razón importante que le hacía ir hasta ese lugar cargado de recuerdos.

Subió los escalones de mármol que le dirigían hasta la puerta principal, tocó la puerta. Entrelazó las manos para evitar que le temblaran. Aun persistía un poco de orgullo dentro de ella a pesar de los últimos acontecimientos, que podrían haber derrumbado a cualquiera de carácter débil. O fuerte.

Había pedido a su amiga como su doncella personal que esperaran en el carruaje. Les había dicho que tenía que hacer esa parada antes de continuar con el viaje.

Los goznes de la puerta sonaron mientras el mayordomo, el mismo que estaba antes, le abría la puerta con su imperturbable expresión. Aunque pudo ver un brillo de reconocimiento en sus ojos, no se inmutó.

— Lady Darian — aunque quiso frenar la sensación, sintió un vuelco involuntario de su corazón con escuchar el título que aún la ligaba a su marido.

Lord Darian.

— Buenos días, ¿está vuestra señora, lady Lombart?

— ¿Me buscaba?

La voz de la hermana del duque se alzó por encima de ellos.

Ophelia levantó la mirada de ella y parecía que su enemistad volvía a erigirse entre ellas. Sin embargo, había ido precisamente para enterrar el hacha de guerra.

— Lady Darian  inclinó la cabeza como saludo.

Ambas se miraron evaluando a cada una. Ophelia carraspeó y, tragándose un poco el orgullo que aún le quedaba en su cuerpo, habló:

— ¿Podría hablar con usted?  Cassandra asintió y le hizo una señal para que pasara directamente hacia la biblioteca.

— ¿Le apetece té? — le preguntó antes de sentarse las dos en el sofá.

¿Quién le diría que se sentaría en el mismo lugar cuando años atrás no se soportaban?

— No, gracias. No estaré mucho tiempo  observó que el lugar no había cambiado.

La última vez que estuvo en esa habitación no fue una visita cordial. Julian la despachó sin remordimiento. Seguramente porque se lo merecía. Aún se acordaba cómo Diane había entrado en ese instante y ella aprovechó para hacerle daño.

— Lamento mucho por su pérdida — la mujer contuvo un jadeo pero luego recuperó el control de sus emociones, ella no podía saberlo. Cuando habló nuevamente, se dio cuenta que se refería a su madre —. Debería haberle mandado mi pésame y el de mi familia. Lady Perrowl fue una mujer generosa y buena.

— Lo contrario que fui yo — se dibujó en sus labios una media sonrisa —. A diferencia de mi madre, no soy caritativa, ni piadosa. Siempre me he movido por el odio y el rencor hacia usted.

La hermana del duque se enfrentó a su mirada. Podría haber corrido un tupido velo, pero no lo hizo.

— Lo sé, lady Darian. Nunca nos hemos llevado bien, incluso cuando su hermano tenía sentimientos hacía a mí.

— Eso fue lo más tolerable, aunque no lo crea. Sin embargo, debo reconocer que él actúo mal y no aprobé su actitud.

— Gracias — se hizo unos segundos el silencio hasta que Cassandra lo rompió preguntándole: — ¿Qué hace aquí? El duque Werrington no está.

— No, no lo busco a él  inspiró fuertemente sabiendo que no habría tomado esa decisión hacía unos meses atrás, sin embargo, todo había cambiado —. Vengo a pedirle perdón.

— ¿Perdón? — abrió la boca como un pez y la miró incrédula.

— Sí, Cassandra  ella misma entendía su actitud.

— Perdona por si me muestro escéptica, ¿puedo preguntarte el porqué?

Ella asintió y no pudo evitar recordar los hechos acontecidos desde que su marido se fue de la casa creyendo lo peor de ella hasta recibir un sobre de una solicitud de divorcio, esto último hacía unos días...

Fue la última gota que colmó el vaso, pensó sintiendo que ya no podía recibir más golpes de los que ya había recibido. 

No fue lo único que recibió o supo de él. Una semana atrás leyó el periódico que su marido había regresado a Londres. Lo habían visto pasar por un famoso bufete de abogados encargados de divorcios. Este suceso tan importante recorrió como la pólvora hasta quedar reflejado en las hojas del periódico. Lo peor fue enterarse en ese papel. No la avisó, ni se pasó por la casa, mostrando una vez más que no quería saber nada de ella. Humillándola así públicamente. No fue solo a Londres. ¡Cómo no! La traición fue más grande cuando leyó entre líneas que iba a acompañado por nada menos que lady Romwe. Hiriéndola de pleno. Otro puñal directo para su alma.




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