En mi vida había tres cosas que eran fundamentales, pero solo dos eran conocidas por otras personas, entre ellas mi madre, la primera es siempre ser la mejor; la segunda es evitar ser como los otros; y la tercera, aquella que solo yo sé, es nunca dejar que sepan cosas sobre mí.
Con esta última no quiero decir que tengo complejo de famosa ni nada parecido, sino que he sufrido lo suficiente para saber que las personas no tienen que conocerte verdaderamente, porque cuando es así, es mucho más fácil salir herido.
—¿Cariño más té?— La voz de Melissa, la nueva novia de mi hermano me sobresaltó, sinceramente no estaba prestando atención a las preguntas que tenía que hacer de tarea ni a lo que ella me estaba diciendo. No me apetecía tampoco hacer ninguna de estas.
—Claro que sí, siempre es un gusto compartir el té contigo.— La sonrisa en mi cara hacia que esa frase fuera una verdad para cualquier persona que me viera, pero si alguien me conociera sabría que detesto a esta mujer. Pero como nadie me conoce o eso creo yo, nadie sabe eso, ni siquiera mi hermano.
Pero ¿Cómo había llegado a eso de que nadie me puede conocer? Mirando las preguntas en la hoja descubrí la respuesta, las tareas de teatro eran las más difíciles y fáciles a la vez, pues era una tarea sencilla responder si alguien nos conocía verdaderamente, pero era algo muy complicado formular una justificación apta para leer en público y lograr que otro la intérprete.
Claro que esa era nuestra tarea para el hogar, armar un argumento el cual cualquiera de nuestros compañeros pueda interpretar y, a su vez, el público, es decir, los otros integrantes del curso, se pueda sentir identificado.
Mi indecisión sobre qué poner en la respuesta se hizo más notoria cuando empecé a mordisquear la pluma, era un hábito que no me gustaba y, por eso mismo, solo lo hacía en la comodidad de mi hogar. Entre mordida y mordida una idea vino a mí, así que rápidamente comencé a escribir, era obvio que no iba a contar toda la verdad, pero un poco de ella no le iba a hacer mal a nadie ¿o sí?
°°°
—Señorita Emma, sería un gusto para nosotros que intérprete su tarea. Puesto que hoy no la hemos escuchado hablar mucho.— William Levy, un hombre de aproximadamente cincuenta años, con bigote, bastante bajo de estatura y con una barriga casi igual de grande que su ego. Estoy segura que esa hombre me odiaba, ya que si hablaba mucho me sacaba de la clase, si hablaba poco me obligaba a participar. Suena ridículo que continuarán haciendo esas cosas en la universidad, pero este hombre era y es capaz de todo.
—Señor William, será un placer dar a conocer mi respuesta.— Me paré de mi pupitre, el cual estaba justamente en el medio del salón y pasé al frente, todos me miraban extrañados, ya que no suelo pararme de mi lugar, pero era algo que el profesor había dicho al comenzar, todos deben interpretar delante de los demás.— Yo considero que nadie me conoce realmente, puesto que mi vida está sumergida en la desgracia y nadie parece notarlo.—Hice una pausa dramática y me arrodillé en el suelo, miré con los ojos hacia el techo y continúe.— ¡Oh Señor! ¿Qué te he hecho? ¿Cuál es la causa de mis males? ¿Por qué me diste está inseguridad que no me deja abrirme?—Comencé a llorar.— Yo solo quiero que me vean ¡A caso no soy digna de su conocimiento!
Al terminar me coloqué de pie e hice una reverencia, se qué las pocas lágrimas que habían caído y escuché algún que otro aplauso de mis compañeros. Miré fijamente al director esperando su respuesta.
—Tiene un ocho, me gustó su interpretación, pero no estamos en una novela mexicana. No resalte tanto su dolor, parece falso y queremos que se vea real.
Luego de la crítica me senté, pensé que iba a poner una nota peor, sin embargo era una de las más altas que había dado hasta ahora. Sin embargo, me gustó mi actuación, era digna de un premio.
Apenas comenzó la siguiente exposición sentí un piquete en mi hombro, el cual era cada vez más intenso. Ya sabía quién era su responsable, pero me gustaba no prestarle atención porque se irritaba. Cuando el piqueteo cesó, a los pocos segundos vibró mi móvil.
Abrí el mensaje que había llegado "¿Piensas darte vuelta?"
Sin contestar me giré hacia él, hacía Collin, mi único y mejor amigo, del cual hacía un par de meses comencé a enamorarme. Claramente, él no lo sabía ni devia saberlo, y yo estaba tratando de evitarlo con todas mis fuerzas. Pero era difícil no enamorarse de él, su cabello castaño y sus ojos verdes, sumado su cuerpo trabajado, eran un combo muy difícil para no caer.
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Editado: 13.05.2019