No te quemes

04

Trabajé hasta las doce llevando y trayendo tragos, soportando las quejas de algunos clientes habituales por la cantidad abrumadora de gente y, lo peor de todo, teniendo que simular que no estaba cansada. A decir la verdad, trabajar después de la universidad parecía una buena idea hasta que lo tenía que hacer. No veía la hora de tener que vigilar al chico, necesitaba estar sentada un rato, los pies me estaban matando.

Cuando se hizo la hora Rick me avisó y caminé hasta el cuarto donde el "peleador" se iba a quedar, hasta salir al cuadrilátero. Nunca había entrado allí, ya que muchos de los peleadores que venían aquí pedían que nadie los molestará. Así que, sería una experiencia totalmente nueva para mí.

Al abrir la puerta me sorprendí, pues esperaba ver una habitación de colores apagados con un par de sillas y una mesas, pero era todo lo contrario. El cuarto estaba pintado de un color rojo intenso, tenía dos filas de casilleros de color azul, una mesa larga con todo lo que iba a necesitar el chico, un saco de boxeo junto a una caminadora y varios sillones, que estaba demás decir que se veían extremadamente cómodos. Tomé una de las botellas con agua, que se encontraban apoyadas en la mesa, y me senté en uno de los sillones, tenía razón eran cómodos. 

Estaba jugando con mi móvil hasta que me llegó un mensaje de Max, quería saber cómo estaba el trabajo en el estudio. Siempre me sorprendió la forma en la que se alegró cuando le dije que trabajaba en un supuesto estudio de abogados, sabía de antemano que no le podía decir el verdadero lugar donde trabajaba, pues se pondría como loco. Él odiaba estos lugares porque, según él, todos sus clientes son uno delincuentes. Pero yo podía comprobar que eso era una mentira, pero Max nunca me escucharía, ya que él solamente se basaba en sus clientes para decir esto. 

Estaba muy entretenida hablando con Rick desde aquí y mintiendole a mi hermano, que el ruido de la puerta me asustó. Dirigí la vista rápidamente hasta allí y no podía creer lo que mis ojos veían. 

El peleador era demasiado apuesto, quiero decir, demasiado atractivo. Tenía la misma altura que Rick, o sea  que me llevaba como veinte centímetros de ventaja, sus cabello era de un color castaño casi rubio peinado hacia atrás y su cuerpo, se podía notar que entrenaba. 

Mientras yo lo miraba, él hacía lo mismo conmigo, estaba por hablar cuando Rick apareció detrás de él dándole dos palmaditas en el hombro. Nos iba a presentar.

—Trevor, ella es Emma.— Me señaló. —Emma, él es Trevor y lo vigilaras.— Ahora lo señaló a él.

Trevor caminó hasta donde yo me encontraba sentada y extendió su mano, la estreché con gusto. Me pareció un acto muy estúpido cuando los hombres saludaban a las mujeres con un beso en la mejilla y entre ellos se daban las manos.

—Así, hoy me vigilaras tu. Espero que esto me de suerte, si gano te quiero aquí siempre.— La voz de Trevor era gruesa pero no al punto de ser molesta, sino que parecía recién levantado. 

—Primero debes ganar, luego hablamos de si me quedaré o no aquí, campeón.

—Veo que se llevarán bien, pues entonces los dejo. Tengo que seguir en la barra.— Cuando Rick estaba por salir, se frenó en el marco de la puerta y me miró. —Recuerda lo que dijo el jefe Emma, nada de eso.

Me reí para ocultar mi nerviosismo, él sabía claramente que no me gustaba mensionar esas cosas en público, me ponía de lo más nerviosa e incómoda, pero sabía que lo hacía para molestarme.

Cuando me amigo se fue la sala quedó en silencio y se podía oír de manera muy clara los pasos que daba Trevor. Volví con mi móvil para contestarle a mi hermano, ya que no paraba de mandar mensajes enojado por haber visto su primer mensaje y no contestarle. Una vez hecho esto, miré al peleador.

Estaba vendandose los puños, me llamó mucho la atención ver que los tenía lastimados, muy pocas veces pelean con las manos lastimada, ya que duele el doble. Pero tampoco quería preguntar qué le había pasado, era un tema personal a mi parecer.

—Si quieres puede ayudarme con el saco, pero no me mires fijo. Parece que quieres matarme o algo.— No me miró cuando dijo esto, pero era obvio que me lo decía a mí. Sabía que mirar fijo a la gente molestaba, pero me gustaba ver a la gente prepararse para pelear, era como verme a mí preparándome para actuar.

—Lo lamento, es que me gusta ver cómo la gente se prepara. Me hace acordar a mi antes de salir al escenario.

—¿Qué haces? ¿Cantas?

—No, bueno a veces sí, pero actuó en pequeñas obras y en mi vida. Así qué, constantemente me estoy preparando para dar un show, si sabes a lo que me refiero.

—Claro, todos ocultamos cosas.— Se encaminó hacia el saco de boxeo y comenzó a golpearlo. Era ipnotisante el ritmo que seguía para golpearlo. Uno golpe, dos golpes, pausa, tres golpes, y volvía a empezar. 

Por mi gusto por los patrones no podía negar que me parecía algo extremadamente calmador oírlo.

El sonido de un mensaje entrando a su móvil, ya que no era el tono que yo tenía puesto, rompió con su ritmo, pero él no paró. Parecía que no quería leer el.mensaje ahora, ya que pronto volvió a retomar el ritmo que venía siguiendo.

—¿Solo vas a golpear el saco?— Yo creí que saltaban la cuerda u otras cosas más demás de esto, tal vez si seguía con esto todo el tiempo podía dormir un rato. Me reí internamente, me encargaban vigilar a alguien y yo sólo pensaba en dormir, era como esos policías mediocres de las series.

—Así empieza mi rutina. Si tienes algún problema con ello no me mires y listo.

No había dejado de golpear el enorme saco para contestarme, lo que hacía que su voz sonará pesada y me diera un poco de miedo. Me hacía acordar a la de mi padre cuando se enfadaba, a causa de esto guardé silencio.

Me quité las zapatillas que traía puestas, dejando a la vista las medias con pequeños perritos dibujados, y me puse a leer en mi teléfono. Sabía que no era algo apropiado, pero no podía soportar más esas cosas, me estaban apretando los dedos de una manera que me hacía, hasta el momento, casi llorar del dolor.




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