El camino de regreso a casa había sido más largo de lo esperado. Para cuando Nerea llego a la puerta del edificio donde vivía fue directo a las puertas del elevador en lugar de subir por las escaleras como acostumbraba hacerlo.
Tan pronto presionó el botón para llamar al elevador, su estómago gruñó reclamando comida con urgencia. Chasqueó la lengua molesta. Quizá el daño había sido más severo de lo que ella había supuesto y por ello su cuerpo seguía reclamando alimento para terminar de regenerarse. Miró la pantalla del elevador y al notar que un faltaban un par de pisos para que llegara, volvió a presionar el botón repetidas veces como si con aquella acción fuera a hacer que el ascensor llegará más rápido. Cuando por fin se abrió la puerta, entró feliz de ver el interior vacío, pero su felicidad se disipó tan pronto como observó a su vecino entrar detrás de ella.
Imploró a cualquier ser supremo que le permitiera mantener la mente fría por un par de minutos para no hacer algo imprudente, después de todo, ya había hecho algo innecesario un par de horas antes.
—Buenos días, Nerea —saludó Connor sonriente—. Es raro verte llegar a estas horas a casa —comentó observándola en silencio, estaba completamente llena de tierra, con su pantalón roto y manchado de algo oscuro. Intentó imaginar en qué clase de sitio había estado para traer esas pintas.
Nerea mordió su labio para intentar calmar su instinto que de a poco comenzaba a despertar. Cada centímetro de ella le gritaba que lo mordiera, que desgarrara su carne y saboreara esa deliciosa sangre que corría por el cuerpo del joven.
—Si… Buenos días —respondió mirando al lado opuesto de donde estaba él. Sabía que él la estaba observando, pero no quiso voltear por el simple hecho de saber que su apariencia resultaba más que intrigante como para agregar el hecho de tener a intervalos un fantasma negro cruzando por sus ojos.
—¿Está todo bien? —preguntó con un tono de preocupación acercándose a ella, no la conocía lo suficiente, pero si lo necesario para saber que actuaba aún más extraña del usual.
Ella asintió como única respuesta y miró impaciente la pequeña pantalla que indicaba en qué piso iban, aquellos segundos parecían eternos. Necesitaba salir de ese lugar cuanto antes.
Se recriminó mentalmente el no haber subido por las escaleras de emergencia que siempre estaban completamente solas.
Cuando las puertas se abrieron, ella salió del elevador sin siquiera despedirse del hombre. Corrió hasta la puerta de su departamento y tras abrir la cerradura con bastante torpeza, fue directo a la nevera para tomar una botella de plástico oscura que contenía sangre humana y sin tener la decencia de verter un poco en un vaso, tomó un largo trago directamente del envase. Un poco del líquido rojo se le escurrió por la comisura de la boca, el cual se limpió con el dorso de la mano, pero su estómago gruño nuevamente.
—Parece que no te conformarás solo con una bebida ¿verdad? —habló como si su estómago le fuera a contestar.
Regresó al refrigerador para sacar un gran trozo de carne cruda y la devoró en un par de mordidas, volvió a tomar un largo trago de su botella y la guardó en su lugar.
Caminó arrastrando los pies y se dejó caer con pesadez en el sillón.
—Ya debería haber aprendido a no hacer ninguna clase de idiotez —dijo al tiempo que se pasaba la mano por el cabello despeinándose—. Algún día terminaré metiendo la pata de más y tendré que volver a cambiarme de ciudad.
Miró el reloj que tenía en la pared, marcaba las once de la mañana. Agradeció que fuera domingo o ya habría perdido la paga de un día de trabajo, luego recordó las palabras de su vecino. Él había mencionado que era raro que ella estuviera fuera a esa hora, pero por más que lo pensaba no lograba entender que tenía de extraño el que llegara a casa cerca del mediodía en fin de semana.
—Quizá solo fue un comentario para iniciar una conversación mundana —comentó restándole importancia—. Solo espero que no haya visto algo anormal, los humanos suelen alterarse bastante cuando ven algo diferente.
Luego miró sus ropajes haciendo una mueca de asco.
—Mejor dejo para otro momento mis especulaciones sobre lo que pudo o no haber visto, que necesito limpiarme cuanto antes —soltó comenzando a despojarse de la ropa camino al baño y para cuando llegó a la bañera ya estaba desnuda.
Salió del baño solo envuelta en una toalla. Sólo se puso su ropa interior y sin tomarse la molestia de secar su cabello o terminar de vestirse se fue con calma a la cocina para tomar de nuevo la botella y se dirigió hasta su computadora, que estaba en la mesita de la sala, para comenzar con su labor. Aun debía de terminar un par de informes y planificar un viaje de negocios de su jefa.
Un par de horas más tarde terminó todo el trabajo. Se levantó estirándose y caminó hasta la ventana que estaba al fondo. Afuera, el cielo ya comenzaba a tornarse de un cálido naranja. Frunció el ceño.
—Demonios, el día terminó antes de que me diera cuenta, bueno, ya no hay nada productivo pueda hacer hoy —espetó molesta cerrando la cortina.
Encendió el televisor para mirar alguna serie o película que estuvieran transmitiendo en ese momento.
Su teléfono comenzó a sonar. Se levantó con pereza a buscar su celular, encontrándolo en el bolsillo del pantalón tirado en el piso.
—¿Qué? —respondió.
—Nera, ya tengo listo los documentos que me encargaste hace días, pero debo tomar un vuelo a Suiza pronto, así que pasé a tu casa a dejártelo. Estoy afuera, sal —dijo John al otro lado de la línea.
—¿Ahora en qué líos te metiste, John? —preguntó tomando lo primero que encontró solo para cubrirse lo necesario.
—Ninguno, no soy tan idiota, solo que un cliente importante me ha contactado y me es más fácil trabajar si estoy cerca de mi objetivo.
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Editado: 14.02.2022