Noches de diversión

Capítulo 12

Sábado 22 de abril, 12:15 a.m (Tercera noche)

Cuando sonó Moves like jagger tuve que levantarme a bailar, pero era mi lado ebrio el que se quería levantar... y ganó.

—¡Que no pare la fiesta! —gritó el muchacho de ojos cafés que estuvo hablando conmigo al principio de la noche, o durante todo el rato, la verdad es que no recuerdo.

Supe que debía parar con el licor cuando me senté en la silla después de bailar un gran rato, algo que jamás hubiera hecho si estuviera sobria, pero es increíble lo que el alcohol hace con nuestro cuerpo.

Me senté en esa silla solo para tener que levantarme de inmediato, corrí hasta el baño y vomité todo lo que había tomado hasta el momento, junto con la pizza de la tarde.

—¡Wow! —exclamó el chico de ojos cafés cuando me vio salir del baño—. ¿Estás bien?

—Pfff ¡claro! —dije sarcásticamente—. Vomité por diversión.

—Vamos —me dijo y me llevó a una silla diferente.

Apenas el chico se volteó, me levanté de la silla. Encontré a Shannon que estaba ebria, se podría decir que más que yo. Estaba algo más que ebria, tal vez drogada.

—¡Ale! —gritó.

Tratando de conectar mi cerebro con el resto de mi cuerpo le dije—: Shay, estás mal, vámonos.

—Pffff JAJAJA —se burló.

Me fui a sentar y miré a «ojos cafés», sus facciones me recordaban muchísimo a Andrew, mi ex mejor amigo, que por una razón que nunca mencionó se fue a Miami con su familia y no volvió.

Conocí a Andrew a los cuatro años, su mamá y la mía se conocían desde antes, por lo que la mayoría del tiempo él lo pasaba en mi casa mientras su madre trabajaba. Jugábamos horas y horas junto con Spencer y Benton todo lo que se nos ocurriera, desde ser guerreros hasta barbies. La mayoría de veces guerreros, porque los hombres siempre ganaban la votación.

Andrew me fascinaba cuando mamá empezó a cuidarlo, pero luego se convirtió en casi mi hermano y ya no me gustaba, o eso creía hasta esta noche.

—¡Hey! —le dije a «ojos cafés».

Él volteó y me recordó tanto a Andrew que lo besé, claro que me sorprendí a mi misma, pero lo más sorprendente fue que él respondió al beso.

Se apartó de mi y sonrió mostrando sus perfectos dientes. Sé que me tomó de la mano, pero luego no recuerdo nada, o tal vez sí, el auto azul oscuro.


 


Sábado 22 de abril, 11:07 a.m.

Desperté con dolor de cabeza, ya se estaba haciendo costumbre de todos los sábados por la mañana. Todavía no creo que mis sábados por la mañana despierte con resaca si hace más o menos siete años despertaba con todo el ánimo para ir a las reuniones de las niñas exploradoras.

Quisiera detenerme, volver a ser quien era antes, me amaba a mí misma y ahora solo me decepciono cada día un poco más. Con respecto a los estudios he bajado bastante mi promedio. He perdido la comunicación con Spencer y tiene toda la razón.

Todo esto me hace pensar en si debería volver o no a una de las fiestas de los amigos de Shannon, desearía tener valor para decir que no, pero se siente demasiado bien divertirse toda la noche, incluso aunque no recuerde nada al día siguiente, eso es lo que me dice que me divertí.

Las fiestas me han distraído mucho de la pérdida de mi madre, y tal vez suene como una adicta a las fiestas, pero creo que las necesito para no encerrarme en mi habitación deprimida y con ganas de morir.

Antes de que mi hermano mayor pudiera reclamar mi hora de llegada otra vez, decidí escribirle a Shannon para vernos en alguna parte. Respondió que nos podíamos ver en la heladería.

Cuando salí de mi cuarto para ir a bañarme me topé a Ben de frente, solo me sonrió y siguió su camino. No fue sarcástico diciendo «buenas tardes» ni me hizo una mala cara, simplemente sonrió como cualquier otro día por la mañana. O no se dio cuenta de que vine de madrugada o solamente esa fue su reacción.

Me puse una sueta negra con capucha, porque la luz del día me molesta demasiado y por suerte no estaba haciendo mucho calor. Logré evitar a Spencer, salí de casa y me puse la capucha para evitar la luz de camino a la heladería. De milagro, Shannon ya estaba ahí.

—No lo puedo creer —le dije.

—¿Qué? —preguntó.

—Llegaste puntual —señalé.

—Eso suena raro, mejor supongamos que tú llegaste extra tarde —dijo.

—Quiero hablar sobre anoche —comenté.

—¡Anoche! Fue genial verte disfrutando tanto de la fiesta.

—¿Qué? —pregunté confundida.

—¿Te duelen los pies? —cuestionó.

—¡¿Qué?! —dije otra vez.

—Por bailar, bailaste muchísimo anoche —contestó.

—¿Bailé? —dije.

—¡Oh mierda! —exclamó—. No recuerdas nada.

—No...

—¿Nunca recuerdas nada?

—Ehhh... no.

—¡No puede ser! ¿Por qué no me habías contado? —reclamó.

—Porque normalmente no hablamos de las fiestas.

—¿Por qué te gusta tanto ir si no recuerdas nada?

—Es una distracción de mi vida —respondí. Me dí cuenta de que aún tenía la capucha de la sueta puesta, así que me la quité.

—Un helado de vainilla y uno de fresa —le dijo Shannon al vendedor de helado. Conoce perfectamente mi sabor favorito.

—Mmmm —dije cuando tomé mi helado de fresa.

—Nunca he olvidado lo que hago en una fiesta, ¿qué se siente? —preguntó mi mejor amiga.

—Cambiemos de tema y hablemos sobre lo que quiero hablar.

—Bueno, dejamos el tema.

—Shay, te drogaste anoche. Eso es lo único que recuerdo, es la única imagen que tengo en mi mente de anoche y no estoy segura de si es real.

—Siempre lo hago.

—¡¿Qué?! —grité en media heladería.

—Shhhh.

—Shannon Margareth Thompson, necesito explicaciones.

—Alessia, no menciones mi segundo nombre nunca más —pidió—, y sí, lo hago cada fiesta de por medio, es lo mejor.

—Eso es sobrepasar el límite —le dije.

—No es sobrepasar el límite, es diversión. 



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En el texto hay: asesinatos, misterio, recuerdos

Editado: 11.09.2020

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