La tormenta afuera del aeropuerto tomaba fuerza a cada segundo, había sido repentina según los reportes meteorológicos se esperaba un aumento progresivo, pero al paso de varios días y no uno de golpe como el que sucedía ahora.
–Señores pasajeros, visitantes y transeúntes el reporte meteorológico nos acaba de informar que la tormenta que tenemos es muy peligrosa para los vuelos y la circulación; en estos casos el aeropuerto tiene la obligación de darles posada en sus instalaciones al igual que el uso de los servicios que dispone como los patios de comida, los locales comerciales y demás, pedimos atentamente la cooperación de todos hasta nuevo aviso de la policía la cual intentara llegar hasta nosotros para que el resguardo y la integridad de todos. Las salidas no están restringidas, pero tratamos de asegurar que su vida sea resguardada…– el discurso de millar de palabras se iba apagando mientras acababan con cada una de las opciones que tenía el padre de Saya.
–No creo que sea seguro salir, apenas puedo ver que hay afuera sino que es que la tormenta no lo ha cubierto todo de nieve– pensó el padre –tenemos dinero suficiente para comprar lo que necesitemos por unos días, aunque hasta eso ya debería de amenar el clima, pero…– iban y venían las palabras unas contradiciéndose con otras, posibilidades que buscaban más pros que contras.
Saya se escabullo mientras su padre se perdía en el millar de ideas para pasar la noche en el aeropuerto algo que se volvería inevitable. Revolvió su cuerpo dentro de una chompa gruesa que ya no necesitaría, el calor conjunto de los cientos de personas dentro del aeropuerto llenaba de un ambiente cálido con diversos olores que se mezclaban algunos agradables otros que prefirió aguantar la respiración hasta pasar.
“Daré una vuelta, no te preocupes” escribió Saya en un panfleto que había recogido del piso, sabía que si su padre se daba cuenta de su ausencia sería capaz de etiquetar una a una a las personas hasta hallarlo.
Acomodo su chompa alrededor de su cintura y marcho en búsqueda de algo que lo entretuviera o de conocer el aeropuerto, había cruzado por los pasillos tantas veces que conocía la ruta de memoria para tomar el vuelo, pero había lugares lejanos que quería visitar o le intrigaban, esta era su oportunidad no exactamente como él había querido, pero debía ser ahora o nunca.
Recorrió uno a uno los pasillos, paso por locales de comida de todo tipo, en especial comida rápida y comida de otros países que le intrigaban al punto de querer probarlas, pero no cargaba con mucho dinero apenas unas monedas que recogía del piso. Recorrió los locales de ropa y de recuerdos, asombrado por el precio desorbitante que tenía cada uno, precios demasiado altos. Al cabo de un par de horas con dificultad había recorrido el primer piso entre idas y venidas, a veces desorientado en su camino por el montón de gente que había ahí, gente de toda edad y nacionalidad, lo que se esperaría en un aeropuerto.
Escucho idiomas que solo había escuchado en televisión o internet, pero que cuando las escuchas en persona sonaban más fluidas sin el tipo que las traduce por encima.
Era la primera vez que encontraba una variedad muy amplia de gente, su padre siempre lo cuidaba de que se metiera en problemas, pero era algo inevitable, los prejuicios y el pensar de los mayores era algo que no entendía, cosas como ser recatado, ser educado, ser amable eran esenciales para una convivencia, pero había cosas que le parecían divertidas hacer, cosas que los adultos catalogaban como malo.
‘¿Quién decide cuando algo es malo o bueno?’ se preguntó así mismo mientras intentaba subirse en un pilar para orientarse ‘seguro esto es malo’ se dijo mientras escalaba lentamente ‘pero no es malo del todo estoy tratando de saber dónde estoy y a donde voy’
Al final Saya estaba sobre un pilar de publicidad de unos 3 metros de altura. La gente iba y venía cargando sus maletas, algunos hablaban entre ellos, otros comían y la mayoría discutían con una pobre mujer de traje abordándola con miles de preguntas, la pobre parecía estar siendo aprisionada por fieras que quieren arrancarle un buen trozo de su carne para quedar satisfechos. Hasta que por fin encontró unas gradas eléctricas al segundo piso, midió la distancia, localizo el patio de comidas y donde debería de estar su padre asustado por su ausencia.
‘Estarás bien’ dijo susurrando al aire esperando que su padre lo escuchara.
Saya bajo lentamente al ver la mirada de unos guardias de seguridad que se iban acercando a él, pero el apuro le paso un precio por su travesura, su pierna resbalaba del soporte donde debía de apoyarse para bajar, estaba a unos dos metros por encima del suelo cuando aquel movimiento había marcado su caída inminente.