Norte

XXII

Saya seguía esperando el autobús a casa, la tormenta aumentaba de fuerza y la parada en la intemperie no era una muy buena opción, no quería gastar dinero en un taxi, desde donde estaba a su casa le cobrarían una pasta incontable y a esta hora los trenes están repletos cosa que no importaría si él no hubiera perdido por quinta vez su tarjeta de tren.

Estaba cansado quería llegar a casa comer algo precalentado y dormir si fuera posible, dormir esta vida y la otra.

Ela llevaba puesto un abrigo grueso uno que guardaba en la sala de danza en el locker para estas ocasiones donde NEW YORK la sorprendía con el frío que podía helar los huesos necesitaba tomar el autobús de inmediato, aunque el abrigo le triplicaba en su contextura seguía sintiendo demasiado frío.

Un fuerte viento la empujo, estuvo a punto de caer seguía arremolinándola entre sus girones cuando vio la los faros brillantes del autobús debía tomarlo ya, si quería salir del maltrato de la naturaleza.

Saya miró su reloj se hacía tarde y la oscuridad empezaba a engullirlo todo, aunque las luces trataban de iluminar su alrededor, la nevada y la oscuridad habían hecho un pacto para volver difícil todo lo que pudieses ver.

Ela apenas notaba el camino a su alrededor se sorprendía de la habilidad del conductor para guiarse a pesar de la espesa nieve que los rodeaba.



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En el texto hay: historia corta, aventura, ambivalente

Editado: 27.05.2021

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