Emma.
“No puede seguir atrasándose con los pagos señorita Williams o nos veremos en la penosa tarea de embargar la pastelería”. “Lamentamos su situación, pero no es nuestra culpa. Usted pidió un crédito el cual le fue otorgado y tiene que honrar la deuda, así son los negocios, espero que entienda”
Eso forma parte del amable discurso que recibí en el banco esta mañana, ¿qué esperaba?, a ellos no los mueve la compasión, sino la avaricia. Todo es un negocio, lo único valioso es el dinero, eso me lo terminó de confirmar el prestamista a quien le di la preciada cadena la cual era un tesoro de mi madre en un momento de absoluta desesperación, y aún me quedan dos giros plagados de intereses los cuales debo cancelar para que la prenda me sea devuelta o la venderá.
No sé qué me duele más, si perder esa preciada joya, no por su valor monetario, sino por su valor sentimental, o perder esta pastelería que tanto esfuerzo me costó. Un esfuerzo que pese a que fue arduo, también fue cargado de sonrisas y sueños con la esperanza de un futuro mejor.
Recuerdo que en aquel tiempo tenía la ridícula idea de que este lugar cambiaría mi vida para siempre, soñaba como la tonta amante de las novelas turcas que soy que un galán muy guapo entraría y al pedir uno de mis deliciosos postres quedaría flechado por mí, qué ilusa. Cupido solo le lanza mis flechas al hombre equivocado, está sobrevalorado el angelito del amor ya que en realidad posee una pésima puntería, por lo menos conmigo ha sido así.
Un novio me ha salido peor que el otro, aunque claro, no es como si hubiese tenido tantos, solo dos y el último fue el desastre total. El muy granuja huyó de mí porque mi vida tenía demasiados problemas y él no podía con tanta carga negativa a su alrededor. Eso era la enfermedad de mi madre para ese engendro del mal, una carga negativa.
Como lo mejor es lo que pasa, porque al final todo tiene un porqué y una enseñanza, he aprendido a agradecer que ese ser haya mostrado su verdadera cara; un hombre así no merecía a alguien como yo. Soy una creación divina, proyecto luz y merezco luz; ¡ja!, las clases de yoga han servido para mucho, aunque a veces recuerde a esos malos hombres que se han cruzado en mi camino, desde los idiotas jugadores de fútbol del colegio hasta mi último ex y me entran ganas de meterlos dentro de un horno a todos para que sientan algo del dolor que me causaron.
—¿Qué te ha hecho esa pobre masa para que la trates de esa forma? —llevé una mano a mi pecho después de pegar un pequeño grito debido al gran susto que me causó mi amiga.
—Por Dios, Molly, no puedes asustarme de esa manera. Si no me matan las deudas y el estrés, lo harás tú. —mi dulce amiga se rió colocando frente a mí otro lote de moldes para tartas. —Gracias.
—No hay de qué, mejor dime, ¿por qué estás así? —respiré profundamente mientras comenzaba a porcionar la masa para cubrir los moldes de las que serían unas futuras y deliciosas tartaletas de fresa.
—Lo mismo de todos los días, las deudas. El gerente del banco me regañó esta mañana como si fuese el director de la secundaria.
—¿Y el prestamista? —sentí como mis ojos se cristalizaron ante eso.
—Tengo un mes para cubrir los dos giros que me faltan o va a vender el collar de la abuela. Mi madre no estaría feliz con eso. —pestañeé varias veces porque no me gustaba estar triste si horneaba. Todas tus emociones las absorbe la preparación, o al menos eso creía yo.
—Es un rufián ese viejo. ¿Qué piensas hacer? Puedes tomar mi sueldo, estaré bien por un mes. —negué de inmediato, sintiéndome agradecida.
—Te lo agradezco mucho, de verdad, pero no puedo aceptarlo. Algo tiene que pasar, encontraré alguna solución. —pronuncié con firmeza siendo fiel creyente de que así sería.
De todos modos si no lograba conseguir nada me mudaría a este local. En mi pequeña oficina cabe una cama. Trabajaré más de ser necesario, haré lo que sea para no perder ni el collar ni mi pastelería.
—Emma debes dejarte ayudar alguna vez, sé que puedes lograr lo que quieras y sé que intentas demostrártelo siempre, pero también tienes personas que nos preocupamos por ti. —asentí caminando al refrigerador donde estaba la crema pastelera para ir rellenando las tartas que ya había sacado anteriormente del horno, mientras metía las nuevas.
—Lo sé y no sabes cuanto lo agradezco, solo te pido que me entiendas. Tengo tantas deudas que no soporto una más, así sea sin exigencias de pago, porque de igual forma sabré que debo ese dinero y me sentiré peor. Me estoy ahogando Molly, trato de ser fuerte, pero te juro que no puedo más.
Sin soportarlo otro segundo me rompí, lloré por todo. Lloré por mis miedos, mis frustraciones, mis sueños rotos y mi tonta fragilidad que no se va. Los brazos de mi amiga me envolvieron con dulzura, acompañando mi dolor en silencio, el cual era interrumpido por algunas frases de aliento.
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Editado: 12.08.2023