De: Maddie Fierman
Para: Dave Stradowsky
A: 768 W. Hamburg St. Baltimore, Maryland
3 de enero de 2014
Hola de nuevo:
Quizás esto te parezca raro —admito que en parte lo es— pero por favor sigue leyendo.
Se que en un momento de nuestra relación te había dicho que quería un tiempo, tú me habías dicho exactamente lo mismo. Pero un día por la mañana tumbada en mi cama, observando el techo de mi habitación, comencé a pensar en ti y en los pocos pero hermosos momentos que habíamos vivido juntos. Allí fue cuando comprendí que no podía permanecer un día sin estar junto a ti, ese día, 30 de octubre volvimos a estar juntos por segunda vez.
Hoy, luego de dos años mi cerebro volvió a pensar en ti y, ¿Sabes a que me ha llevado eso? A tener la necesidad de saber de ti, de escribirte, de hablarte. Pero en estos años jamás he sido lo suficiente valiente como para volver a saber de ti, quizás por miedo a saber por que me has abandonado, o por miedo a que me dijeras que no querías volver a saber de mi. Tú siempre has sido el que no tenía miedo de hacer las cosas a pesar de que no salieran como esperabas, ese siempre has sido tú, no yo.
Tu bien sabes que soy algo así como chapada a la antigua, prefiero las cartas escritas a mano antes que un correo electrónico, prefiero las charlas cara a cara antes que las charlas mediante un aparato electrónico. Es por ello que he decidido comenzar a escribirte una serie de cartas —Aún no sé si te las enviaré— estarán destinadas a ti, con la última ubicación que tengo de ti en Maryland lugar en el que se encuentra la casa de tu abuela. Una vez mas no he sido lo suficientemente valiente como para dirigirme a esa dirección y preguntar por ti, preguntar porqué te has ido. Preferí quedarme con la duda. Un gran error por si te lo preguntas.
Luego de que tú desaparecieras tanto de mi vida como del pueblo he perdido todo rastro de ti, mentiría si dijera que no te he buscado en las redes sociales, porque pues si, lo he hecho, y he fallado, no he encontrado absolutamente nada, ni de ti, ni de tu familia, es como si se los hubiese succionado la tierra.
No se si seré lo suficiente valiente para enviar dichas cartas, pero aún así debo confesarte que últimamente he notado que escribir me ayuda a desahogarme, a decir aquellas cosas que jamás he podido decir en voz alta, aquellas cosas que tan solo mi cerebro y mi voz interior saben. Es así que, si en un futuro llegas a recibir una carta —o varias, nadie sabe— a mi nombre, por favor léelas, si quieres no tienes porqué responder, pero por favor léelas.
Atte: Maddie