Bueno, ahí estaba yo
vomitando frente a mi antigua escuela
donde me inculcaron valores
y no pude ser un asesino.
Vomitaba un líquido blanco,
transparente,
luego paré,
me repuse,
respiré un poco
y sentí que de nuevo venia ese líquido
pasando por mi esófago,
lo saqué todo.
Me sentí miserable,
la gente miraba.
Me repuse y fui a sentarme al parque,
ahí había otros como yo
solo que ellos eran más viejos.
Esperé un tiempo,
luego se me acerco una señora
y me leyó la palabra
y yo escuchaba y asentía.
Ella no sabía nada,
quiero decir, nada de nada.
Luego se fue,
tambien yo.
Sentía mis tripas tan desconcertadas
y caminé, era de mañana,
pensé: bueno, uno no sabe cuándo tiene que sacarlo todo.
Y morimos así,
cobardes,
con el miedo en las entrañas
y nuestras últimas palabras.