Cuando yo muera
habrá luz de luna —tal vez—
y gatos maullando
y perros aullando.
El chillido fúnebre de los columpios
será la melodía perfecta de mi deceso.
Cuando yo muera
probablemente una mañana
probablemente una noche
o tarde
muy tarde
no habrá más arte
y el reloj con su sonido estúpido
dirá que aquí nada ha pasado.
Cuando yo muera
bichos se posarán en mi caja
felices al menos
de que esté muerto.
Mirlos entristecidos
gente entristecida
y un poeta —al menos—
muerto dentro de una caja.
Gente me mirará
y algunos dirán: que pena, se fue.
Otros dirán: el no se merecía esto.
Pero claro que me lo merecía
todos nos lo merecemos.
Y así sin más
bajo una sombría tarde
seré enterrado junto a los otros:
aquellos viejos que pelearon
y aquellos que no.
Todos allí finalmente
en el vacío, olvidados.