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Capítulo 10: "♫La capital de los zorros♫"

En los tan hermosos como cercanos valles del reino de Shion, se encontraban nuestros tres viajeros: la futura reina Léa, el primer catalizador de la familia Reverse que ha logrado sumarse a esta épica trama prácticamente de milagro, y la exitosa catalizadora dueña del apellido Lux, quienes ahora mismo se encontraba apenas sacudiendo sus vestimentas al aire, ya que la caída al lago había mal logrado sus ropas, así que necesitaban librarlas de la humedad lo más pronto posible, pero como la heredera al trono no deseaba comer ansias, decidió que lo mejor era retomar el camino mientras tanto.

—Pero su alteza… aún están muy mojadas sus prendas —le dijo la más baja del grupo, quien había ido a buscar ramas para prender una fogata y así obtener mejores resultados para sus acompañantes, a lo que Alik, sin saberlo, sentía cierta compasión ante el esmero que le ponía Iris para cuidarlos, de ahí que surgía la cara de incomodidad que ahora mismo mostraba, pero no se atrevió tampoco a ayudarla por la vergüenza que eso implicaba, mucho menos intentó convencer a la princesa como ella misma lo hacía.

—Eso no será un impedimento para nosotros, ya que, gracias a este agradable clima, podemos esperar a que nos sequemos en el transcurso —insistió, y con un dedo estiró un poco su prenda empapada, mostrando una vez más ese positivismo que la caracterizaba; su intrépida actitud empezaba a traerles ciertos problemas.

—Pero princesa... —contestó de mala gana la pelinegra.

—Déjala, no creo que la convenzas —mencionó el chico, quien ahora mismo le daba la espalda, evitando que así viera su rostro, el cual mostraba algo de descontento, no por la situación, sino porque se sentía disgustado al tratar de ser cortes con Iris, ya que hasta ahora no habían hecho más que pelearse. No obstante, no es como si ella no notara este comportamiento inusual, es por ello que lo miró tan solo un momento, ya que luego fue interrumpido su análisis por Léa.

—¡Eso es, Alik, tú sí que me entiendes! —rio con fuerza la princesa, quien ahora le daba unas fuertes palmadas al alto y atractivo muchacho, las cuales lo hicieron inclinar inesperadamente hacia delante por la potencia que ponía su majestad sobre el torso de éste, lo que produjo una sobrecogida sensación al chico.

—¡Casi me matas de la impresión! —dijo calmándose en un corto lapsus, pero Léa siguió riendo, y los otros dos se sumaron más adelante a su expresión hasta que ella se quejó un poco por un dolor inoportuno.

—¿Qué sucede? —preguntó alarmado Alik, quien ahora buscaba la fuente de su malestar.

—¿Te encuentras bien, Léa? —se asomó por un lado la joven de ojos azules.

—Sí, lo siento —la princesa bajó la mirada, la cual contenía algo de angustia, pues al observar más detenidamente, se podía notar que su pie estaba un poco rojo e hinchado—. Creo que me golpee con alguna roca o algo así al caer en el lago —notificó ella cerrando los ojos.

—¿Crees poder caminar? —la interrogó preocupada Iris.

—No lo sé —le respondió con duda.

—Sube —Alik, ni lento ni perezoso, se arrodillo frente a ella, le dio la espalda, e hizo el ofrecimiento de cargarla.

—Pero Alik —argumentó la princesa—. No creo que sea apropiado. No es lo mismo que tires de una carreta a que me lleves en tu espalda. No cabía duda, no era lo mismo tirar de una carreta que ser llevado a cuestas, ya que implicaba un menor esfuerzo lo segundo, e Iris sabiendo esto, no pudo evitar juzgar mal a la princesa, más que nada por su abuso de poder. No obstante, su mala cara no pasó desapercibida y terminó por llamar la atención del dúo, quienes no esperaron para mal interpretar su gesto.

—¿Y a ti qué te aqueja? —le preguntó entrecerrando los ojos Alik.

—¿He? —expresó sin entender y rescatándose del hecho sin darse cuenta.

—Parecías estar angustiada por lo que propuso Alik, Iris —sonrió ampliamente Léa, quien no se esforzaba ni siquiera un poco para cubrir su alegría desbordante.

—¡No es eso! —exclamó poniéndose roja de repente debido a la vergüenza.

—¿Entonces? —volvió a interrogarla la heredera, quien ahora la observaba con extrañeza.

—Nada, no es nada —movió sus manos en forma de negación junto a su cabeza.

—No nos hagas perder el tiempo entonces, pequeñaja, tenemos un asunto importante que tratar, y la princesa ahora mismo está indispuesta, por lo que nuestra misión ahora pesa más sobre nuestros hombros, así que tenemos que la obligación de dar más de nosotros mismos —el poseedor del apellido Reverse, por un momento sonó convincente, e incluso, digno de admirar, no obstante, él no tardó nada en romper ese encantador momento—. ¡En especial un caballero como yo, quien debe darlo todo por su amada! —cerró sus ojos con gran dramatismo, pero ambas se observaron: Léa le mostró una sonrisa un poco torcida, dando a entender que le causaba tanto gracia como pesar, en cambio, Iris, le demostró al poco tiempo que le frustraba el carácter de su contrario, pues se llevó una mano sobre su rostro a la vez que soltaba un potente suspiro.

—Solo súbete Léa, es para que podamos seguir de una vez —rogó Iris fastidiada.

—Está bien —respondió con simpleza la rubia, e hizo lo esperado. Es así cómo continuaron con su recorrido. A partir de aquí, y pasados al menos treinta minutos, la hierba más cercana a ellos, comenzó a soltar una melodía rítmica que pertenecía a una guitarra mezclada con algún que otro instrumento, la cual traía un animoso tránsito a nuestros heroicos personajes. En unas horas más, las tierras prontamente cambiaron su aspecto, e indicaron así que la falta de abundante vegetación, sumado a la aparición cercana de un elegante palacio de mármol con un decorado celestial, daba por hecho que ya a escasos pasos se encontraba la capital de Legizamon.




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