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Capítulo 64: "♫Quedate conmigo♫"

Hay cosas que nos afectan con tanta profundidad, que parece que las palabras que nos dijeron o los golpes que nos dedicaron, resuenan en forma de eco como si estuviéramos en una cueva honda y oscura. Así de desdichado se sentía Zaid al escuchar que sería la paloma que se encargaría de dar ese destructivo mensaje, y es por ello, que al percatarse de esto Belfry, pero además, entendiendo la gravedad del asunto, él dio un paso adelante para ofrecerse a cubrir el lugar del desafortunado zorro.

—Dejame ir a mí, majestad, yo puedo hacerlo sin problema, además, Zero tiene otros deberes —pero Hakim lo detuvo en pleno discurso, para dirigirle una feroz contestación.

—El único papel que debe desempeñar este individuo, es escuchar mis órdenes por más descabelladas que resulten —alegó entre cerrando los ojos.

—Pero su majestad… —sin embargo, el peliblanco le gritó.

—¡Nada de peros! —este llamado de atención hizo que el muchacho se encogiera en su lugar, y que finalmente, cerrara la boca—. Ahora, te dirigirás al sitio en el que se encuentran esos pelmazos, y les informarás que una guerra será desatada por mí. Diles que se preparen, porque será una tremenda batalla que involucrará al mundo entero, y que nuestro encuentro final se perpetuará debajo de la sombra de aquel magnífico Árbol que se encuentra en las montañas de Ismael.

A pesar de que Zaid fue golpeado por unos tristes sentimientos en su pecho, la decisión de cumplir el pedido de su hermano se veía en su rostro, así que asintió ante él luego de hacer una leve revencia, y desapareció de la vista de Hakim.

—Eso fue muy cruel, amo. Ellos siguen siendo sus amigos —lo reprochó con cierta desconfianza, pues sabía que el regaño le sería devuelto.

—Él no puede pensar por sí mismo, está debajo del hechizo de Samael, y aunque él estuviera consciente (cosa que creo poco probable) seguiría sin importarme —aseveró el rey de los zorros.

La afirmación del hermano de Zero, le dio una puntada en el corazón a éste pobre lobo de agua, quien bajó la mirada indignado por no lograr hacer nada para minimizar el sufrimiento del otro heredero. Mientras tanto, Samael, quien estaba un poco más alejado de ellos, se dijo a sí mismo.

—Una guerra pondrá las cosas mucho más interesantes, ¿no? —miró la esfera de cristal, la cual ahora reflejaba la expresión de valentía de la rubia—. Sé que opinas lo mismo… mi querida princesa Léa —una risa sonora se escuchó entre las sombras de un mundo ya extinto, pero en cuanto ésta acabó, nos topamos con un cambio de escena, en el cual el resto del grupo de la heredera del reino de Shion aparece.

—Hay que apresurarnos para llegar a las tierras de Segmug; no sé cuánto más resistirán las valkirias que están bajo mi tutela —informó Kaki con apuro en lo que abría de nueva cuenta la puerta que conectaba el mundo de las hadas con el pueblo de Acutis.

—Le agradecemos todo lo que ha hecho por nosotros, rey Meos —Léa bajó su cabeza en agradecimiento, y lo mismo hicieron sus demás compañeros.

—No hay de qué. Sin embargo, tengan mucho cuidado. A partir de ahora las cosas se tornarán un poco más temerarias —les hizo saber, y asintiendo rápidamente, Léa procedió a atravesar con sus demás camaradas el portal a las corridas.

Entre unos sonoros ruidos de zapatos y botas, junto al tintinear de una armadura, nuestros héroes regresaron al pueblo de Acutis, en donde se encontraron con unas sufridas valkirias, las cuales se empezaban a desvanecer por el sobre esfuerzo de mantener con vida a las salamandras.

—Hemos llegado tarde —dijo con angustia Kaki, y entonces Diamant se adelantó a sus amigos.

—¿Diamant? —preguntó con confusión Léa.

—Yo me quedaré aquí nya —ella tomó su guitarra y se posicionó lista para usarla—. Ustedes vayan a Segmug nya, yo me encargaré de esto nya —les pidió a sus amigos.

—¿Qué harás Diamant? —preguntó Iris.

—¡No lo sé nya, pero creo tener una idea nya! —dijo con una gran sonrisa al voltear hacia sus amigos, y volvió hacia esa gente que estaba tan asustada como débil—. ¡Pero confíen en mí nya! —mencionó decidida.

—Ah, no deberías hacer cosas que… —se iba a quejar Alik, pero fue parado por Léa, quien puso su brazo en medio.

—¡Bien, confiamos en ti! ¡A la carga chicos! —la princesa se giró hacia sus compañeros, y estos asintieron, excepto Kaki, quien al parecer se iba a quedar en la aldea.

—¡Mucha suerte! —les gritó la líder de las valkirias en lo que se alejaban, y ésta luego derramó su atención hacia Diamant—. ¿En verdad crees poder manejar la situación tu sola?

—Sólo queda averiguarlo nya —fue allí que empezó a tocar su chacarera a un ritmo extrañamente embelecedor. Los sonidos de las cuerdas calmaban el corazón, pero también, mostraban luces ilusorias que tenían que ver con una gama muy variable de tonos, por lo que fue allí que una cantidad de hilos salieron de su instrumento, para así tocar a las camaradas de Kaki, quien observaba impresionada. De pronto, aquellas mujeres guerreras que se estaban dando por vencidas (contando también a las desfallecidas) se recobraron, retomando así nuevamente su lucha por mantener con vida a las salamandras.




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