El nacimiento de los mellizos parecía ser lo más tranquilo que había pasado en mi día. Desde la conversación con Julia y la decisión tomada, a pasar parte de mi mañana con mis manos siendo estrujadas por Drea, hasta el mediodía donde pensé que podría almorzar en paz. Penosamente no fue así, la alarma de misiones sonó alto y claro, y en lo que salía para dirigirme hacia la zona de encuentro, recordé que yo ya no era parte ni de eso.
Así que, en lo que las camionetas se iban, con mis amigos ahí dentro, yo solo los vi desaparecer entre los árboles con los brazos cruzados y esperando lo mejor. Mientras yo tenía mi situación decadente, no significaba que me olvidaba de los problemas reales fuera de la ciudad y nuestra burbuja de seguridad.
Suponiendo que hasta Sue Lee había ido con ellos, el resto del día me quedaría libre también, algo que hubiera celebrado de no ser que no tenía nada que hacer. Mi hermana estaba en la escuela todavía, volver al departamento era tentador, pero no la mejor opción, y gran parte de mis amigos se habían ido en la misión. Sólo pude bufar y acercarme al mercado para poder conseguir algo que almorzar.
Ignoré los ojos curiosos, agarré el primer plato con comida que encontré, y en lo que la mujer del stand me servía la porción, la única interacción que compartimos fue levantar el cucharón y yo deslizar un billete que tenía en mis jeans para pagarle. Le agradecí en un susurro y ni la miré al irme. Era más fácil de ese modo.
Me terminé sentando unas bancas en el centro de la ciudad, disfrutando de la pasta casera que había comprado sin ver y también me dejé bañar en el sol de ese día. La calidez en mis poros, el barullo de la gente de fondo en un volumen suave contra mis oídos, e ignorando la atención que mi presencia demandaba en la ciudad; pude respirar un poco más tranquila de lo que habría pensado pocas horas antes. Me había olvidado de esos pequeños momentos en las madrugadas que me tomaba, tenía que recuperarlos de las maneras que fueran.
Incluso cuando terminé de comer y devolví lo que había usado para comer —tratábamos de reciclar todo lo posible, con lo cual plásticos ni nada descartable podría ser usado—, volví a dónde estaba y me acosté en la banca, un brazo sobre mis ojos para no cegarme, y relajé todo mi cuerpo.
No debieron ni ser cinco minutos de paz antes de que escuchara unos pisadas cerca de mí.
—¿Ya te cansó el hacer nada o qué?
Tuve que parpadear al querer mirar a la persona, el sol directo en mis ojos no permitiéndome ver. Adiviné quién era por el tono burlón y no pude no sonreírle de costado.
—No es justamente la nada lo que me cansó —respondí, logrando que Marla se riera. Me senté en la banca para dejarle un lugar—. ¿Te pasó algo que te quedaste acá en lugar de ir con el resto?
Ella meneó la cabeza.
—No podemos dejar la ciudad desprotegida. Algunos tuvimos que quedarnos y yo me ofrecí —contestó, acomodando su pelo oscuro en una coleta—. No habíamos tenido una misión en semanas y al ser la primera después de lo de...
Su mano gesticuló como si buscara la palabra adecuada, y sabiendo a qué se refería, no me sorprendía ser de las pocas que se acordaba el nombre del cuñado de Drea.
—Javier.
—Sí, Javier, lo siento. Mi anomalía sirve mucho cuando me pasan estas cosas —me miró de soslayo con una sonrisa burlona—, pero contigo siempre voy a quedar mal en ese sentido.
Su comentario me hizo largar una carcajada.
—Tranquila, no voy a mencionarlo.
—Voy a tener que confiar en tu palabra.
En lo que ella se reía también, al inclinar la cabeza hacia atrás, pude ver en su cuello una cicatriz bastante peculiar y que, por lo dañada que tenía la piel, supuse que podría haber sido por Javier. No iba a preguntar por qué no terminó tratándosela, y además de acordarme como había cedido su lugar a otros heridos para ser tratados, estaba segura de que podría habérsele pasado de largo.
Habré estado mirando mucho, no sólo porque la noté mirarme, sino también porque se "rascó" el cuello justo tapando la cicatriz.
—Así que escuché que Sue Lee te entrenará en persona... —cambió de tema, sonriéndome con emoción. En su mirada vi cierta admiración por mi exlíder—. Penosamente, debo admitir que no tuve el coraje de presentarme como voluntaria para pelear contigo, francamente me harías cenizas y yo dependo de mi anomalía más de lo que me debería gustar.
Suspiré con pesadez y mostré mis guantes.
—No eres la única —sus facciones se habían fruncido en confusión al ojear la tela que rodeaba mis dedos—. Voy a tener que empezar a depender de otras técnicas más que enojarme y hacer estallar todo.
—¿Eso te...? —se mordió el labio inferior al interrumpir su pregunta—. ¿Eso te saca tu anomalía?
—La eclipsa lo suficiente como para no salir de mí, pero... —desaparecí mis dedos frente a ella menos el del medio—, no significa que no pueda usarla dentro de mí.
Entrecerró sus ojos por mi gesto y empujó mi mano, peleando la risa que yo dejé salir. Mi mano volvió a la normalidad en lo que la miraba.
—¿Acaso eso te hace tener ganas de entrenar conmigo? —quise saber—. Estaríamos en el mismo escalón, tu anomalía no me afecta, y la mía no puede ser usada.
—Puedes desaparecer y patearme la retaguardia.
—Divertido, pero soy justa en la hora de entrenar —señalé, algo que la hizo sonreír y encogerse de hombros.
—De haber sabido esto, me hubiera ofrecido —dijo y palmeó sus manos—. De no ser que ya tienes una voluntaria, iría a hablar con Sue Lee.
Me giré hacia ella al tomarla del hombro.
—¿Hay una voluntaria?
Me palmeó la rodilla antes de levantarse.
—Voy a dejarte la incógnita para que te sorprendas —me guiñó un ojo y señaló por detrás de ella—. Tengo que volver a mi puesto, fue lindo verte fuera de vuelta y espero que estés contenta con tu nueva rival.