Savannah Smith:
Por fin, sonó el timbre de la finalización de clases.
Estaba andando para salir, ya que debía hablar con mi padre.
— ¡Savannah, espera que voy contigo! —escucho la voz de alguien, decir a mis espaldas.
Es Félix, me paro, y le miro con una interrogante. —Emily me dijo, que no vives muy lejos de donde yo. Así que he decidido acompañarte, espero que no te importe.
Niego con la cabeza, y nos ponemos a andar uno al lado de otro.
Salimos fuera, y el autobús escolar está esperando.
— ¿Vas a ir en autobús?- me pregunta, niego con la cabeza.
— Voy a ir andando.
— Pues te acompaño. — me encojo los hombros, solo me ronda por la cabeza de que querrá hablar mi padre conmigo.
Andamos por una acera, giramos hacia la derecha, y esperamos a que el semáforo se ponga en verde.
El silencio de los dos, es un poco incómodo.
Miro a Félix de reojo y no deja de mover el pie frenéticamente, lo veo abrir y cerrar la boca, sonrío un poco, no había visto a alguien tan nervioso.
Puede que sea, porque no suelo juntarme con mucha gente. Me considero un poco asocial, pero eso no me molesta.
—Y dime... ¿Sueles estar solo con Byron y Emily?— su pregunta me extraña.
— Si, son mis mejores amigos. Son gente de fiar, no son personas falsas, que te darán la espalda cuando todo vaya mal. — con él tenía un poco de facilidad al hablar, pero no me fiaba mucho de él que digamos. Cuando conozco a alguien nuevo, suelo desconfiar. Me cuesta mucho abrirme a los demás, creo que a eso se debe que Emily y Byron sean mis únicos amigos a día de hoy.
— ¿Por qué todos te miran, extraño? ¿No te importa lo que lleguen a pensar de ti? — me preguntó, no entendía como me podía hablar con tanta confianza. Como si no pasara nada, normalmente la gente es un poco reticente a la hora de hablar conmigo, se muestran con miedo. Pero Félix es un poco diferente de los demás.
—No te importa. Y no me importa cómo me miren. — le respondo de manera seca.
El se queda callado, y me mira.
— Eres muy fría, ¿No te lo habían dicho antes?
—Y tú eres muy hablador, ¿No te lo habían dicho antes? — repetí su pregunta, pensé que le había sacado de quicio pero no era así.
Sus ojos morenos, se clavan en los míos y de sus comisuras se asoma una sonrisa.
— Si, me lo habían dicho. Pero no es algo malo, de vez en cuando es bueno abrirse, a conocer a gente nueva.
—Sí, claro. Eso es absurdo.
— ¿Por qué, piensas eso?— me pregunta.
—Es obvio. Si te abres demasiado a los demás, en cualquier momento se puede usar todo eso en tu contra. La gente, disfruta de los cotilleos, y de pisar a los demás a su paso.
— No todos. Si eres tan fría, y te da miedo arriesgarte a conocer a la gente, no podrás vivir la vida de una manera plena. — lo decía con una naturalidad, que me extrañaba. No nos conocemos de nada, y estamos teniendo una conversación muy rara.
—Pero, ¿No crees, que es inevitable tener miedo? Todos le tenemos miedo a algo, y ser fría es una manera de protegerte de la gente que te quiere hacer daño. —no sabía, a qué venía todo esto. ¿Por qué le contaba todo esto? ¿Por qué me sentía a gusto hablando con él, si solo nos conocíamos de hoy?
—O también, es una manera de destruirte. —contradijo.
Miré al frente, y me percaté de que ya había llegado a mi casa.
-—Gracias, por la compañía. — me giré, y ande hasta la puerta de casa, saqué las llaves de la mochila, para entrar.
— Savannah, ¿Me das tu número? Ya sabes para contactar. — le miré sobre el hombro.
-—Tendrás que ganarte mi número. Lo siento, pero no doy mi número a desconocidos. —le dije.
—Pero, yo no soy un desconocido. — Se rascaba la nuca. — Somos ami...
— No lo somos. No te has ganado mi amistad. — se queda mirándome con los ojos abiertos. — Lo siento, pero no soy de las que confían con facilidad.
***
Después de haberle dicho eso, entre en casa.
— ¡Ya estoy en casa! — grité, para que se me oyera.
—Tu padre, te está esperando en la cocina. — oí la voz de mi madre, distorsionada, estaba en el baño.
Entre en la cocina, allí se encontraba mi padre.
Dejé la mochila encima de la mesa de la cocina, y me senté en una silla enfrente de él.
— ¿De qué querías hablar, papá?— le pregunto, el levanto su vista azulada, se notaba nervioso.
—Iré al grano. — le escuché tragar.
—Ok.
— ¿Podrías, decirme que recuerdas de esa noche?—me tensé, no quería recordar nada.
-—Prefiero, no recordar. —me tomó de la mano, y me miro.
— Debes intentarlo, la policía está haciendo lo posible para encontrarlo. Y puede que seas tú, la única que pueda saber cosas, que podrían llevarnos hasta él— los ojos me picaban— no sabemos por lo que estará pasando, solo te pido que recuerdes. Yo conozco a mi hijo, y sé que él no podría cambiar de esa manera tan repentina.
Editado: 31.01.2020