Savannah Smith:
— ¿¡En serio lo has besado!? — siento que mis tímpanos van a explotar del grito que ha dado. — ¡Ya era hora! — grita con emoción, recibiendo una mirada recriminatoria de parte de las personas que se encuentran en la cafetería.
Estamos en nuestra hora de descanso, y he aprovechado para hablar con ella de lo sucedido.
Pero creo que ha sido mala idea, ya que me está avergonzando.
— ¡Shh! Habla más bajo, por favor— le pido, ya que no quiero ser el centro de atención de la gente que se encuentra en la cafetería.
— Está bien — sus ojos verdes brillan, se ata el cabello en un moño desordenado — Que pena que no pueda ir hoy de compras contigo, pero puedo saltarme el entrenamiento y ayudarte a prepararte.
Niego con la cabeza.
— Será mejor que no lo hagas. Puedo preparar yo sola — me mira dudando— No te preocupes, no llevaré esas pintas según tú dices.
— Me enseñarás una foto de lo que lleves, ya que no me fío —ruedo los ojos, a veces es un poco exagerada.
— Ok
— Vale. Sabía que acabarías con él, mi instinto no me falla.
— No estamos juntos —le recuerdo, pero parece que no escucha.
— La atracción sexual entre los dos entre los dos es notable —abro la boca — ¿Qué es verdad?
— Yo no siento ninguna atracción sexual hacia él —niego mirando hacia la ventana. Me miró en mi reflejo, y me noto diferente.
— Tonterías. Podrás negarlo, pero mis ojos no me engañan —dice tomándose su café.
— ¿Qué hay entre tú y Byron? ¿Te gusta? Os he visto muy juntos estos días — casi escupe encima mío su bebida, con una servilleta se limpia. Y me mira como si estuviera loca.
— El conejito y yo, no tenemos nada. Nos ves juntos, porque si no recuerdas vamos a la misma clase. Además, a mí me interesa otra persona, y él me está ayudando —dice sonrojada, me extraña verla así. Ya que no es de las que se ponen nerviosa.
Ya me ha picado la curiosidad.
Necesito saber más.
— ¿Quién es ese chico? — mi interés me hace apoyar cabeza en mi mano, moviendo las cejas.
— Se llama Andrew Taysen, es el capitán del equipo de fútbol americano del instituto—dice mirando hacia otro lado.
Me suena ese nombre, hasta que recuerdo que era amigo de mi hermano.
Y que en primaria fuimos a la misma clase.
— Espera un momento — digo recordando algo —. ¿Ese no es el chico, que estaba colado por ti en secundaria? ¿El chico que decías que te era insoportable? Decías que nunca te fijarías en alguien como él.
— Es el mismo. Y no me lo recuerdes —dice malhumorada —como Byron y el van a una clase juntos, le pedí que se hiciera su amigo.
— Pobre Byron, seguro que lo extorsionaste con tus amenazas. ¿Con qué le chantajeaste está vez? — Me daba pena mi mejor amigo— Llevas haciendo su vida difícil con tus caprichos. Deberías darle un respiro al pobre.
— ¡Pero, necesitaba su ayuda! —La miro con desaprobación — Vale está bien, siempre necesito su ayuda. Pero lo dejaré en paz. —dice con ojos de no volver a romper un plato.
— Eso lo dices siempre — digo con cansancio.
— ¿Dónde está Byron? Ya que estamos hablando de él.
— Está en la biblioteca —no me parece muy raro su repuesta, pero suele sentarse a comer con nosotras — Ha dicho que tenía cosas que hacer, y que él y Félix no nos acompañarían hoy.
— Ah, vale.
Nos quedamos en silencio, comiendo lo que hemos pedido.
No entiendo para que tenga el almuerzo que me prepara mi madre, si luego no lo toco.
— La próxima semana, Andrew preparara una fiesta. Estamos invitadas, gracias a Byron he estado hablando con él —me da pereza de solo oír la palabra fiesta. — No pongas esa cara de amargada.
— No voy a ir.
— Vas a ir. Debes divertirte — dice tajante — Si hace falta, te arrastraré.
Cuando se le mete algo en la cabeza, no hay remedio.
— Va a ser, que no tengo opción —digo resignada.
— Te divertirás, ya lo verás —dice divertida, no es de extrañar que mi amiga vaya a fiestas. Pero yo siempre he evitado involucrarme en ello.
« Va a ser, que está vez, no te podrás escaquear» dice mi voz interior.
[...]
Ya he llegado a casa.
— Hola, ¿Qué tal te ha ido el día? —pregunta mamá.
— Bien. Oye, voy a salir después. Es solo para avisar —me mira y una sonrisa asoma sus labios.
— ¿Quién es el afortunado de tu sonrisa? — me tenso de solo oírla hablar.
— ¿Pero qué dices mamá? —me sonrojo.
— He pasado por esa etapa, así que no te hagas la tonta —me mira, y me hace sentirme en una silla — Cuenta, con todo lujo de detalles. ¿Es ese tal, Félix?
Editado: 31.01.2020