Nubes de amor

24| La cercanía

Savannah Smith:

Estoy mirando a través de la ventana, como los coches y las personas pasan fuera de mi campo de vista.

A veces me pregunto a donde irán, que harán, si es interesante. 
Cada uno de nosotros tiene un diferente destino, pero al final todos acabamos en el mismo sitio.
Convertidos en cenizas.
Estoy ensimismada, hasta que su voz me despierta.

— ¿Qué tanto piensas? ¿Qué hay en esa cabeza tuya? —me pregunta. Nos volvemos a parar, y noto su mano en mi muslo de la pierna.

«Alerta, alerta, código rojo. Estamos en el punto de ebullición, las orejas se me van a ir volando. Código rojo, no le demos una bofetada, hoy nuestras palmas están que se disparan.»

Me miro en el espejo del retrovisor, estoy sonrojada otra vez.

Apartó su mano con delicadeza.

— Creo que esa mano, no debería ir allí. —le digo aclarando mi voz —. Vas demasiado rápido.

Ahora le toca a él, sonrojarse.

— Pe-Perdón yo, so-solo ha sido...

— No te preocupes —le tranquilizo pero estoy muy nerviosa.

Estamos en silencio, hasta que decido poner algo en la radio.

Me quedo en los40* cuando suena la canción de Sia, Elastic Heart, no puedo contenerme y me pongo a cantarla.

Nuevo el pie, y la cabeza de un lado a otro.

— Te ves adorable —me doy cuenta de que no estoy sola, y me paro. Que. Vergüenza. — No pares, me gusta verte cantar, así no tienes esa cara de mustia que sueles llevar.

— ¡Eh! ¿Me acabas de llamar fea? —le doy un codazo en las costillas y se retuerce.

— No, todo lo contrario. Ya sabes que eres hermosa —cada vez que lo dice, parece como si lo dijera en serio. Y eso me revuelve las tripas de una manera que llega a ser agradable.

Ya hemos llegado. Mi cara es de pura confusión.

— ¿Estamos en un polideportivo? —mi pregunta es absurda, pero quiero asegurarme de que este es el sitio al que vamos a ir.

Estoy por bajar, pero me abre la puerta.

— Hay que ser un caballero —ese gesto es bonito, pero no lo admitiré en voz alta, prefiero reservar mi dignidad.

— Podrías a ver abierto la puerta yo. No soy una inválida, podré ser vaga pero se abrirme una puerta.

Se acerca y me susurra al oído.

— Eres muy terca, no te gusta admitir que te gusta el gesto. Pero eso me gusta de ti —su nariz roza mi clavícula, me aparto ya que su presencia me pone nerviosa.

— Cambiando de tema. ¿Qué hacemos aquí?

— Suelo hacer natación, pero el otro día no vino el entrenador —me sorprende ese dato.

Estoy detrás de él. Nunca le había mirado de manera detenida.
Los músculos de su espalda se hacen notar, es más alto que yo.

Aunque todo el mundo es más alto que yo.

Su cabello negro, contrasta con su piel pálida. Sus brazos delgados parecen fuertes.

Y ese culo, ¡Dios mío, está no soy yo! Creo que se me ha pegado las barbaridades de Emily.

Las hormonas, seguro que es culpa de las estúpidas hormonas.

Me tapo la cara con una mano, mi cara está enrojecida.
Me choco con una espalda, y es la de Félix. Me mira divertido.

— ¿Me estabas mirando, el trasero? —dice con una sonrisa pícara.

Hora de negarlo. Soy una experta.

— ¿¡Pero qué dices!? ¿Yo mirándote él culo? Eso es absurdo —ando delante de él, pero me agarra del codo.

— Niega todo lo que quieras —dice susurrante — Pero esto será nuestro secreto si quieres.

Me aparto, y entro dentro.

El me sigue corriendo.

Su risa no tarda en aparecer.

[...]

Estoy en el vestuario, traje unos pantalones cortos de chándal, ya que en California suele hacer mucho calor.

Félix me dijo, que quedaríamos en la piscina de dentro.

Me prestó unas sandalias, ya que yo no sabía que iríamos a un lugar así.

Cuando ya estoy en la piscina, le veo como da brazadas de un lado a otro.

— Hola chica, ¿Vienes a entrenar o algo? —me pregunta un hombre que rondará los cuarenta. Lleva unos pantalones cortos, con un polo. Sus ojos son azules muy claros, y su cabello moreno tirando más a gris por las posibles canas.

Para su edad está muy en buena forma.

— Soy Savannah Smith y he venido con ese chico —señalo s Félix que sigue dando brazadas hasta que se detiene.

— ¿Con Holfman? —Pregunta, yo asiento — Vaya pues que afortunada, nunca le he visto con una chica tan bonita como tú. Me llamo José Santos, entrenador de natación. —me estrecha la mano, y yo la tomo.

— ¡Holfman, ven aquí! —vocifera el entrenador.

El susodicho, se acerca.

Cuando sale del agua, con solo esos pantalones cortos. Mi mirada va hacia su pecho desnudo, me pongo roja de solo mirarlo.

« Esta buenísimo. Como pierdas la oportunidad con él, yo tedoy. No me puedo creer que nunca vieras lo bueno que está» me dice mi voz interior y yo la hago callar.

 ¿Está es la chica de la que tanto hablabas? —le miró a Félix y se pone rojo de la vergüenza.




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