Nubes de amor

33|Un día no tan solitario

Savannah Smith:

El olor de algo rancio en mi nariz fue lo que me despertó, mi nariz estaba inhalando el aroma de algo que en el aire era irrespirable.

Abrí un ojo y me encontré con un dedo gordo enfrente de mis ojos, me asuste de sobremanera y grite, cayéndome de estrepito de culo contra el suelo. Eso hizo que me despertara de mi ensoñación y me percate de que había sido el dedo del pie de Félix, el susodicho o mejor dicho el culpable de mi caída.

Estaba medio adormilado mirándome con una sonrisa en sus labios. Yo no estaba de humor. Ya que si te caes de culo una vez que te despiertas pues no es la mejor manera de empezar el día.

—Gracias al olor irrespirable de tus pies en mi cara, estoy en el suelo—se carcajeo y por un instante pensé en que su risa era bonita, a pesar, de que mis días no fueran los mejores. Le agradecía por estar aquí, más bien les agradecía a todos por estar aquí.

Tenia la mano extendida hacia mi, la agarre pero en vez de levantarme lo tire hacia mí, se cayó al suelo y me reí. Reí con lágrimas en los ojos, entremezclándose mis sentimientos, sentía tristeza por no poder ayudar en nada a mi hermano, alegría ya que no me encontraba sola, y cobardía ya que no sabía qué hacer, tenía miedo de mostrar mis sentimientos hacia el.

Tenía miedo de no ser lo suficiente para alguien como Félix, puede que el me sobrepasara, que fuera mas de lo que podría tener o merecía.

Las lágrimas resbalaban una tras otra. ¿Cómo es posible reír y sentir tantas cosas al mismo tiempo, y no saber si es porque sabes que te estas sumergiendo en el hoyo mas profundo?

Cuando abrí mis ojos, vi que Félix tenía los brazos enredados en mi cuerpo, y que me apretaba contra su pecho. Inhale su aroma, me sentía acogida, pero esto esta mal.

No puedo abrazarle, ya que me viene a la mente todas las cosas que me dijo, porque mi corazón late desorbitado a su alrededor. Apoyo las palmas de mi mano en su pecho para apartarlo de mí, pero me lo impide, me apega aun más a él, y si fuera posible si hubiera un modo de definirnos diría que somos como la hoja de un árbol, somos uno solo. Eso es lo que siento.

—No te apartes, desahógate, no hay nadie. Todos ya se han ido hace unas horas—abrí los ojos, y e capto al vuelo— Nos querían dar privacidad—por un segundo evitó mi mirada pero la volvió a clavar en la mía, sus irises morenos indagaban en los míos grisáceos.

Con mí mirada recorrí cada uno de los trazos que lo conformaban, mirando desde su cabello azabache desordenado disparando a diferentes direcciones, sus ojos achinados marrones claros, eran tan peculiares pero tan llenos de sentimiento que me descolocaba que pudiera provocar tantas reacciones nerviosas a mi sistema cognitivo. Se sentía como un cortocircuito produciéndose en mi cerebro. Las arrugas de haberse despertado a plena mañana me agradaban. Ya no controlaba mis sentimientos.

Es imposible controlar tus sentimientos, ya que estos actúan contra marea a lo que quieres o piensas querer.

Comencé a llorar entre sus brazos, grite y me frustre por lo injusto que podía llegar a ser la vida. No estaba preparada para perder a mi hermano mayor, no estaba preparada a enfrentarme a mis miedos, a estos sentimientos que me carcomían.

El miedo es invariable y descontrolado. Es la sensación de algo gélido congelándote poco a poco, hasta quedarte paralizado y querer reaccionar, pero no puedes. Ya que se te clava entre las entrañas.

Mis gritos llegaban a ser desgarradores, empape su camisa corta pero no le importo, no me soltó.

Solo me acaricio el cabello.

—Tus lágrimas son capaces de romper el corazón de cualquiera. Pero prefiero que te desahogues entre mis brazos a que lo hagas cuando nadie te ve—acaricio mi barbilla con su pulgar y la alzo para que lo mirara— Eres hermosa tal y como eres.

Arrugue la nariz.

—No lo soy.

—Si lo eres.

—Tu aliento apesta—dije para ofenderlo. Era mentira olía a menta. Pero yo, ya era un caso aparte.

—No pensé que por decirle un cumplido a una chica me respondiera de ese modo. Eres increíble, diferente, y tan única que eso enternece mi corazón—siguió riendo con ganas, sus brazos ya no estaban alrededor mío, solo observe los hoyuelos en las comisuras de su sonrisa, aparto un mechón de mí cabello esparramado desordenadamente.

—No me gustan los cumplidos.

—Pues, a mi me gusta todo lo que no te guste. —replico en respuesta.

Me sonroje, me levante con rapidez dejando que mi cabello, apreté los puños.

—Voy a lavarme los dientes—entre en el baño y eso hice enjuagarme mirándome en el espejo. Aparte mis cabellos.

¿Por qué haces que me sonroje?

¿Por qué no te vas de mi lado?

Salí del baño después de arreglarme y mire en el reloj de la pared que había en el. Eran ya las tres de la tarde. Me asuste y recordé que no quedamos bien entrada la noche viendo las películas, pero me sonaba extraño que todos se hubieran esfumado así como así. Les iba a echar la bronca cuando tuviera ocasión.




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