Félix Holfman:
La imagen de ellos abrazados me inundaba la cabeza, era extraño.
Nunca me los imagine de ese modo. Pero sé que ella no me debe nada.
Estoy furioso, ya que no puedo evitar ponerme celoso, noto mi respirar acelerado, los nudillos se me aprietan sin pensarlo ni un segundo golpeo una pared con mi puño, la rabia sube por mis colores.
—Se tus intenciones Case Cárter, pero no voy a permitir que te salgas con la tuya. —Niego con la cabeza—. Con Savannah no.
Me paso la palma de la mano por la mis ojos, siento el escozor en mis ojos pero no es momento ni lugar para ponerme a lloriquear.
Sigo ando de modo robótico, no comprendo cómo he podido seguir caminando sin que mis piernas se desplomen contra el suelo.
No entendí nada de lo qué ocurrió hace tan solo una media hora sino me equivoco. Estaba tan inmerso en mi mundo que cuando oí la llamada de mi nombre me sobresalte.
— ¡Holfman, detente!—su voz profunda se escucha, me detengo pero la imagen de ellos dos abrazados me viene a la mente y sigo caminando si importar nada.
Case sigue gritando mi apellido, hasta que se detiene y las siguientes palabras que pronuncia me detienen con perplejidad.
—Voy en serio con ella.
Giro el eje de mi cuerpo para encontrármelo, su cabello oscuro como la noche esta desordenado, sus labios se encuentran entreabiertos, sus mejillas están rosadas seguramente por el frío de nuestro alrededor. Pero en sus ojos profundos, su pose firme y su respiración un poco uniforme me dicen la respuesta.
No hay burla en sus ojos tampoco arrepentimiento.
Esta diciendo la verdad.
—Tú no sabes lo que de verdad quieres. Ella no te merece —digo con toda la verdad que siento.
—No estoy bromeando Holfman —advierte con su mirada penetrante posada en mí.
—No pienso dejar que la dañes, no como a mi hermana. Te acuerdas de Isabella, ¿verdad? El modo en el que la utilizaste a tu antojo no tiene perdón —avisto que en sus facciones se cruza un resquicio de dolor, pero a la de un segundo desaparece.
Su media sonrisa se asoma.
—Tú no estás preocupado por lo que le hice a tu hermana, que debo admitir que no fue noble, pero con... —le doy un puñetazo.
De mi acto involuntario, se levanta limpiándose con el dedo el hilo de sangre que sale de su labio cortado, me mira, mi vista esta nublada.
—No tienes derecho a venir aquí y decirme todo esto. ¡No lo tienes! Sabes que la voy a proteger de ti, ella vale más de lo que crees.
—Se que chicas como ella valen mucho—replica en respuesta.
—Pues parecía que no. Por el modo en el que la tratabas mostrabas todo lo contrario. Tus sentimientos son erróneos, no puedes venir y estropearlo todo. En realidad es solo un capricho tuyo que será pasajero.
—No lo es. De eso estoy seguro—escupe la sangre en el suelo, me mira de reojo— ¿De qué tienes tanto miedo? Si mal no recuerdo tú me llevas ventaja, no deberías temerme.
—No me tientes, no querrás verme descontrolado. Esta no es una de tus sucias apuestas que llevas a acabó cuando estas aburrido.
—Los sentimientos no son algo que puedes arrancar así de fácil —se aproxima con pasos pausados, con duda, pero del mismo modo con seguridad —La conozco de antes de que llegaras tu.
—Pero la diferencia es que ella no sabía de tu presencia y de la mía la supo antes que de la tuya.
Apretó la mandíbula. Tan fuerte que parecía que se le desencajaría de la fuerza que ejercía en ella.
—Duele, ¿verdad? —Cuestione con un poco de burla mezclada con dolor—. Pues así es como me he sentido cuando has dicho que crees que sientes algo por ella.
No hablo, solo miro al suelo sin decir palabra.
Case Cárter sin habla era extraño.
—Haz lo que te venga en gana, no te lo voy a impedir Case —quería que nada me importara, solo deseaba irme de allí, sin sentir la opresión que ejercían las palabras que acababa de pronunciar.
—No me voy a dar por vencido con ella—sonreí, me dolían las comisuras.
—Yo no lo he hecho desde el principio, no pienso echarlo todo a perder solo porque me hayas confesado que te gusta. ¿Cómo no te iba a gustar, si ella no es como las demás con las que has jugado? —Recordé algo, me pronuncié antes de que dijera algo —No te atrevas a pronunciar el nombre de mi hermana. Ella solo se dejo cautivar por esto—pronuncié la última palabra con desprecio—. Pero déjame decirte que por mucho que lo intentes la que acabara decidiendo será ella.
Apretó sus manos en puños.
—Estoy cambiando—lo mire de arriba a abajo.
—La única cosa productiva que he aprendido de mi padre y con el tiempo, es que las personas no cambian de un día para otro. Eso sólo el tiempo lo demostrará—me di la vuelta para emprender el camino fuera del instituto, se me habían quitado las ganas del sopetón de entrar en las clases.
Estaba a punto de cruzar la puerta que me llevaría fuera de todo mi entorno, pero los gritos de una voz femenina pronunciando mi nombre me detuvieron.
Editado: 31.01.2020