Nubes de amor

38 La confesión del corazón

Capítulo 38: La confesión del corazón

Antes de que Félix entrara en mi vida, pensaba que puede que nunca sentiría esa sensación de cuando alguien te llena la piel y se cuela en ella, como esa sensación de que le posees a esa persona aunque ella no lo sepa.

Siempre he sido de esas personas que se restringen al amor en general, o a que se preocupen por mí, es algo que admito.

Con mi pijama y la casa en total silencio, lloro sin saber el motivo. Me he confesado, he sacado todo lo que tenia dentro sin preverlo.

Pero entonces, ¿Por qué siento miedo? ¿A qué se debe esta sensación de estar cayendo en una montaña rusa de emociones que golpean entre sí? ¿Por qué mis manos tiemblan sin yo quererlo, y el corazón me late desorbitado sin su ritmo cardíaco normal?

Reposo mi cabeza en la almohada, y miro al techo, con el rostro ardiéndome y las lágrimas deslizándose sin yo quererlo.

Agarro mi teléfono y marco el teléfono de Emily, dejo que pasen los minutos mientras oigo el tono de voz sonar.

—Hola, ¿ocurre algo?—responde yendo al caso sin andarse con rodeos. No suelo llamarla nunca.

—Me he confesado a Félix. Mierda, lo he hecho. Estoy jodida, de un modo en el que no podría explicarlo. Siento que mi corazón no va a poder con esto, es como si estuviera en un remolino que me empuja a diferentes direcciones sin yo poder controlarlo. Odio esto, dime, ¿Qué me está pasando, Emily? ¿Seguro que sigo en mis cabales? O puede que mi verdadera yo, se ha reencarnado en otra persona. —oigo un suspiro de su parte por la línea, escucho el crujir de algo, y deduzco que esta masticando algo.

—Está claro, estas enamorada hasta la piel por ese chico que es perfecto para ti. Pero no lo quieres ver, intentas quitar la idea de que tendréis algo más. Lo empujas lejos de ti debido a que tienes miedo de que te haga daño. Tienes miedo a dejar que alguien más se apodere de tu corazón, no quieres que te lo rompan en palabras cristianas. Y dado a ese motivo, intentas con todas tus ganas odiarlo, pero sabes que no podrás, porque el ahora es tu debilidad. No puedes decidir a quién amar, es imposible, y eso te molesta más que el hecho de que estas enamorada. Además, no puedes odiarlo debido a que el siempre consigue sacarte una sonrisa, es insistente cuando quieres que no lo sea, es cariñoso a pesar de que eres fría con él, te lleva a un terreno en el que te deja sin municiones que disparar.

Escucho su voz dejando que las lágrimas se derramen por mis mejillas.

—Has dado en el clavo—paso la palma de mi mano por mis ojos.

—Deja de llorar por favor, por cierto, abre la puerta de tu casa estoy enfrente con el frio helándome el cuerpo—abro los ojos con asombro, bajo corriendo las escaleras, abro con una fuerza la puerta deseando abrazarla, pero me encuentro con otra persona.

Y me besó.

Mi teléfono se estampa contra el frio suelo de madera.

Félix Holfman está enfrente de mi casa besándome, ¿de dónde ha salido? ¿Lo han planeado los dos conjuntamente?

Pero pensar no es una opción, no puedo mientras sus labios se mueven sobre los míos, notando el frio de sus dedos colándose por mi cabello enredado, mientras da un paso hacia adelante, demostrando su terreno de combate, en el que nuestro corazones laten a la par, como mis manos se deslizan por su pecho hasta llegar donde se encuentra el órgano vital de vida.

Somos como dos almas, que se enredan e desenredan.

Este sentimiento que tengo por él es una droga, de es que te satisfacen hasta la saciedad, que te piden que la tomes, mientras sus dedos se deslizan por mi cintura, profundizando el dulce sabor de sus labios drogándome.

—Mira lo que has empezado. Estoy tan feliz que te lo pediría, pero quiero estar el ciento por ciento seguro de que dirás que si, cuando te lo pregunte.

— ¿Qué haces aquí?—miro detrás de él y veo a mi mejor amiga sonriendo, mientras se va.

—Quiero que lo repitas, Savannah—pide con un brillo en sus ojos.

—Si quieres burlarte de mí, créeme que no hará falta, ya me torturo a mi misma como para...

—No. Quiero oírlo, porque llegar el día en el que te haré recordar como tus ojos brillaban mientras las perlas de tus ojos brillaban, como mi corazón se oprimía en un puño mientras vi como corrías y la culpabilidad de no correr hacia ti. Quiero oír como tú me lo dices, mientras desearía acariciarte hasta la saciedad, como esas plumas de los ángeles que caen sin uno prevenirlo. Y quiero oírlo porque, quiero amarte a ti mientras tú me lo permites.

—Estoy enamorada de ti, Holfman. —repito más segura que la primera vez.

—Yo estoy enamorado de ti, no la primera vez que te vi sino la primera vez que tus ojos se clavaron en mi alma con fiereza.—acaricia mi mejilla, cierro los ojos mientras siento el aire del viento acariciarme sumando al aroma de su presencia. Noto como su nuez baja mientras traga con fuerza, sus ojos me miran fijamente hasta que suspira y dice por fin—. Savannah Smith, puede que está no sea la manera más romántica o el sitio más adecuado para pedirte esto, ya que, te mereces mucho más. Pero, ¿me harías el honor de ser mi novia?




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