La rotonda central de Ya-Lakstá, con un diámetro interior de 3.34 kilómetros, acoge dos titánicas autopistas tridimensionales que viajan en direcciones opuestas y contornean el Zigurat. En los carriles inferiores y laterales caminan los transeúntes; también corren y viajan montados en estrafalarios aparatos mecánicos, o incluso en quimeras de transporte: animales inconcebibles para los Lu-Umianos de las eras oscuras. Vehículos de clase A o superior viajan con mayor presteza en los carriles centrales y los más elevados, y cuanto más arriba de la autopista se encuentren, mayor velocidad les es exigida para transitar. A través del carril más alto pasan como chispazos vehículos rango-S, quimeras legendarias y Taa-lus con equipamientos que superan velocidades supersónicas. Perpendiculares a la rotonda central, se desprenden numerosas autopistas que abrazan la ciudad como un monumental pulpo, cuyos brazos se alejan formando espirales con forma de caracolas marinas, mientras avanzan hacia los límites del territorio urbano. Cada diez kilómetros, rotondas concéntricas paralelas intersectan los brazos viales y crean así enormes rectángulos curvos que seccionan la ciudad.
En los suburbios Lletanos, una de esas gigantescas pequeñas fracciones del perímetro urbano de Ya-Lakstá donde habitan más de diez millones de memges, unas lánguidas piernas de Ikeleki recorren los lugares que frecuenta Amuruma. Ella se adentra en barrios desconocidos, en estrechas callejuelas de suelos empedradas, paredes en barro, casas de madera y materiales vetustos, que con particular encanto desentonan de los sofisticados artefactos electrónicos de la era contemporánea, para preguntar en un cibercafé de realidad virtual a algunos conocidos si saben del paradero de su adolescente hermano menor. Ante la negativa, abandona inmediatamente el lugar y se dirige hacia las arenas de combate, donde tampoco lo encuentra. Exhausta, y como última opción, se dirige hacia el eje cultural de los Suburbios Lletanos: tal vez allí se tope con alguno de los más de 4000 descendientes del linaje Yuguen que conozca su paradero. De lo contrario, notificará su desaparición y hará una búsqueda oficial.
El desbarajuste de las ajetreadas calles va encausándose ordenadamente mientras se acerca a su destino. Entre tanto, Ikeleki repite una y mil veces el mismo monólogo de promesas, con la esperanza de encontrarlo.
—No… ¡por favor no! ¡Otra vez no! No podría soportar otra pérdida. Dios: ¡ayúdame! Solamente quiero encontrar a mi hermano. Por favor, no dejes que cometa alguna locura. Te prometo que oraré todos los días y actuaré siempre bien, pensando en el bienestar de los demás. Escucharé las enseñanzas de Ori-Sao, porque sé que ella es tu voz en el Zimi. ¡Ayúdame a encontrar a mi hermanito! —musita suplicante en angustia—. Acepto que Amuruma es muy rebelde y renuncia a tu salvación, pero es un buen chico… Tiene un gran corazón y es un buen memge, es solo que ha tenido que enfrentar situaciones muy difíciles en su vida. Por favor, ¡te lo pido! No quiero perder a nadie más. Él es lo más importante en mi vida. No permitas que se aleje de mí, no dejes que caiga en las drogas digitales ni en malas amistades. Por favor, dale la fuerza necesaria para soportar esta situación y continuar con su vida.
Su súplica es interrumpida por una voz familiar que la llama a gritos:
—¡Primaaaveraaa…! ¡¡¡Primaaavera!!! ¡¡Primavera!! ¡Primaveraaa! ¡Ey! ¡¡¡Por aquí!!! —grita Imova mientras sacude su mano para que Ikeleki la vea entre la multitud de las agitadas calles del barrio comercial.
El escuálido cuerpo de Ikeleki se abre paso entre la muchedumbre, cruza la calle rápidamente y saluda a Aemonkus, quien se ve pequeño al lado del obeso cuerpo de su hermana Imova.
—¿Qué se dice, mi Primavera? ¡Cómo está de bonita! ¿Por qué esa cara de madre preocupada? Se le perdió algo o ¿vio un fantasma? —pregunta Imova mientras le da un emotivo abrazo.
Ikeleki saluda sin mucho entusiasmo y sin dejar de buscar con la mirada a su hermano. —Hola, primos, ¿han visto a Amuruma? Ayer en la mañana salió y aún no ha vuelto a la casa. No me dijo para dónde iba y estoy preocupada por él.
Imova suelta una palabrota ante la noticia, con su usual alto volumen de entonación, como si hablara para que los demás memges también la escucharan:
—¡Mierrakjo! ¡Otra vez el primo se perdió! Tranquila, debe estar gastando zapatos por el suburbio o siguiéndole el rastro a alguna fémina bien suculenta. ¿No ve que logró su cometido? ¡Coronó el examen de mayoría de edad! Hoy es el día nueve de la semana y seguramente está de fiesta, conquistando incautas. El Amuruma tiene lo suyo… a pesar de lo flaquito, seguro le copiaron. Sin que nos demos cuenta, llegará bien contento y usted será tía. Más bien ocupémonos de lo importante, levante esa carita y mire las cosas buenas que nos trae el Zimi. ¡Mire! Mire, ¡esa escultura orgánica! Mire esa Taa-Lu allá arriba, en las escaleras ¿Cuándo ve usted acá, en los suburbios, una cosota así de hermosa? ¡Sus pupilas están que se le salen de echarnos ojo! Apuesto a que está buscando que le enseñen cómo es que damos amor los Dal. Esa seguramente viene a fuchicar con los pobres, debe estar cansada de esos Taa-lu que no tienen perrenque. Ahh… ¿qué no? ¿Qué más va a estar haciendo una fémina así por acá? Ya le dije a Aemonkus que le hablara, pero ese cobarde solo le habla a las Shianuj de Morococo.
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Editado: 26.09.2019