Maura
10 de noviembre del 2016
Desde pequeña era algo común que mis padres me perdieran de vista cada tanto. Más de una vez les di un buen susto. Con el tiempo aprendieron a confiar en mí, en que no iba a huir de mi casa o ponerme en peligro. Yo siempre me encontraba en el mismo lugar; el árbol viejo de la parte de atrás.
Desde que tengo memoria, siempre hemos vivido en el mismo lugar. Una linda casa a las afueras de la ciudad. No es demasiado grande pero si tiene un lindo y espacioso patio en donde junto a mi hermano y mi perro nos criamos correteando y mandándonos travesuras infantiles.
Con el tiempo deje de ser esa pequeña revoltosa y pasé a ser esa chica que se perdía con un buen libro por horas. Por eso es que mis padres siempre que no me encontraban en la casa, salían con un chocolate caliente rumbo al patio, y de ahí me buscaban entre las ramas de ese viejo roble.
No es sorpresa que al crecer me haya interesado por estudiar letras, y me buscara la vida con algo relacionado a esos libros que tanto me hacían suspirar.
Es por eso que en este momento me encuentro sentada frente a un escritorio con muchos libros que revisar y criticar.
Trabajo en una editorial. Me gusta lo que hago, mi jefa me agrada y tengo un curioso compañero que me saca carcajadas y que con el tiempo se fue convirtiendo en mi amigo.
Suspirando leo la tapa y sonrío levemente por la tierna portada. Son una pareja besándose o eso es lo que te da a pensar ya que los tapa la caja de la guitarra. "Canciones por amor" se llama el libro, solo espero que sea tan bueno como lo hace ver, aunque ya conocen el dicho "No juzgues a un libro por su portada" y pues eso, ya me he decepcionado unas cuantas veces como para aprender la lección.
Antes de empezar a leer me centro en enviar la redacción que termine ayer en casa antes de que todos llegaran. Fue mi cumpleaños y mis amigas junto a mi familia me realizaron una linda sorpresa en mi casa. Aunque no creo que les haya resultado tan lindo a mis vecinos ya que era miércoles por la noche y la música se mantuvo hasta las 2am. Se la envié a la jefa y me acomode en mi asiento para comenzar a leer. Mi jefa es una veterana de unos 50 y tantos que si bien trata de parecer dura y amargada, la verdad es que es un amor de persona y súper considerada. Por eso es que me encanta este trabajo, bueno, eso y unas tantas cosas más pero yo me refiero a que el ambiente que desprenden todos acá es agradable, tranquilo.
Después de unas horas leyendo el manuscrito y unas cuantas anotaciones lo cierro estando como por la mitad y sonriendo me levanto de mi asiento. Sí, resulto ser un buen libro. Me estiro levantando los brazos y haciendo que mis huesos truenen, estar tanto tiempo sentada en un mismo lugar es lo que tiene. Miro la hora y aún me quedan 2 horas para salir a almorzar por lo que suspirando me dirijo al baño del personal.
Al entrar no encuentro a nadie por lo que me dirijo a uno de los cubículos y hago mis necesidades. Al salir camino hasta el lavamanos pero justo cuando pongo mis manos debajo del agua fría la puerta se abre bruscamente. Al girarme veo una figura encorvada que a todas luces no es de mujer.
Es un hombre de contextura bastante grande, se nota que me lleva más de una cabeza de diferencia y que es bastante fuerte. A pesar del frío el lleva una camiseta de mangas largas la cual se nota que es fina provocando que sus brazos fuertes se remarquen. Camina tambaleándose un poco hasta el lavamanos y se nota que aún no se ha dado cuenta que hay alguien con él.
-Eh... creo que te equivocaste de baño- murmuro titubeante provocando que se sobresalte.
Al levantar la cabeza pude distinguir un par de ojos tan azules como hipnotizantes. Sus rasgos eran duros y definidos pero a la vez con un toque delicado. Pero lo que más me llamo la atención no fue su evidente belleza sino su enfermiza palidez.
-Lo-lo siento, pensé que e-era el baño de hombre- se disculpó torpemente mientras se daba la vuelta para salir.
-¡Espera! No estás bien- él me mira con el ceño fruncido pero no dice nada- si te sientes mal puedes usarlo. Te ves como si estuvieras a punto de desmayarte- me acerco cautelosamente hasta él y le tomo del brazo para acercarlo hasta la pared pegada a los lavabos. No protesto pero puso todo su esfuerzo para mantener su mirada sobre mí- ¿Quieres un vaso de agua?- ya me estaba perturbando su silencio.
Asintió débilmente y después de asegurarme que no se iba a mover corrí hasta el dispensador más cercano. Al llegar con el agua se lo tomo de un trago como si no se hubiera hidratado en un buen tiempo.
Ahora que lo miraba más detenidamente me di cuenta que sus mejillas están sonrojadas y su aspecto es peor del que había notado.
-¿Eres de la empresa? Jamás te había visto por aquí- él frunció el ceño unos segundos antes de negar con la cabeza- ¿Viniste a ver a alguien?- lo vi vacilar un instante antes de asentir. Bien, íbamos progresando- ¿A quién? ¿Quieres que lo llame?- inmediatamente negó con la cabeza.
-N-no, estoy bi-bien- balbuceo un poco.
Lo mire detenidamente y sin detenerme a pensar en lo que hacía puse mi mano en su frente. Lo sentí estremecerse y puedo apostar que sintió mi maldición.
-¡Estas que vuelas de fiebre! Tú no tendrías ni que estar parado- lo regañe como si fuera un niño pequeño.
-No es para tanto- murmuro bajito.
-Necesitas ser atendido por un médico.
-¡No! Si llamas a un médico se enterara- ¡Ja! Eso sí pudo pronunciarlo bien.
-No entiendo.
-No puedes llama-mar a un médico.
-Okey, no lo llamo, pero tú debes tomar algo para esa fiebre e ir a descansar.
-Lo sé. Tendré que parar en una farmacia- murmuro desganado mientras miraba sus manos.
-Creo que tengo medicamento en mi boslo. Puedo darte uno si quieres- le ofrecí amablemente a lo que él asintió.
-Te lo agradecería mucho.