Ojos de Sapo

CAP 16: Corazón roto.

Dicen que la infidelidad produce en la persona engañada los mismos efectos que produciría el sobrevivir a un accidente casi fatal, incluso puede generar estrés post traumático. Kylie ciertamente no sabía que sentía en ese momento, solo mantenía su cabeza inclinada sobre su hombro, sentada en la sala de espera de un hospital, observando a su prometido de vez en cuando, notando lo desesperado que estaba por aquella otra mujer.

— Descuide, con la cirugía volverá a quedar como nueva.

Lo tranquilizó la enfermera, mientras jalaban a Micah en una camilla hacía el quirófano. Micah seguía gritando a todo pulmón lo mucho que lo sentía, incluso con su mano ensangrentada no dejaba de gritar.

— ¡LO SIENTO! ¡LO SIENTO! ¡POR FAVOR, PERDÓN!

Yevhen se giró para observar a Kylie, la cual ni se inmuto.

Siguió con su cabeza inclinada sobre su hombro izquierdo y sus ojos azules portando una mirada serena, sus brazos estaban cruzados y sus manos sujetaban su vientre, imaginando como se vería aquel pequeño al cual correspondía la prueba de paternidad. Imagino una versión en miniatura de Yevhen, ¿O se parecería a Micah? Kylie observo a Micah entrar al quirófano y pensó que un bebé con los ojos tan grandes y saltones de Micah se vería genuinamente aterrador.

Era extraño.

Kylie no se sentía como pensó que lo haría, porque desde que tenía uso de la razón le habían dicho que la infidelidad en esa clase de matrimonios era muy normal, era algo que inconscientemente sabía que iba a pasar. Quizás fue si ingenuidad o su deseo de no terminar igual que su propia madre, Kylie no lo sabía, pero siempre creyó que ellos serían la excepción, siempre creyó que si era una buena novia Yevhen jamás la engañaría, sabía que los matrimonios tenían sus altos y bajos, pero, nuevamente, ingenuamente creyó que ambos lo superarían. De cierto modo también era su culpa, quizás fue demasiado complaciente o solo no acepto la obviedad de la situación: no importa que tan bueno seas, el diablo no cambiara por ti.

Kylie paso saliva, sintiendo el ardor en sus ojos, la muchacha suspiro, recordando con nostalgia todas las cosas que imagino de su futura vida con Yevhen, ella aguanto las ganas de gritar, dándose cuenta de que había desperdiciado sus veintiún años de vida preparándose para complacer a alguien que la desecho sin siquiera pensarlo, todo por una desconocida. Era cruel, demasiado. Le habían impuesto esa vida desde el día en que nació, ¿Y para qué? ¿Para convertirse en la esposa maltratada que pueden engañar y luego desechar?

Kylie apretó sus labios, dejando caer las lágrimas que por tanto tiempo contuvo, lágrimas de horas, días, semanas y años. Fue entonces cuando quiso recordar el momento de mayor felicidad que había experimentado hasta ahora: afortunadamente no tenía nada que ver con Yevhen, no podría soportar tener en su mente otro recuerdo de él, agobiándola más de lo que ya estaba; era un día de campo, uno de esos días en que sus niñeras estaban de buen humor, habría tenido en ese entonces nueve o quince años, en ese momento no lo recordaba, la banalidad del tiempo se lo impedía. ¡Oh! ¡Cómo pasan los años! Kylie sentía que hacia segundos estaba probando el delicioso sabor de chocolate artesanal y preparando pan con sus propias manos, casi podía sentir el olor a pino seco en el ambiente, escuchaba las risas de sus niñeras, incluyendo las quejas de la señora Ter, esa graciosa mujer que siempre estaba sudando, sin importar el frio que hiciera, siempre sudaba. Ese día sus niñeras (en total cuatro), decidieron sacarla de su hogar porque sus padres estaban teniendo una pelea brutal, una que incluyo una amenaza de muerte por parte de su madre hacia su padre. La llevaron a la casa de campo de la señora Ter, jugaron, hornearon e incluso la dejaron llevarse una cría de cerdo como mascota, misma cría que termino muriendo poco después, por culpa del personal de limpieza, que no tuvo la decencia de evitar hacer tanto ruido, pese las advertencias de Kylie y la señora Ter, causando en el animal tal grado de estrés que lo termino matando.

La mente de Kylie la transporto directamente a los exquisitos años de su niñez, aquellos junto a la señora Ter y su pequeña granja, con minúsculos conejos y cientos de cerdos, la señora Ter no tenía ni caballos o vacas, tampoco patos o gallinas, solo conejos y cerdos, decía que eran más fácil de criar, además, de que asi “No tendría la tentación de comerlos” decía siempre la señora Ter, mientras cocía algún vestido para Kylie, <<No es bueno comer cerdo, niña querida, tienen muchas bacterias, además después de la película del cerdito Babe, me volví incapaz de mirar a alguno de ellos con malas intenciones>> en este punto de la charla la señora Ter sacudía la cabeza de indignación <<Pobres animales, con gusto seria vegana, pero dependo de la sangre de vaca para vivir, ¿Sabes? Las pastillas de hierro son muy caras en esta ciudad y mi anemia no hace más que aumentar>> y cuando Kylie le preguntaba por los conejos, la señora Ter sonreía y decía que al tener los ojos rojos parecían poseídos, y por eso no se los comía, curiosamente después de esa charla comían una sopa de gallina.

Kylie sonrió con impotencia, soltando una carcajada, recordando todas las veces que rechazo esa sopa de gallina porque era muy grasosa y “debía mantener la figura” para seguir siendo atractiva para Yevhen, ¿Y para qué? ¿Para que fueron todas esas dietas extremas? ¿Para qué hizo todas esas horas de ejercicio? Horas de maquillaje, horas en el salón de belleza arreglándose, horas de ayuno, meses recuperándose de cirugías que ni ella quería, pero que Yevhen convenció diciéndole que asi sería más atractiva y la iba “amar más” ¿Y para qué? Para ser engañada incluso antes de estar casada.

Kylie abrió la boca incapaz de respirar, Yevhen se acercó a ella viéndola hiperventilar, pero cuando sus manos tocaron las de ella fue brutalmente rechazado, Kylie se cruzó de brazos y giro su rostro observando su reflejo en una ventana frente a ella, y se dio cuenta de que ni siquiera reconocía su propio rostro: vio las vendas en su nariz, los moretones debajo y alrededor de sus ojos, las vendas en todo el rostro y cuello, como le sangraban sus falsos senos en la faja que le habían dado cuando se hizo la liposucción por tercera vez.




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