Hay un nudo de emociones dentro del corazón de Sage que le oprime el pecho con fuerza. Siente con tanta intensidad que se ha convertido en una fumarola para cualquier lobo que anduviera cerca. Afortunadamente para ella, no hay ni uno solo, ahora la casa donde viven Harry y Sawyer luce mucho más grande que la primera vez que entró. O tal vez, la presencia del leopardo de las nieves es demasiado avasallante.
O quizás su loba omega tiembla por la inquietud que arde desde adentro.
Sage duda, mientras mira a Harry dar vueltas, enfurecer y contenerse, es apasionado aún cuando niegue sus emociones. Ella puede leerlo bien, solo algunos detalles, es un rompecabezas con piezas extraviadas, piezas que el hombre de esfuerza por guardarlas lejos de ella, lejos de cualquiera.
—¿Cómo lo sabes? —Pregunta, su voz ronca rompe el abrumador silencio que los envuelve.
Encuentra su mirada verde, se descubre a sí misma sosteniéndola sin siquiera sentir el peligro de ese gesto. Con cualquier otro lobo de igual fortaleza, ella bajaría la cabeza, pero con Harry... Era diferente, su loba hierve con la expectación, tal vez, se siente así porque no se trataba de un lobo...
—Responde —demanda en tono alto, Sage siente el pelaje de la loba bajo su piel, el gruñido de advertencia en sus oídos.
—Su teléfono... —Se detiene, aclara su voz tragando el nudo que de pronto se forma en su garganta—. Se ha detenido en Burke.
Harry se queda quieto, hay una distancia de veinte pasos entre ellos, la isla central en la cocina los separa, oculta la mitad de su cuerpo. De pronto la casa se vuelve inmensa, el espacio está abierto, dos escalones separan la cocina de la sala de estar, otros dos separan de la misma forma la zona del escritorio, llena de papeles y con una computadora abierta, con la sala. Frente a ella, en dirección a la puerta, un pasillo se extiende. Sage supone que lleva a las habitaciones. Harry gruñe, apoya las palmas sobre la isla de la cocina y se inclina, ella puede ver los músculos apretarse contra la camisa color verde oscuro, sin mangas. Es curioso como resalta el color de sus ojos.
—No tengo tiempo para juegos, omega... —Eso último lo tira con desdén—. Sé más clara o vete de aquí.
Sage oye el gruñido de su loba. Lo atiende, recibe de ella la fuerza para no dejarse pisotear, ni siquiera por el hombre que ha elegido.
Pensar en lo último le provoca un sabor amargo en la boca.
El reconocimiento no fue mutuo...
—El teléfono de Jessie se ha quedado en Burke. —Repite, siente el poder de esa mirada clavarse en ella, el enojo de Harry es ácido—. Han desaparecido —afirma con mayor decisión.
—¿Por qué estas tan segura? —Inquiere, ladea la cabeza un poco, ese gesto felino por poco le hace sonreír. Pero este es un asunto serio.
—Su teléfono tiene un dispositivo de rastreo.
Si, Sage sabe que eso no es algo bueno. Pero su preocupación por Jessie ha ido en aumento con cada borrachera, con cada paso que ella da en un derroche sin control. Y ahora que Arif Anyelev ha muerto... Teme que se meta en un problema del que no pueda salir.
—Tienes que estar bromeando —Harry masculla, estrecha la mirada y eso le da un atractivo que funde algo en ella—. ¿Vigilas a tu hermana?
—La protejo —se defiende.
Sus manos se vuelven puños. Y es entonces cuando una sonrisa burlona asoma en el curtido rostro del felino. Cada gesto, la hunde más y más, en la desesperante necesidad por sentirlo, por hacerle sentir... ¿En qué estoy pensando? Se pregunta, y trata de sofocar esos deseos. La prioridad en todo esto es Jessie, algo le ha pasado, de eso está segura.
—¿Qué sabe una Omega de protección? —Pregunta, y eso le hace quebrar el silencio con el sonido de su propio gruñido.
Sage levanta la barbilla, tal y como él lo hiciera momentos antes.
—Es mi pequeña hermana, haría lo que fuera por ella. —Se obliga a relajarse, pero se toma el atrevimiento de señalarlo con un dedo—. Y no soy débil por ser omega, en todo caso, ni siquiera deberías decirme así, solo es un rango jerárquico en el clan. Fuera de él no significa nada.
Harry rodea la isla, baja los escalones, de mala gana le observa de pies a cabeza. Esta actitud le irrita, le da ganas de golpearlo y luego..., besarlo..., Sage desea no sentir con tanta intensidad. Quiere percibir las emociones del gato que está frente a ella para poder descifrar su conducta, sus movimientos, saber si se encuentra en la misma sintonía... Pero Harry Atwood las camufla bien, demasiado.
El leopardo de las nieves se acerca a ella, su loba se agita, su esencia la envuelve. Es salvaje, es intensa, se siente como fuego en la piel, es ceniza enredada con el olor de la lluvia.
—Tienes todo un clan a tu disposición —dice, bajando la voz—. Ve a fastidiarlos a ellos.
Sage siente su sangre hervir de rabia al oír que intenta alejarla. Aunque tiene razón, ella debería acudir a sus compañeros de clan, el mejor rastreador no dudaría en ir en búsqueda de Jessie si ella se encontraba en peligro. Pero, había una parte de todo esto, que le impulsó a ser egoísta por una vez, y es que necesitaba ver a Harry.
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Editado: 05.11.2021