—¿Siempre tienes esa cara?
Sorprendido, Harry mira de reojo al alto león junto a él, están en el ascensor principal de la central constructora de muebles Ice Daggers. Se siente inquieto, por primera vez estará frente a alguien de su mismo tipo, pero completamente diferente, sin embargo, parte de su inquietud le pertenece a Sawyer, el neuroestimulador que informaba sobre su paradero ha dejado de funcionar.
Eso es por demás extraño, pues a Sawyer le dejaron el aparato en la carne desde que tenía diez años, y venía funcionando sin problemas...
—Oye, ¿estás bien?
Harry parpadea, mueve los hombros en el reducido espacio del ascensor. Su leopardo está tan quieto que apenas lo siente respirar, está muriendo, pronto acabará con él. Esa sensación le deja un poco de alivio, que utiliza para recordar por qué de pronto el desconocido león se preocupa por él.
—Soy un hombre de negocios, no deberías esperar más de mi.
El ascensor se detiene en el segundo piso y las puertas cromadas se abren a un estrecho pasillo, salen y caminan hacia un par de puertas de vidrio granulado, en ellas está el emblema del clan pintado en color dorado, un leopardo en posición defensiva cruzado por cuatro garras diagonales.
Dagas de hielo. Un estremecimiento le recorre al golpear la puerta.
—Dejame hablar a mi.
—Yo te conseguí la reunión —afirmó Patrick—. Se había arrepentido.
Harry lo enfrenta, en el tono verde de sus ojos, ve al león intentando dominar a su leopardo, no lo haría, el animal de Harry está tan débil que apenas si puede responder con un gruñido.
—No me importa.
Un sonido electrónico, y el emblema del clan se ilumina por unos segundos, luego las puertas se abren para ellos. De pronto el espacio le queda pequeño, se siente acorralado. Patrick choca su hombro adrede para hacerlo reaccionar, ingresan, la oficina es amplia, en tonos grises con plantas colgando en las paredes, pero el espacio se hace pesado y diminuto cuando es objeto de atención de esas cuatro personas.
Una de ellas se levanta de su asiento en la mesa redonda hecha en madera y resina, suavizada y brillante por capas de barniz. La persona es un hombre de su estatura, de cabello marrón oscuro, ojos verde, más vividos, en un rostro de facciones angulares.
—Buen día caballeros —saluda, pero el gesto es informal, así como su vestimenta, una camisa de vestir blanca, unos botones abiertos en el pecho, las mangas dobladas hasta los antebrazos, un pantalón de mezclilla azul—. Por favor, tomen asiento.
Harry siente que no encaja, pero obedece.
—Les presentaré a mis socios —dice, y mira a una mujer pequeña a su izquierda, un par de ojos azules, cristalinos y gélidos, lo cruzan—. Aria Ashburn, directora y dueña de la empresa, Jennifer Stone gestora de ventas —apunta a una mujer de cabello cobrizo y ojos marrones, luego gira a su derecha—. Y Hunter Collins, director del área de construcción y diseño, además de lugarteniente del clan.
La mirada del aludido es incluso más dura que la de Aria, de un tono aguamarina vibrante que resalta por la palidez de su piel y el color negro de su cabello.
Cuatro leopardos de las nieves, Harry es menos que uno.
—Le agradecemos por la oportunidad y por su tiempo —Patrick le roba la palabra.
Harry se frustra, forma puños por debajo de la mesa para contener esa emoción. Mala acción, el Alfa del clan Ice Daggers lo nota, por supuesto la parte de resina ocupa el centro de la mesa, y es transparente. Liam Gallagher entrelaza los dedos por encima y lo mira directo, el hombre y el leopardo de las nieves lo observan desde las profundidades de un poder oscuro. En su mente, el leopardo de Harry respira de forma entre cortada y responde ante la mirada dominante con un bufido. Harry no sabe si ha notado el mal estado en que se encuentra, aunque no necesita saberlo, mucho menos Liam.
Por una vez, necesita que lo vean con la actitud del monstruo que aun se arrastraba bajo su piel.
—Sí, ha sido muy persuasivo, pero esperábamos contar con la presencia de su socio.
El depredador de Liam lo miró a través de sus ojos, vio su debilidad, la agonía que quemaba por dentro. Y Harry también comprobó la marca de acoplamiento que apareció como un susurro, para recordarle lo miserable que era, lo que nunca jamás tendría... Liam estaba emparejado, pero el destello de color apenas si pudo verlo en las negras pupilas, como un tono más claro.
Lo que si era seguro, era que ninguna de las dos mujeres presentes en la reunión tenía algo que ver con él, tampoco el hosco lugarteniente a su derecha.
—Mi socio ha tenido que acudir a otro asunto de vital importancia.
Evitó que su sarcasmo no se dejara oír, por dentro maldijo a Sawyer, a Jessie y al maldito clan Moon Fighters.
—Iremos directo al punto —intervino Aria, Patrick se movió inquieto y Harry pudo sentir al león igual de incómodo, solo entonces pudo confirmar lo dominante que era la mujer—. Nuestros talleres fabrican muebles, los suyos, armas, ¿en qué nos beneficiaría invertir en eso?
Una risa baja, proveniente del hombre de ojos aguamarina, tensiona el ambiente. Ellos tienen el poder de decidir si entrar al negocio o no, nada pierden de todas formas, pero Harry necesita este contrato, el dinero les servirá para un tercer taller.
—En estos tiempos de incertidumbre, la seguridad no es un gasto innecesario.
Extraña a Sawyer, la elocuencia del bastado le sería de mucha utilidad si estuviera con él.
—No estoy interesado en armar a mi gente —afirmó Liam.
La mitad de la batalla, y de sus argumentos, se pierden.
—Las armas son de los humanos —continúa—. Nosotros tenemos nuestras armas justo aquí.
El Alfa del clan Ice Daggers deja salir garras y colmillos, en un afán de mostrar lo fuerte que es, Harry mostraría las suyas solo para hacerle creer que no es débil. No lo hará, eso implica volver a aceptar al monstruo bajo su piel, y una vez se prometió a sí mismo que lo mataría.
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Editado: 05.11.2021