Sage sostiene la mirada sabiendo la oscuridad que se mueve en las negras pupilas del leopardo frente a ella, el poder en ellos grita a través del silencio, su presencia demanda atención tanto como sus labios firmes, agrietados por el descuido, se encuentra preguntando como sería tocarlos. Pero la necesidad queda en segundo plano, lo que ha descubierto es demasiado urgente como para pensar en otra cosa.
Un tema sensible le trae el recuerdo de una decisión que por poco le cuesta lo más preciado de su vida. Tentadoramente cerca, los ojos verdes del felino se desplazan por su rostro, buscando, analizando. Un segundo después siente el ronco maullido del animal herido, al borde de desaparecer. Sage siente la boca seca, el pecho apretado, el aliento casi perdido, pero las emociones de Harry están bloqueadas para ella, la loba es una hoguera y el leopardo un cubo de hielo.
—¿Qué estás haciendo? —Su voz sale demasiado frágil.
Harry gruñe, el sonido salvaje se desliza por su piel alertando a la loba, se desplaza bajo la piel, atenta.
—Deberías preguntarte eso a ti misma.
Abriendo la puerta con desesperación, el leopardo de las nieves huye, las sombras susurran, el ambiente se electrifica, el hombre impone distancia llevando el cuerpo musculoso lejos de la camioneta. La loba se queja, pero Sage necesita saber lo que oculta, tal vez encuentre la razón de su indiferencia. Baja de la camioneta, y cuando cierra la puerta y gira la cabeza, ve al hombre de rodillas en la tierra. Su corazón da un vuelco, la loba emite un aullido corto y araña, Sage corre a ayudarlo pero Harry le muestra los dientes.
—Alejate de mi, Omega —dice con dientes apretados, ojos llenos de rabia y dolor le detienen, la loba retrocede.
El rostro de Harry se tensiona, el pecho se mueve con un temblor que lo sacude por completo, se lleva una mano al corazón, las garras salen dañando el traje negro.
—Dejalo salir, te hará daño.
Niega en silencio, el movimiento lento, temeroso. Un rugido quiebra en su garganta antes de que pueda contenerlo, el leopardo se rebela contra el humano, lucha por liberarse, por sentir de nuevo, por expresarse. Sage lo entiende, sabe que debe estar sintiendo su sangre arder, su cerebro en una agonía implacable, como clavos estrellándose en la carne suave, sabe que sus huesos tiemblan con cada movimiento y sus músculos duelen en lo profundo, es el poder del cambio que suscitado por el animal lo llevará al borde de la inconsciencia.
Con las lágrimas pinchando en los ojos, Sage se arrodilla junto a él, intenta sostener su rostro pero Harry se aleja, negando, temblando por la rabia animal que lo consume, hay dolor en sus ojos, no físico, es un dolor a otro nivel, Sage lo toma y le estremece, su estómago se aprieta y de pronto la fuerza se diluye lejos de ella. El sufrimiento de Harry lleva años acumulándose. Su compañero se desmorona por voluntad propia.
Pero ella no va a permitirlo.
—¡Deja de luchar! —Su grito lo sacude, sus ojos se abren, se vuelven grises.
Harry hiperventila, su piel se enfría, el sudor cae por su rostro, su figura se va haciendo pequeña.
—Huye... El monstruo...
Cae hacia adelante, ella lo sostiene, su cabeza queda en su regazo, las lágrimas se derraman silenciosas mientras observa la carretera vacía. Harry ha luchado con su propio animal, y ha ganado, enviándolo a una prisión otra vez, ¿por qué hacía eso? Lo estaba matando, se estaba matando a sí mismo.
Sage toma aliento mientras acaricia el cabello negro del hombre, es suave, pero tan frágil... Con gran esfuerzo lo da vuelta en la tierra, le da un beso en la frente, su piel se siente fría y eso le aterra, debe ayudarlo pero no sabe bien cómo. La noche se aproxima y aun queda un largo tramo para la ciudad, su loba susurra algo en su mente, Sage acepta de inmediato.
Limpiando el agua de su rostro, se pone de pie, y luego se agacha, desliza las manos por debajo de las axilas del hombre y lo levanta, el peso le roba las fuerzas, pero consigue arrastrarlo de nuevo a la camioneta. Levantarlo para dejarlo en el asiento toma toda su energía, y al final tiene que tomarse unos minutos para respirar y saber a donde debería llevarlo.
Su condición es grave, está al borde de que su consciencia animal, famélica por la ausencia de libertad y movimiento, desaparezca de su mente por completo. Si eso sucede, Harry perderá más que la capacidad de transformarse, su alma, aquella parte que lo hace más humano que la mera presencia física, se irá también. Y entonces será incapaz de sentir, de amar...
¿Por qué había encontrado a un compañero que quería morir?
No era justo.
Sage se debatió entre pedir ayuda al clan Ice Daggers o llevarlo con Dashiell, el medico y jefe del equipo sanitario de su clan. Ella no conocía nada sobre la biología de un leopardo de las nieves, cosa que los Ice Daggers sí, ellos podrían ayudarlo más de lo que Dashiell, siendo un lobo, podría, sin embargo no quería tenerlo lejos. Al final su necesidad primó.
Llevar a un desconocido al territorio nunca era bien visto por sus compañeros de clan, al estacionar en la zona reservada, se encontró con los pálidos ojos verdes de Dashiell resaltando un rostro suave, pero no hay nada amable en ellos cuando se acerca a la camioneta, sus ayudantes se quedan atrás junto a la camilla de traslados, un poco nerviosos.
Con un movimiento de cabeza pide que baje la ventanilla, Dashiell apoya los brazos en el techo y se inclina para dar un vistazo. El lobo rubio gruñe.
—No dijiste que era un extraño.
Su voz sale dulce a pesar de lo nervioso que se encuentra, por supuesto, la reacción es normal, no sabe si a quien le ayuda resulta amigo o enemigo.
—No es un extraño —Sage afirma y se quita el cinturón.
—¿Ah, no? ¿Quien es? Se ve como un felino.
Sage no quiere preguntar como rayos puede deducir eso.
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Editado: 05.11.2021