Al momento de subirse al todo terreno, Sage se estremece, maldice en su interior. Debería haber escogido otro, pero la prisa no le permitió detenerse para husmear el vehículo. Con el corazón latiendo duro dentro del pecho, Sage cierra los ojos con fuerzas. Grave error, las imágenes le azotan una por una, como un látigo de sensaciones que se acumulan alrededor de ella, su piel se calienta, sus manos hormiguean, y la loba gruñe en su interior, necesita a su compañero y no es nada suave reclamando cada minuto del día.
Las últimas cuarenta y ocho horas han sido un martirio. Y no es solo porque ha perdido todo contacto con Harry —el maldito felino ni siquiera le escribió algo—, sino porque las cosas en casa han estado tensas. El regreso de Jessie ha servido para llamar toda la atención de Eloise, pero Sage sabe que es cuestión de tiempo para que su madre opinara sobre lo que había hecho.
Sage está cansada de indirectas, el almuerzo de hoy ha sido un punto de quiebre. Ya no quiere seguir soportando las insinuaciones, tampoco los regaños. Sabe que su madre está enojada, y Eloise debería conocer a su propia hija después de treinta y un años. Sage no es una mujer fácil de engañar, Eloise solo finge no saber sobre el vínculo, ¿por qué? Eso es lo que quiere averiguar... En tanto la furia que calienta hasta los huesos se aliviane un poco.
Algo que no es tan sencillo, un solo vistazo a los folletos que arrojó arriba del panel del todo terreno despierta un tumulto de emociones en su interior. Sage aprieta el volante, toma una respiración cargada con el peligros y masculino olor de cierto hombre desesperante, sus ojos se humedecen. Lo extraña tanto... Poniendo la llave de arranque, deja salir el aire y trata de ordenar las cosas en su cabeza.
A su edad ni siquiera debería tener esta clase de problemas, ella debería estar feliz en una casa grande, con un par de cachorros llenándola y un hombre fuerte y decidido a su lado. Pero por desgracia, no hay dos líneas de vida iguales y ella no puede tener lo que sus amigas tienen: estabilidad.
Sería fácil culpar a su familia disfuncional por todo esto, pero eso es egoísta. Sage lo permitió, por su naturaleza amable y dócil, pero ha alcanzado el límite. Los folletos solo le empujaron a esto.
Necesita poner orden, recuperar el control de su vida.
Primrose tiene razón, piensa mientras conduce por el camino del bosque, su vida debe dejar de girar alrededor de otros. Por eso ahora necesita aclarar un par de cosas con Eloise, suena fácil... No lo es en absoluto, el miedo aprieta sus intestinos con fuerza, el corazón le martillea golpe a golpe y sus ojos arden.
Si esto es difícil, no se imagina estar frente a frente...
Pero ya no hay tiempo para huir, debe hacer esto. De lo contrario jamás será tomada en serio por su madre. Esto es necesario, se repite una y otra y otra vez, el bosque se abre a su paso, el sol del atardecer arroja brillos naranjas que bailan con las sombras que proyectan los árboles. En media hora alcanza el camino principal hacia la ciudad, aumenta la velocidad, aumenta sus nervios, su necesidad de llorar, de gritar, de cambiar de idea e ir a buscar al dueño de este olor que la enloquece....
Una hora y media después, esa idea todavía le tienta mientras transita por las ajetreadas calles de Paradise City, intenta convencerse de que solo es una distracción para evitar enfrentarla, como un auto sabotaje hecho por sus instintos. Después de todo, la persona con la que hablará es Eloise Smith, no importa que Derek sea el Alfa del clan, tanto Jessie como Sage saben que dentro de la familia Smith Eloise es quien lidera.
Las manos le tiemblan, sus emociones están inestables cuando estaciona frente a la tienda de hilos y accesorios de costura perteneciente a Eloise. Enfrentar a su madre es algo que jamás ha hecho, siempre han estado juntas, tan unidas como uña y carne, pero últimamente solo hay riñas entre ambas.
Tal vez porque Sage está pensando fuera de la caja que Eloise construyó para ella con tanto cuidado, solo para protegerla.
De pronto la puerta del acompañante se abre y una corriente tibia renueva el aire del interior, el perfume entra junto a su dueño, la última persona que esperaba ver el día de hoy. Ella está tan inestable, tan sensible, que a Harry no le tomaría mucho para hacer que ella se acurrucase junto a él.
Traga saliva, él cierra la puerta. Están juntos otra vez, encerrados en un espacio reducido de nuevo, pero a la vista de las personas que van y vienen. Las yemas de sus dedos pican por tocarlo, Sage se aferra al volante.
¿Por qué hoy? Se pregunta, mordiendose el labio inferior, ¿Por qué ahora?
—¿Ahora asaltas automóviles? —Pregunta, el nivel de sarcasmo se oía mejor en su cabeza.
—Solo el de la única persona que he querido ver desde hace dos días.
Su voz profunda se arrastra por su piel, amenazando con hacer crecer un estremecimiento que sacudirá su cuerpo. Lo tiene, tan cerca, tan dispuesto, pero luego vuelve a ver el vínculo y la espesa niebla fría y gris que impide el acceso a sus emociones, a su vida... Y la furia baña otra vez sus pensamientos.
—Todavía existen los teléfonos.
—Te estaba dando tu espacio.
—Qué considerado. ¿Podrías salir de mi auto?
Silencio.
«No lo mires. No lo mires. No lo mires»
Dios... Quería comérselo con los ojos.
—No es tuyo.
—Si estoy frente al volante y con las llaves, sí, lo es, y en este momento no quiero acompañantes.
—¿Por qué? ¿Planeas un asalto?
—No te incumbe.
Silencio.
Sage tiene la mirada de Harry sobre ella ahora, y quema mucho más que el sol en el punto más caliente del verano. Barre a través de su cuerpo, y se detiene en la blusa floreada sin mangas, tanto sus hombros como el cuello están expuestos. El día ha sido más caluroso de lo normal y Sage lleva ropa ligera, un pantalón corto de mezclilla y zapatillas de piso celestes.
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Editado: 05.11.2021