Los olores neutrales, los sonidos de las máquinas, las sensaciones de la ropa de cama y las sábanas... Se ha vuelto una monotonía que ha arrastrado el brillo de existir.
La fiebre y el dolor de cabeza son dos dagas constantes, pero no demasiado molestos. ¿Sería así para todos? No puede evitar preguntarse por los demás enfermos, Caleb, Dashiell, Jeremy, Layne, Dina, Zackary, Olivia... ¿En qué estado se encuentran? ¿Cómo está mamá? ¿Cómo está Jessie? ¿Estarían llorando por ella?
El hecho de imaginarlas de ese modo le hace apretar los puños, hasta este punto, ellas deberían saber que hizo lo correcto y cumplió con su deber, ellas no deberían derramar ni una sola lágrima, hacerlo significa insultar a los omegas, ¿no es hipócrita educar a los jóvenes para poder un día dar el máximo sacrificio por el bien de otro, diciendo que al hacerlo no provocarán dolor alguno en sus seres queridos?
Sage no está segura de que los lobos sean capaces de eludir semejante sufrimiento, al menos, no su madre.
—Soy su única hija de sangre.
Perderla significará mucho para Eloise.
«¿De verdad voy a morir?»
Una sensación cálida abriga su cuerpo, diseminándose desde dentro hacia afuera. La última esperanza de que tal sensación pudiera provenir de su parte, se desvanece al llegar al borde del bloqueo en el vínculo. Quien la reconforta ahora mismo no es Harry, sino Derek.
Él ha estado así con ella desde que la dejaron en esta habitación hace dos días, ninguna otra persona puede verla, solo los miembros del equipo de contención y los médicos que supervisan su estado de salud, todos ellos son cambiantes felinos. Sage está totalmente sola, y eso Derek lo sabe bien, por eso se asegura de hacerla sentir mejor enviando esas sensaciones a través del vínculo de sangre.
Es como si estuviera ahí con ella, frotando su pelaje, lamiendo y mordisqueando sus orejas. El apoyo que ella necesita para sobrellevar esta situación solo lo obtiene de él. Y eso genera un sentimiento agridulce al que intenta controlarlo para que Derek no lo sienta, ya se dio por vencida con Harry, él no volverá, no puede transmitirle nada, no hay forma de llegar a él.
Este es un solitario final, para alguien que persiguió el afecto toda su vida.
—No me arrepiento.
Lexter vivirá para ver como se recupera el clan, su madre podrá seguir adelante sin nada que cuidar más que a sí misma, y Jessie por fin encontrará un rumbo si permite que Sawyer sea su guía.
Simplemente, el camino de Sage tiene que detenerse aquí. No hay remedio para eso, las cosas que los médicos le dicen para sostener sus ánimos..., ella sabe que están lejos de volverse reales, ¿de verdad Derek se arriesgaría a probar los prototipos? Podría acelerar las muertes de los enfermos, pero..., conociendo su determinación, debe estar desesperado por salvar a la mayor cantidad posible antes de que el brote devore a todo el clan.
Sí, Derek intentará con todo.
—Me gustaría ser la primera —dice en voz baja—. Así podría acabar con esta incertidumbre.
No saber cuando morirá es peor que la enfermedad que acabará por hacerlo.
Levantando la cabeza, Sage gira su cuello lentamente de un lado hacia el otro, los músculos duelen un poco, su cuerpo pasa por lapsos en donde no tiene energía para nada, no puede moverse. Pero ahora..., siente un ligero entumecimiento. Es tolerable.
Suspirando vuelve a hacer un barrido por la habitación, no sabe qué hora es o qué día o cuánto tiempo ha pasado desde que salió del último estado de semi inconsciencia, podrían haber pasado horas o días, hay lagunas en sus recuerdos, ni siquiera puede usar a los médicos como brújula para orientarse.
Recordar es difícil.
Esta habitación de paredes blancas es fría, no hay otra cosa más que su cama, las máquinas de monitoreo y un par de sillas de plástico duro. Aquellas máquinas están protegidas dentro de cajas de vidrio reforzado y las sillas parecen demasiado livianas como para representar un peligro, más allá de eso, no hay nada que ella pueda usar en un ataque violento, nada con lo que pueda lastimar a los médicos durante las visitas de revisión.
Mirando sus manos, Sage esboza una sonrisa triste, ¿así es como será entonces? ¿En qué momento se volvería una criatura carente de consciencia y razón, movida solo por una necesidad violenta? Soltando el aire lentamente luego de que esa escalofriante pregunta rondara en su mente, Sage trata de controlar estos espasmos que comienzan a hacer temblar su cuerpos, sus manos se humedecen pero tiene frío.
En ese instante la única salida al exterior se desliza hacia arriba permitiendo la entrada a una de sus doctoras que sigue de cerca su estado. Ella es una cambiante puma de edad avanzada, se alistó en los reclutamientos de emergencia cuando comenzaron a aparecer casos de lobos enfermos casi todos los días desde principios de año.
Una mujer como ella, debería estar disfrutando de su retiro, pero al momento en que Sage le cuestionó por qué se había alistado para cumplir con un deber moral.
«Los lobos necesitan todas las manos posibles, frente a eso no puedo quedarme indiferente»
Sage ve como la experimentada doctora revisa los registros de las máquinas que monitorean todos sus signos vitales por medio de unos cables conectados a electrodos adheridos a su piel, Angie Greene lo hace tres veces al día, aunque esos datos los podría transferir a una tableta digital, ella prefiere la rutina normal.
La soledad en estas condiciones no es buena para ningún lobo, había dicho la noche anterior.
—¿Cómo estás Sage? ¿Has tomado tus medicinas?
Sage confirma con un ademán.
—Tengo entumecimientos y mucho frío.
Angie empuja sus lentes de marco fino. Es una mujer algo seria y reservada, por las arrugas en los bordes de sus ojos y alrededor de sus labios, Sage intuye que su envejecimiento apenas está comenzando, debe tener entre setenta y ochenta años. Así que ella probablemente ha visto los tiempos en donde el abuelo y el padre de Derek guiaron al clan.
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Editado: 05.11.2021