Orinoco Zombi

Capítulo I.  Ralf Müller.

 

Ralf Müller fue un superviviente extraordinario, un hombre que pudo haber escrito manuales al respecto, creo que su habilidad viene de tantos libros de ciencias que leyó, en especial los de biología y anatomía humana, ya que quería ser médico, profesión que nunca llegó a estudiar por las duras circunstancias que lo rodearon casi toda su vida.

Aparte de sus conocimientos científicos fue también un atleta extraordinario, aficionado de la lucha libre y del boxeo. Durante su entrenamiento como soldado NAZI logró   la simpatía de sus superiores por sus habilidades deportivas. Era un hombre rubio de ojos azules con 1,93 metros de estatura. Físicamente era el soldado ideal, el fenotipo que quería establecer a la fuerza el régimen fascista. Pero Ralf Müller en su interior era todo lo contrario a un Nazi. Era un hombre que escondía su tierna humanidad a través de la lucha libre y del boxeo, en donde aparentaba ser un hombre muy rudo.

Él tenía el grado Sargento segundo cuando los Nazis decidieron invadir a Polonia el “1 de septiembre de 1939”, su división a la que el pertenecía estaba bajo el comando del General Nazi  “Gerd von Rundstedt” quién tenía la orden de atacar a Polonia desde el sur, partiendo desde Eslovaquia. Mi abuelo fue testigo de toda la crueldad Nazi, sintió repulsión “para aquel entonces” de ser alemán, vio como aquellos sádicos y psicópatas racistas masacraban una nación y a pesar de la resistencia heroica de las tropas polacas, quienes se comportaron y pelearon como los ESPARTANOS; pero que  al final los Nazis con todo su poderío tecnológico-militar y sus un millón y medio de tropas lograron  consumar unos de los más atroces genocidios de la historia contemporánea.

El Sargento Ralf en una noche antes de otra desproporcionada ofensiva contra Varsovia (Honor eterno a la resistencia de esa Ciudad), logró escapar de su división sumándose así a los más de tres mil soldados Nazis desaparecidos en Polonia. Esa noche no había sido fácil lograr la evasión, pero por medio de artilugios y de su prestigio dentro de los Nazis, logró escapar por la retaguardia, huyendo con un fusil “98k máuser” y una pistola “Walther P-38” y un total de 200 municiones, municiones que administraría muy bien. Se adentró por los bosques de Lodzkie, caminando cientos y cientos de kilómetros hasta llegar a Katowice, dirigiéndose con una brújula y un mapa, evitando todas las poblaciones polacas; porque resultaba ser enemigo de ambos bandos, enemigo de los Nazis por desertar y enemigo de los polacos por ser alemán. Se convirtió en un nómada, vivió de la cacería y dormía en refugios improvisados. El calculó que aquella guerra duraría diez años, se mentalizó para lo peor.

Pero la Segunda Guerra Mundial había durado cuatro años, aunque en realidad parecieron cien años, y durante ese tiempo, el fascismo fue el responsable de la muerte de más de cincuenta millones de personas…

[Disculpen la pausa que he hecho, pero me sobrecojo al pensar… que en el pasado, debido a los Nazis, murieron cincuenta millones de personas; pero hoy en día, en el 2017, han muerto miles de millones de seres humanos, esta vez no por los Nazis, sino por un enemigo “no visible”, billones de veces más pequeño que aquellos fascistas del Tercer Reich, convirtiéndose este microscópico enemigo en un arma de destrucción masiva para la raza humana.]

Pero al final de la Segunda Guerra Mundial, el abuelo Ralf pudo sobrevivir, pasando por centenares de duras pruebas durante el periodo  de “post guerra”, también tuvo que librar importantes batallas dentro de su mente, traumas que fueron difíciles de borrar y que de seguro no borró por completo, más bien aprendió a vivir con ellos. “No todo combatiente logra superar o aprender a vivir con los traumas generados por la guerra”. Pero Ralf era fuerte, aunque también lo ayudó a superar todo esto, las paradisiacas playas del Caribe de Venezuela y su cálida gente,  país que escogió para vivir y morir; pero él solo estuvo un breve tiempo en las costas del Mar Caribe porque decidió establecerse en las tierras contiguas al mítico y legendario río Orinoco, río del que él una vez leyó en una novela del escritor francés Julio Verne, titulada: “El Soberbio Orinoco”.

Allí, al lado del Orinoco, aquel musiú[1], aquel catire[2] de ojos azules, fue flechado por los encantos de una linda, exótica y sensual mujer negra de Ciudad Bolívar, así que allí, en esa histórica ciudad, el alemán junto su hermosa negra decidió colocar sus raíces y establecer para siempre su hogar, donde al fin encontró la paz y la felicidad que tanto buscó.

 

[1] Se le dice musiú a las personas de origen europeo que hablan un idioma distinto al español.

[2] Forma coloquial de llamar a las personas rubias o caucásicas en Venezuela.



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En el texto hay: zombis, ebola

Editado: 17.08.2019

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