Orión

Capítulo 8

Era viernes, no era de esas personas que les gustaba tomar, pero definitivamente hoy necesitaba un trago, o dos, ¿o qué más da?, ¡la botella entera!; y, sabía que, si le decía a Lorena y los demás, me acompañarían a algún bar.
<< Necesito despejar mi mente. >>.
La primera hora de clase era la que tenía con Zarek, por lo que no tenía muchos ánimos de ir, pero no podía saltármela, además, ya había faltado a muchas clases esta semana.
<< Una semana bastante alocada. >>.
Pensé ante la cantidad de eventos transcurridos.
<< ¡Vaya manera de empezar el semestre! >>.
Como acostumbraba a llegar casi 20 minutos antes de que iniciara la clase, el pasillo a esa hora estaba desierto, por lo que aprovechaba ese momento, para leer algo mientras escuchaba música, Lorena se sorprendía por poder hacer ambas cosas al mismo tiempo, pues ella tenía que leer o estudiar en un pulcro silencio, o como máximo con una muy suave melodía de fondo; yo me encogía de hombros, de seguro no era la única que podía hacer tal cosa, además había cosas mucho más sorprendentes que eso.
- Vaya que eres madrugadora.
Una voz gruesa y profunda logró penetrar en mis oídos, a pesar de la música que escuchaba en ese momento. Levanté la vista, al tiempo que me quitaba los audífonos. Allí estaba, justo tenía que llegar temprano el único personaje que quería evitar más que nada en el mundo… bueno, acepto que estaba exagerando, pero realmente me ponía de los nervios tener a Zarek cerca.
- Tú también madrugaste. – dije aparentando normalidad.
Miré a mi alrededor, pero desafortunadamente no veía a nadie más aparte de Zarek.
- Estamos solos. – dijo acercándose a mí, yo estaba sentada con las piernas cruzadas en el piso.
- Evidentemente… - dije un poco cortada.
Como no podía sostenerle la mirada, decidí que mis ojos se fueran de lleno en el libro en mi regazo.
- Necesitamos hablar. – su voz sonó tan baja y tan cerca, que no pude evitar dar un respingo.
Giré mi rostro… grave error, él estaba mucho más cerca de lo que había pensado, su rostro quedó a escasos centímetros del mío, por un momento me fijé en sus ojos, no sabía si se debía al shock de ayer, pero me había parecido verlos de color violeta en su totalidad. Pero esta mañana, éstos eran verdes, aunque sí se podían distinguir pequeñas motas violetas aquí y allá; no pude evitar el volver a pensar en si utilizaba lentes de contacto.
Cuando me quise dar cuenta, llevábamos no sé cuánto tiempo viéndonos fijamente, por lo que de nuevo giré mi rostro hacia el frente, y le hablé de la manera más calmada que pude.
- ¿De qué necesitamos hablar?
- ¿De verdad estás preguntando? – su voz sonaba algo inquieta, pero no me giré para ver su expresión.
Aunque no era lo primero que se me había venido a la mente, por obvias razones, decidí que él quizás quería hablar del trabajo y la búsqueda de nuevas parejas.
Pero justo cuando iba a contestarle, los demás estudiantes empezaron a llegar; unos, al vernos, se nos acercaron y empezaron a hablar de la clase y de cosas sin importancia. Para cuando nos dimos cuenta, la clase ya había terminado, por lo que en un descuido que tuvo Zarek, al ser interceptado por dos compañeras, yo salí volando como si la misma muerte me estuviera persiguiendo con su guadaña.
Una vez finalizadas mis clases, estaba en camino a la cafetería, en donde, como ya era habitual, me reuniría con mis amigos para almorzar.
Pero en el camino Adrián apareció de la nada frente a mí, haciendo que por poco me chocara contra él.
- Hola. – dijo mirándome directamente a los ojos, en los de él pude percibir algo de inquietud, pero también algo de preocupación.
No pude evitar mirarlo como si estuviera loco, definitivamente no lo entendía, y sin poder evitarlo una profunda indignación me embargó.
- Hola. – dije de manera seca, luego lo esquivé y seguí caminando como si nada… como si mi corazón no se quisiera salir de mi pecho por la rabia.
- Siento lo de ayer.
- ¿Qué sientes? – dije sin mirarlo mientras caminaba a mi lado.
- Por no saludarte.
- No te sientas obligado.
- Cy… Danna. – dijo tomándome del brazo y deteniéndome para que lo encarara - ¿Puedes mirarme por lo menos?
Apreté los dientes, el estremecimiento que sentía de su mano rosando la piel de mi brazo era absurda.
<< ¡¿Qué demonios te pasa?! >>.
- Bien, ya te estoy mirando. ¿Contento? – dije enarcando una ceja.
- Sé que no… que no me porté muy bien la última vez que nos vimos…
- ¿Cuándo? Dime, ¿cuando te fuiste de repente serio sin ninguna explicación dejándome prácticamente con la palabra en la boca?, o… ¿cuando no fuiste capaz de darme un simple saludo o tan siquiera un asentimiento de cabeza cuando nos vimos ayer en clase? – caí muy tarde en la cuenta de cómo sonaba eso, así que inmediatamente añadí como si nada - ¿Sabes?, no importa, está bien. Que tengas buena tarde.
Intenté zafarme de su agarre, pero él no me lo permitió, en cambio me miró de manera tan intensa que no sabía ya de qué color era mi cara, pero tenía claro que en ese momento quería que fuera transparente.
- Danna… no fue mi intención, es sólo que… no sé… simplemente me tenía que ir, pero no creas que me estoy justificando es sólo que…
Pasaron algunos minutos en los que ambos nos quedamos callados, sin darme cuenta estábamos así como sumergidos, no me importaba lo que había sucedido, pero en los ojos de Adrián pude ver arrepentimiento, y algo más pero que por ahora no podía descifrar.
Solté un suspiro, además no sabía el por qué, pero ver esa expresión en los ojos de Adrián no me gustaba en lo absoluto.
- Está bien, no pasa nada.
- ¿Me perdonas? – dijo Adrián sorprendido, como si lo que estuviera haciendo fuera algo épico.
- Por Dios, ni que hubieras matado a alguien… además, creo que exageré un poco.
- ¿De verdad me estás perdonando?
Miré a Adrián fijamente a los ojos por si esto ya se trataba de una broma, pero vi algo en sus ojos… no sabía exactamente qué, pero ese algo me decía que estaba hablando totalmente en serio.
Al darme cuenta que lo estaba mirando como una tonta, decidí que era mejor darle un toque de humor a su reacción, así que alargué la mano y toqué su frente como a quien se le mide la temperatura, pero en cuanto mi mano tocó su frente, al igual que había sucedido con su toque en mi brazo, una serie de sensaciones viajaron desde la palma de mi mano hasta mi corazón; no quería parecer rara, así que hice como si nada y sonreí.
- Mmmmm, creo que no tienes fiebre, pero puede ser que estés alucinando, uno nunca sabe. – dije quitando mi mano y encogiéndome de hombros.
Adrián afortunadamente me soltó y dio un paso hacia atrás como buscando algo de espacio, debo admitir que me sentí rara cuando hizo eso, pero no le di importancia.
- Debe ser… sí. – luego me miró y me dio una hermosa sonrisa, pero en esta ocasión pude fijarme que sus ojos no se iluminaban, era como si le fuera imposible interiorizar las emociones – Gracias.
- ¿Quieres almorzar con nosotros? – dije y empecé a andar de nuevo ya viendo a los chicos que entraban a la cafetería con cara famélica en busca de saciar sus voraces apetitos.
- Si a ti no te parece mal, por mí estupendo.
- Por supuesto que no me parece mal, pero te pido que tengas paciencia con mis amigos… como te dije la última vez son buenas personas, pero les cuesta un poco abrirse a alguien nuevo.
- A mí no me importa, sólo quiero almorzar contigo. – dijo como si nada.
No pude evitar sonrojarme por ese comentario, pero lo que más me gustaba era que no dejaba que la actitud de ellos lo afectara.
Suspiré.
<< Cuánto me hubiera gustado tener semejante fortaleza en mi vida. >>.
No con muy buena cara, como era de esperarse, Lorena y Alejandro recibieron a Adrián en nuestra mesa. Pero afortunadamente no hubo mayor roce entre ellos, pues se limitaron a ignorarse mutuamente.
- ¿Sabían que… - ahí estaba, Sam al vernos a todos en silencio, iba a soltar uno de sus tantos y sabías que…; debo admitir que siempre me interesaba lo que completaba dicha frase – cada rey de las cartas representa a un gran rey de la historia?
- Es obvio que no, Sam, así que continúa con tu intervención. – dijo Alejandro después de pasar bocado y ver que Sam estaba dispuesto a esperar a que alguien le contestara.
- Bueno, pues Espadas, representa al rey David, tréboles a Alejandro Magno, corazones a Carlomagno y diamantes a Julio César.
- Bueno, eso no lo había ni imaginado, - dijo Mary sorprendida – uno siempre da por hecho que las cosas las hacen porque sí.
Yo asentí, hasta las cosas más simples tenían su razón de ser.
Una vez satisfecho por incitar un nuevo tema de conversación, Sam enterró su nariz en una de sus particulares revistas, opinando de vez en cuando.
- Hoy llegan mis padres. - dijo Lorena en algún momento en medio de la conversación.
Gemí para mis adentros, eso quería decir que ella no podría acompañarme en mi noche de desorden.
- ¡Qué bien! – dijo Mary contenta - ¿Cuánto tiempo estuvieron viajando?
- Casi cuatro meses. – dijo Lorena, quien, aunque trataba de ocultarlo, se le veía contenta por la llegada de sus padres.
- Me imagino que estarás bastante ocupada. – dijo Sam levantando la vista de su revista. – Porque me imagino que les tendrás algo preparado.
Lorena le hizo una mueca, era obvio que no había preparado nada, pero de inmediato se levantó.
- Chicos, los dejo, creo que de verdad debería hacer algo por ellos.
Sam sonrió satisfecho, y volvió su atención a la revista.
Sam era definitivamente el más sabio y maduro del grupo; parte de mí, admiraba su madurez y su autocontrol.
- Vale, envíales mis saludos. – dijo Alejo.
Las familias de Alejandro y Lorena se conocían desde antes que ellos nacieron, y aunque en un inicio, sus familias intentaron juntarlos, ellos se negaron rotundamente, pues lo único que había florecido entre ellos era una gran amistad.
- Ok, pero sabes que quizás te termine invitando para esta noche… - se llevó una mano a la frente - ¡Eso es! – dijo Lorena entusiasmada - ¿Por qué no vienes? Trae a tus padres, estarán encantados por ver a los míos, y de paso me zafo de tener una charla de padres e hijos.
- ¿Y arruinar un viernes en la noche para salir a bailar? – dijo Alejandro con cara de terror – No pequeña, gracias.
Mary y yo soltamos una breve risa.
 - ¡No es gracioso! – dijo Alejandro haciendo pucheros.
- Vamos, sé buen amigo y acompáñala. – le dije a Alejandro, mientras posaba una mano sobre su hombro.
Después de unos segundos, Alejandro soltó un suspiro de derrota.
- Está bien, pero el otro viernes no estoy disponible para nada excepto bailar.
- Sí, sí, - dijo Lorena tomándolo del brazo y halándolo – ahora vamos, tenemos muchas cosas qué hacer y contamos con poco tiempo.
- ¿A dónde me llevas? – dijo Alejandro tratando de soltarse del agarre de Lorena - ¿No es hasta en la noche?
- Sí, - dijo Lorena poniendo los ojos en blanco – pero me vas a ayudar a organizar todo.
Tras despedirse, empezaron a caminar hacia la salida de la cafetería.
- ¿Y tú qué piensas hacer esta noche Mary? – dije lo más casual que pude.
- Mi hermanita tiene una presentación de la orquesta en el teatro esta noche, así que iremos con mi familia.
No la había conocido, pero sabía que la hermana menor de Mary, quien estaba en un conservatorio, tocaba el piano; en una ocasión, Mary muy orgullosa, me había mostrado un video de ella, y simplemente era excelente, sabía que le iría muy bien en su carrera como pianista.
- Me alegra mucho, debes estar muy orgullosa. – dije feliz por ella.
- ¡Mucho! – dijo con los ojos brillantes de emoción y orgullo – Tuvo que competir contra otras personas para esta oportunidad, y ella quedó, créeme la competencia no fue nada fácil.
- Sí, y para evitar que te lances al escenario cuando tu hermana salga, voy a ir yo también. – dijo Sam, quien veía de manera algo extraña a Mary.
Mary no cabía de la incredulidad y la alegría.
- ¿De verdad? – fue lo único que acertó en decir.
Sam se limitó a asentir, y volvió su vista a la revista; pero no pudo ocultar de mí su sonrisa en el rostro.
- Siento mucho no poderte invitar Danna. – dijo Mary de repente triste.
- No te preocupes, está todo bien, no se te olvide grabar y enseñármelo la otra semana, y dale mis felicitaciones a tu hermana de mi parte. – dije con una sonrisa, para que Mary no se sintiera mal.
Salimos de la cafetería y Mary y Sam se fueron ya que se tenían que arreglar para llegar a la presentación.
- ¿Estás bien? – me preguntó Adrián viendo también a ese par alejarse.
- Sí, bien. – dije sonriendo, aunque ciertamente eso era lo malo de tener a personas cercanas con vidas normales, ya que inevitablemente el tema de la familia en algún momento salía a relucir, y cómo detestaba ese tema, o peor aún, detestaba cómo me hacía sentir.
- No parece.
- No me hagas caso, no importa. – dije sin pizca de ganas de ahondar en mis estúpidos sentimientos – Es sólo que quería salir hoy a bailar… necesitaba una distracción.
- ¿Pasa algo malo?
- Digamos que tuve una semana algo… intensa.
- Y querías salir. ¿Te gusta tomar? – la pregunta la hizo como si le sorprendiera.
Solté una breve risa.
- No, para nada… realmente tomo muy poco, pero lo cierto es que me gusta mucho bailar… supongo que ese para mí es mi escape.
Adrián se quedó mirándome intensamente, y gracias a eso pude ver en qué momento su expresión cambió de estar relajado y tranquilo a tenso y hasta furioso.
- ¿Y de qué se supone que tú debes escapar? – espetó eso con tanta furia que me sorprendió, incluso unas personas que pasaban a nuestro lado se quedaron mirándolo.
- ¿Qué te pasa? – dije poniéndome a la defensiva también.
Pero Adrián soltó una carcajada que nada tenía de graciosa, al contrario hizo que se me erizaran mis bellitos.
- No Danna, tú no tienes ni la más mínima idea de lo que es querer escapar… princesita. – dijo esa última palabra como si fuera un insulto, algo que ciertamente sentí como tal.
- Realmente eres un idiota. – solté con los dientes apretados y fulminándolo con la mirada - ¿Qué demonios es lo que te pasa?
Pero en lugar de contestar él me miró como si me quisiera matar, no pude explicarlo en ese momento, pero era como si me odiara, luego dio media vuelta, y al igual que la ocasión anterior, con largas zancadas se alejó hasta perderse de vista, mientras yo me quedaba muerta de rabia e indignación ahí plantada donde me había dejado.
La tarde, a pesar de todo pasó rápido. Me había limitado a ir a mis otras clases y a encerrarme en la biblioteca a adelantar trabajos así los podía entregar esa misma tarde.
Seguía con ganas de salir, por lo que, en la noche, ya estando en mi casa, me arreglé, y salí; definitivamente quería despejar mi mente, porque de lo contrario me volvería loca. Durante todo el día estuve tentada a ir al bosque, era como si algo me llamara allí; pero, y debo admitir, fui muy cobarde, pues temía encontrarme con aquel tipo de nuevo. Claro que, llegada la noche me había arrepentido de no haber ido.
Pero debo admitir que la actitud de Adrián fue lo que más capturó mis neuronas esa tarde, hasta el momento no sabía cómo había logrado entregar esos trabajos a tiempo, pero aun así lo había hecho.
Sacudí mi cabeza, prefería pensar en que no podía dejar de ir al bosque por unos estúpidos a estar pensando en un tipo que no lograba entender en lo absoluto.
<< Mañana voy. >>.
Pensé con determinación; como era inicio de semestre, además de ser sábado, sabía que el campus estaría considerablemente solo, por lo que aprovecharía para ir y de paso estudiar.
Llegué a un bar que quedaba como a media hora en bus de mi casa, pues la verdad no me gustaba salir cerca de allí, ya que el barrio ciertamente era algo peligroso, cosa que jamás admitiría enfrente de Lorena y Alejandro.
Apenas me senté en el bar, pedí un trago, no supe de qué se trataba, pero el ardor en mi garganta no se hizo esperar, hice una mueca y sacudí mi cabeza, el barman me sonrió y me alcanzó un trocito de limón, el cual introduje de inmediato en mi boca, agradecí enormemente el cambio de sabor; le sonreí en forma de agradecimiento, me sirvió otra copa y se fue a atender a los demás.
Miré a mi alrededor, el bar era oscuro; la cámara de humo, además de la escasa iluminación del lugar, hacía casi imposible saber quién estaba frente a ti.
Me gustaba el ambiente, unos metros más allá, los cuerpos se movían unos contra otros en sensuales movimientos, al ritmo de la música; el trago estaba haciendo su efecto, me sentía mucho más relajada y tranquila.
<< Quizás sí sea sólo el estrés. >>.
Pensé contenta, pues el día de hoy no había tenido mareo, bueno no hasta ahora, pero el leve mareo que sentía en ese momento sabía perfectamente que se debía al alcohol que estaba recorriendo mis venas.
Tras la cuarta o quinta copa… no lo recuerdo, debo admitir que a esta altura había bebido mucho más de lo que acostumbraba, pero cierto personaje odioso casi que no quería salir de mi cabeza; salí a la pista, impulsada por la seductora música que en ese momento trataba de romper mis tímpanos.
Resulté en medio de la pista, el sudor hacía que mi camisa de tiras se pegara a mi cuerpo y mojara mechones de mi pelo, pero nada de eso me importaba; un tipo se paró frente a mí y empezamos a bailar al ritmo de la canción; debo admitir que, de estar totalmente sobria, no bailaría de ese modo con un total desconocido, pero justo en ese momento no tenía tiempo para pensar en detalles.
El tipo en cuestión, se puso a mi espalda y puso sus manos en mis caderas mientras yo las movía de un lado a otro; me susurraba cosas al oído, pero en vez de ofenderme, me hacía reír, pues me parecía patético que alguien se pudiera creer semejantes tonterías. Me apretó más contra él, me dejé llevar e incliné mi cabeza contra su pecho. Sus manos recorrieron mi estómago hasta que quedó abrazándome por completo.
Cuando la canción terminó, quise alejarme por otro trago, pero el tipo me lo impidió.
- ¿A dónde vas? – dijo con una voz gruesa y algo ronca.
- Quiero otro trago. – dije empezando a alejarme, pero él me detuvo de la cintura.
- Quédate aquí, yo lo traeré por ti. – me acarició la mejilla y se fue a la barra.
Como la música seguía, continué bailando. El tipo llegó por detrás, y en ambas manos tenía tragos, así que cogí una y me lo pasé de un sólo sorbo. Ésta vez, sentí que el trago estaba mucho más caliente al pasar por mi garganta que los demás; pero no me importó y seguí bailando. Cuando estábamos bailando frente a frente, el tipo me insinuaba el seguir la fiesta en otra parte; estaba tomada… bastante, pero no era tonta, era obvio que yo no iría a ninguna parte con él, por lo que me limitaba a sonreír y a seguir bailando.
Sentí una mano en mi brazo, y me giraron de inmediato.
- ¡¿Qué… - me quedé muda.
Ahora sí que el trago había hecho efecto, pues veía a Zarek justo frente a mí.
- ¡¿Qué crees que haces?! – dijo mi acompañante a Zarek.
- ¿Se puede saber qué estupidez está pasando por tu cabeza? – dijo Zarek ignorando el tipo a mi lado, y fulminándome con la mirada.
- ¡Suéltame! – dije tras intentar soltarme sin éxito - ¿Qué te pasa a ti? ¡Vete, estoy bailando!
Sabía que estaba arrastrando las palabras, pues mis oídos no escuchaban mis propias palabras con claridad.
- ¡Estás borracha y sola, con un tipo que no conoces! ¡Te vienes conmigo! – soltó totalmente furioso Zarek, mientras me arrastraba hacia la salida del bar.
- ¡Yo tampoco te conozco a ti! – gritaba mientras luchaba por no caerme.
El tipo, al igual que yo, protestábamos, pero Zarek no dejaba de arrastrarme. A pesar del impacto que me causó verlo, empecé a sentir que perdía la conciencia por fragmentos; de la pista, me vi a las afueras del bar con el tipo en el suelo sobándose la mandíbula y con algo de sangre saliendo de su labio partido.
Miré a Zarek algo perdida.
<< ¿Tanto he tomado? >>.
- ¿Estás bien? – dijo agarrándome de ambos brazos y acercándome con delicadeza a él, a pesar de que tenía una expresión casi salvaje en su rostro.
- No… - dije con la voz ronca, todos los sonidos los empezaba a escuchar ahogados. Zarek me hablaba, pero no lo escuchaba, luego de eso, el mundo empezó a girar, y se apagaron todas las luces.




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