Orión

Capítulo 11

Un breve golpeteo, hizo que empezara a despejar las nubes de sueño de mi cerebro; en cuanto me empecé a despertar, pude sentir un peso alrededor de mi cintura, para cuando abrí los ojos, fui consciente del cuerpo, totalmente dormido detrás de mí. 
<< ¡Nos quedamos dormidos! >>.
La respiración acompasada de Alejandro, me hacía cosquillas en la nuca, y una pierna de él, estaba entre las mías; era como si fuera totalmente natural para nosotros dormir juntos, aunque ciertamente era la primera vez que lo hacíamos.
Un par de golpes se escucharon en la puerta, afortunadamente Alejandro se removió, de manera que me dejó libre para poder levantarme y ver de quién se trataba.
- Buenos días. – dijo mi compañera de residencia, mientras yo salía de la habitación, no quería molestar a Alejandro.
- Buenos días, ¿cómo te ha ido?
- Bien… ayer vinieron a buscarte.
- A sí, Alejandro, me lo encontré afuera. 
<< Y está durmiendo en la cama como pata hinchada… >>.
- No, bueno, es decir, Alejandro sí vino, pero otra persona también.
- Mmmmm ¿Lorena tal vez?
- No, era un chico que no había visto, te dejó esto. – dijo y me tendió un sobre.
- Gracias. – le sonreí. 
Entré de nuevo a la habitación, y justo cuando iba a abrir el sobre, Alejandro se removió como un gato perezoso; sonreí, y dejé el sobre sobre la mesita de noche… después lo leería.
- Buenos días. – dije parada a los pies de la cama con los brazos cruzados sobre mi pecho; Alejandro terminó de estirarse, y abrió lentamente los ojos, algo de sorpresa se reflejó en su mirada cuando reparó en mí, pero de inmediato fue reemplazada por una amplia sonrisa y un gesto de satisfacción.
- Buenos días. – dijo con la voz ronca por el sueño – No supe a qué hora me quedé dormido… ¿cómo amaneciste?
Le sonreí, era increíble cómo mi amigo se veía tan bien recién levantado, mientras que yo de seguro me veía como un espanta pájaros, pues Alejandro no me quitaba los ojos de encima.
- ¿Qué? – dije al ver que no decía nada, sólo me miraba.
- Ven. – se levantó rápidamente, y con una mano alcanzó la mía, para luego halarme hacia él, caí todo lo que yo era sobre él, haciendo que empezara a reír, pues había puesto las manos en mis costillas, una zona bastante sensible para mí.
Luego de reír, hacer tiempo en la cama, y arreglarnos para ir a la casa de Lorena, ya estábamos de camino en el auto de Alejandro.
- ¿Has hablado con Lorena? – pregunté, luego de percatarme de que no le habíamos dicho nada la noche anterior.
- No, quiero que lleguemos de sorpresa, quizás así le alegre el día.
- ¿Tú tienes alguna idea de por qué la tratan así? Unos padres no deberían tratar así a sus hijos… - dije con tono amargo.
Alejandro se quedó en silencio por unos cuantos segundos.
- No sé, desde que conozco a Lorena, el trato con sus padres siempre ha sido así; pero ahora que lo recuerdo, siempre empeoraba cuando su abuela los iba a visitar, al parecer esa señora no se lleva bien ni con su propia madre.
Suspiré, no sabía por qué la gente tenía hijos, si simplemente no los iban a querer y a dar su amor y cariño.
Llegamos a la casa de Lorena, era una casa enorme, los ventanales estaban por toda la casa, por lo que era bastante iluminada, su fachada era de piedra, lo cual le daba un toque de elegancia y sofisticación.
- Vamos. – dijo Alejandro saliendo del coche.
Un señor se nos acercó, incluso antes de llegar a la entrada.
- Señorito Alejandro, ¿la señorita Lorena lo espera?
Tuve que ahogar una carcajada, la expresión que había utilizado ese señor con Alejandro, era demasiado graciosa.
- Ya le he dicho mil veces que deje de llamarme así, y Lorena se enterará cuando entremos.
Alejandro me agarró de la mano, y entramos a la casa. Afortunadamente Alejandro parecía saber a dónde nos dirigíamos, pues de lo contrario, de seguro me perdería en semejante lugar, jamás daba con la habitación que era.
Alejandro golpeó una puerta, era la habitación de Lorena.
- ¡No quiero ver a nadie! – gritó Lorena desde adentro.
- ¿Ni siquiera a mí? – dijo Alejandro con un falso tono de ofendido.
Se escucharon unos pasos, y enseguida la puerta se abrió.
- Pasa… ¡Danna! – dijo Lorena cuando me vio, se tiró sobre mí y me abrazó, yo le devolví el abrazo de inmediato, y Alejandro nos entró a empujones a las dos.
- ¿Estás bien? – dije preocupada, ella se negaba a soltarme.
- Me alegra tanto que estés aquí…  - dijo con la voz ahogada.
- Y a mí también, pero no me cambies el tema, ¿me quieres decir por qué estás así?
- No es nada…
- Lorena… - dijo Alejandro en tono de advertencia.
- ¿No puedo estar contenta por tener a mis mejores amigos en mi casa?
- Lore… por favor, no me gusta verte así. – dije en tono apaciguador.
Lorena suspiró, y me soltó, cuando la vi a sus ojos, éstos estaban brillantes, tenía lágrimas retenidas; de inmediato la cogí de las manos, y nos sentamos en su cama.
- ¿Quieres que me vaya? – dijo Alejandro preocupado al ver a Lorena así.
- No… - dijo Lorena girándose hacia él, pero sin soltarme la mano – quédate… yo ayer fui muy grosera contigo… eres mi amigo, perdóname.
Alejandro le dio un beso en la frente y se sentó al lado mío.
- No tienes que disculparte por nada Lore, te quiero tal y como eres, y sabía perfectamente que ayer no estabas muy bien, así que no pasa nada.
A Lorena se le escurrieron las lágrimas.
Alejandro y yo nos miramos preocupados, sabíamos que no debíamos presionar, por lo que los dos nos limitamos a dejar que se tranquilizara un poco.
- Lo siento chicos. – dijo Lorena con la voz ronca, después de unos minutos – De verdad que no me gusta recibirlos de esta manera, cuando han venido a visitarme… realmente soy una mala anfitriona.
- No te preocupes Lore, no pasa nada… ¿ahora quieres decirnos qué te pasó? – dije apretándole la mano.
- Mis padres llegaron cuando Alejo se había ido a buscar a los suyos; yo realmente estaba contenta de que por fin regresaran, pues muy poco nos habíamos hablado durante todos estos meses, pero escasamente me saludaron; sé que a estas alturas debería estar acostumbrada a ese tipo de trato por parte de ellos, pero soy tan tonta, que espero que algún día ellos me traten con cariño… - negó con la cabeza, su expresión era de total frustración - el caso, es que me dijeron que yo no pensaba, pues cuando les dije lo de la cena, alegaron estar cansados y que yo no pensaba en ellos.
Apreté mis dientes, me dolían mucho los desplantes que ellos le hacían a Lorena.
- Anoche no lo soporté más… - continuó diciendo – los enfrenté, la discusión fue fuerte, al punto que mi madre se salió de casillas, gritándome que no quería ser como mi abuela, y que yo desgraciadamente había nacido como ella; supongo que se refiere a que yo se la recuerdo;  - dijo esto encogiéndose de hombros - me gritó que ella había hecho hasta lo imposible por no ser como ella, que se odiaba a sí misma por eso, pero que cuando por fin logró cambiar su vida, llegué yo a arruinársela de nuevo. – todo esto, Lorena lo había dicho con la mirada perdida, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.
Alejandro y yo, de nuevo compartimos miradas, ésta vez de dolor e incredulidad.
- ¿Sabes a qué se refiere ella con eso de perecerse a tu abuela? – dije sin comprender por qué lo decía, pues a pesar de no conocer a la abuela de Lorena, ella me había hablado maravillas de esa mujer, por lo que no me cabía duda de que era una muy buena persona.
Lorena sacudió la cabeza abatida. No la quería presionar ni incordiar más, por lo que no le hice más preguntas.
- Sabes que cuentas con nosotros. – dijo Alejandro acercándose a ella, y abrazándola; ella sólo se limitaba a asentir; era demasiado doloroso verla de esa manera, al punto que inevitablemente un par de lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas; Alejandro se dio cuenta, me acercó a él, y terminó abrazándonos a las dos.
- Ok, basta… – dijo Alejandro después de un rato de estar abrazados – dejemos los melodramas para la televisión, ¿qué tal si vemos una película y pedimos una pizza?
Lorena y yo reímos al mismo tiempo, ambas sabíamos que Alejandro se estaba tardando en decir algo parecido.
Sin más, pedimos una pizza y empezamos a ver una película.
- ¿Quién? – dijo Lorena deteniendo la película, pues habían llamado a la puerta. Todos estábamos acostados en la cama de mi amiga, yo había quedado en el medio de los dos.
La puerta se abrió, en seguida los padres de Lorena entraron, los reconocía porque los había visto en fotos.
- ¿Qué modales son esos? – dijo la señora cruzándose de brazos.
La mamá de Lorena, se parecía mucho a ella, sus tonos de piel eran iguales, aunque su pelo era corto, y sus ojos eran café claro; era alta y delgada. Su padre era un poco más alto que su madre, su pelo era castaño claro, sus ojos eran color chocolate y su tez era blanca.
- ¿De qué hablas? – dijo Lorena sin levantarse de la cama.
Yo intenté levantarme, pero Alejandro me lo impidió.
- Alejandro, querido, ¿nos puedes dejar un minuto a solas con nuestra hija?... – luego, reparó en mí, su mirada se volvió dura en un instante - ¿Tú quién eres?
Lorena los miró por primera vez desde que habían entrado, al parecer estaba asombrada por la actitud de su mamá hacia mí.
- Primero, - dijo Lorena al recuperarse – no tenemos nada de qué hablar; segundo, Alejandro no se va a ningún lado; y tercero, al parecer la falta de modales los heredé de ti… y ella, es mi amiga Danna.
Karla como se llamaba la mamá de Lorena, la fulminó con la mirada.
- No me gustan los desconocidos en mi casa. – dio Karla con tono mordaz.
De nuevo intenté levantarme, pero ni Lorena, ni Alejandro me lo permitieron.
- ¡Es mi amiga de la que estás hablando! – dijo Lorena, quien estaba totalmente ofendida – Si ella no es bienvenida aquí, entonces supongo que yo tampoco.
- No exageres Lorena. – dijo Martín quien hablaba por primera vez, sólo para reprender a su hija – Lo que tu madre, o lo que queremos, es hablar un asunto privado contigo, no tienes que armar toda una escena por esto.
- Vuelvo y repito, yo no tengo nada de qué hablar con ustedes, ahora, si son tan amables de retirarse, estamos viendo una película.
- ¿Qué no escuchas? – dijo Karla parándose entre la cama y el televisor – Necesitamos hablar contigo, te guste o no.
- Alejandro, por favor, discúlpanos, pero de verdad me gustaría que nos dejaras hablar con nuestra hija. – dijo Martín.
- Lore, te esperamos en la sala, ¿vale? – dijo Alejandro cogiéndome de la mano, y ayudándome a salir de la cama.
- No…
- Luego terminamos de ver la película. – dije interrumpiendo a Lorena, mientras le sonreía para infundirle ánimos.
- Ok… - dijo sin muchas ganas – no me tardo.
Después de eso, salimos de la habitación, los padres de Lorena le agradecieron a Alejandro, pero a mí me ignoraron por completo.
<< ¿Tan mal les habré caído? >>.
En realidad, no era algo que me quitara el sueño, pero tampoco había esperado que les fuera a caer tan mal a los padres de mi mejor amiga. ¡Y menos sin haber cruzado tan siquiera una sola palabra con ellos!
- ¿Estás bien? – me preguntó Alejandro, una vez llegamos a la sala.
- Bien… sólo estoy un poco preocupada por Lore, no puedo creer que sus padres le dijeran eso. Se supone que uno debe querer a los hijos tal y como son, sin importar nada más.
Muy inevitablemente, esa frase había salido demasiado amarga para mi gusto.
- Sí, estoy sorprendido también por eso, espero que Lorena lo logre superar. – me miró directamente a los ojos – Pero me refería a cómo te trataron ellos… jamás había visto que trataran a una persona de esa manera.
- A bueno, al menos en ese sentido me puedo considerar especial, logré despertar el desagrado a primera vista de los padres de Lorena. – dije algo burlona. Alejandro se había quedado mirándome, al parecer no estaba muy contento con lo sucedido – Mira, no importa, lo único importante aquí es Lorena.
- Supongo que tienes razón… No me tardo, voy al baño.
- Ok.
Por alguna razón estaba nerviosa, quizás era por ver a Lorena en ese estado, ya que siempre se ha caracterizado por ser fuerte e incluso un poco ruda…
- ¿Señorita? – dijo una voz tras de mí, sacándome de mis pensamientos.
Me giré, y tenía de frente al señor que nos había recibido cuando llegamos.
- Soy amiga de Lorena. 
Fue lo primero que dije, lo último que quería era que me echaran de aquel lugar.
- Lo sé… - dijo el sujeto – ¿le puedo preguntar una cosa?
No pude evitar fijarme en sus ojos oscuros como la noche, parecían tan oscuros, que era difícil diferenciar entre su pupila y su iris.
- Claro.
- ¿De dónde es usted?
Lo miré algo extrañada, no sabía para qué quería saber eso.
- ¿Por qué me pregunta eso?
- ¿Y sus padres? – continuó ignorando mi pregunta.
Tuve que recordar en ese momento, que él no conocía nada de mi vida, porque de lo contrario, lo hubiera fulminado con la mirada.
- ¿Por qué quiere saber de mis padres? – traté, pero no pude evitar sonar a la defensiva.
- Es una simple pregunta, si no tiene nada qué ocultar… - dijo mirándome despectivamente de arriba abajo – no tiene por qué ponerse a la defensiva.
Había quedado con la boca abierta… literalmente; pues no daba fe de lo que acababa de escuchar. Pero en el momento en el que le iba a plantar cara, una voz nos interrumpió.
- ¿Qué pasa? – dijo Alejandro tras el sujeto.
- ¿Desean tomar algo? – dijo el señor de repente. Me sorprendió el cambio de tema tan abrupto, incluso su expresión había pasado de acusador a servicial; claro que eso sólo sucedía cuando miraba a Alejandro, pues su expresión volvía a ser huraña cuando me veía a mí.
<< ¿Qué hice para caerles tan mal? >>. 
Realmente me estaba planteando la idea de rememorar todo desde que había bajado del auto de Alejandro, para ver si en algún momento había dicho o hecho algo que creara semejante discordancia entre ellos y yo.
- No gracias. – dijo Alejandro acercándose a mí.
- Con permiso. – dijo el señor haciendo una reverencia, y saliendo de inmediato.
- ¿Te estaba diciendo algo? – dijo Alejandro mientras se sentaba a mi lado.
- Nada, me estaba ofreciendo algo de beber.
No tenía caso darle vueltas a lo que me había dicho, quizás sólo quería hacerme sentir incómoda en aquella casa.
Después de un rato, el señor regresó, nosotros nos habíamos ido al jardín trasero, pues nos habíamos aburrido en aquella sala.
- ¿Señorita Danna?
- ¿Sí? – dije levantándome. Me había preparado para ver su cara de disgusto dirigida hacia mí, pero como estaba con mi amigo, él se limitó a ser cortes.
- La señorita Lorena la quiere ver, si es tan amable de acompañarme.
- Claro. – empecé a seguirlo, Alejandro se levantó, y empezó a caminar a mi lado.
- Disculpe señorito Alejandro, pero la señorita Lorena sólo quiere ver a la señorita Danna por el momento.
Puse los ojos en blanco, me mareaba tantos señoritos en una sola frase.
Alejandro iba a protestar, pero no lo dejé.
- Quizás sólo quiera decirme algo de chicas, apenas pueda, venimos por ti.
- Está bien… ¡pero no se demoren!
Le guiñé un ojo, y seguí al señor.
- Por favor pase, en un momento vendrá.
Fruncí el ceño, tanta amabilidad de su parte me estaba poniendo nerviosa.
- Gracias. – dije finalmente, pues había esperado que de nuevo me hablara atropelladamente.
Me aliviaba estar sola, en todo el camino no dejó de mirarme de manera extraña.
Estaba comenzando a pensar que hasta al personal de la casa, le caía mal.
Me había dejado en un salón enorme, el sol estaba en todo su esplendor, y los pequeños cúmulos de nubes estaban esparcidos en el hermoso cielo azul.
<< ¿Por qué tarda tanto? >>.
Ya había pasado cerca de 20 minutos, estaba acostumbrada a su impuntualidad, pero hoy se estaba pasando.
Escuché la puerta abrirse.
- ¿Por qué tardaste… - me detuve, la persona que ingresaba a la habitación, no era Lorena sino Karla.
- Ahora sí podemos hablar sin interrupciones. – dijo Karla mientras se sentaba en una poltrona frente a mí – Toma asiento, no me gusta que me estés mirando desde arriba. – dijo con tono altivo.
Tomé asiento, no sabía qué pensar de lo que ella estaba haciendo.
- ¿En dónde está Lorena?
- Ella se fue con su amigo Alejandro, así que no te preocupes por ella. – su voz era firme, y su tono algo duro.
- ¿Por qué estoy aquí?
- ¿Quién eres? – sus ojos me fulminaban, al parecer no sólo le había caído mal, sino que me odiaba.
- Soy la amiga de Lorena.
- No te hagas la tonta muchacha. – dijo con voz impaciente.
- Pues no sé a qué se refiere con su pregunta.
Ella me miraba muy detenidamente, al parecer quería saber si mentía o no.
<< ¿Qué le pasa? >>.
- ¿De dónde vienes?
Suspiré pesadamente, no sabía qué importancia tenía mi lugar de procedencia para las personas de esta casa.
- De otra ciudad, ¿acaso importa? – dije en tono seco.
- ¿Y tu familia?
- ¿Por qué este interrogatorio? – dije poniéndome de pie, detestaba que preguntaran sobre cosas que a ellos no tenía por qué interesarles; y menos con la forma en cómo me estaban tratando.
- ¿Por qué no contestas? – dijo levantándose también.
- Porque no veo el punto al que quiere llegar con todo esto.
- Será mejor que no descubra que vienes a hacerle daño a mi hija, o a llenarle la cabeza de ideas raras muchachita, porque te juro que no sabes con quién te estás metiendo. – dijo en un tono totalmente amenazante. Por un momento creí que se lanzaría sobre mí, para enfatizar sus palabras.
- Quiero que al menos una cosa le quede clara señora Karla, yo no sé qué tiene usted en la cabeza, pero yo a su hija la quiero y la aprecio mucho, por lo que jamás le haría daño. Y, ¿sabe?, si tanto se interesa por su hija, debería realmente demostrarlo, porque vaya que en eso está fallando. – me fulminaba con la mirada, si por ella fuera yo caería en ese momento sin signos vitales. Empecé a caminar hacia la puerta, cuando tenía la mano en el picaporte, me giré hacia ella, quien no me quitaba la mirada de encima – Por cierto, mi nombre no es muchachita, mi nombre es Danna.
Salí, de aquella habitación dando un sonoro portazo. Desde que esa mujer había entrado, me había sentido extraña, temía que en cualquier momento me fuera a dar un mareo.
No sabía cómo lo iba a hacer, pero tenía que llegar a la casa, la única opción que tenía era caminar hasta llegar a la entrada de la ciudad. No me importaba realmente, caminar me daría tiempo para pensar, o para dejarme llevar, y no pensar en todas las locuras que habían pasado en las últimas horas.
<< La segunda opción está mejor. >>.
Sin más demora, salí de aquella casa, no pude evitar fijarme que cuando estaba saliendo, el señor, que ahora sabía se llamaba Lorenzo, me observaba detenidamente.
<< ¿Pensará que me voy a robar algo? >>.
Seguramente esa era la desconfianza de ellos hacia mí, ya que no pertenecía a su círculo social.
<< Para lo que me importa… >>.




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