Orión

Capítulo 30

- ¿De qué querías hablarme? – dije tras casi 20 minutos de estar caminando. Había pensado en las razones de por qué Adrián lastimaría de esa manera a Admes, pero no había llegado a ninguna parte, lo único que podía hacer era hablar directamente con él.
- Primero quiero llegar a un lugar, allí hablaremos más tranquilos.
Miré a mi alrededor, estábamos completamente solos, a pesar de ser al parecer un camino que de día era muy concurrido, a esa hora no habíamos visto pasar a nadie.
- Pues no veo que aquí nos estén molestando. – dije señalando lo evidente, y un poco exasperada por tanto secretismo.
- Pues si no quieres esperar tanto a que hablemos, deberías dejar que te cargue, así podremos llegar en un par de minutos.
Sólo me llevó medio segundo pensarlo, pues ya estaba cansada, además de que quería saber de una vez por todas qué era eso de lo que él me quería hablar con tanta insistencia.
Tal como lo dijo, un par de minutos después, yo estaba con la boca abierta de par en par, y debo admitir, con mis ojos anegados en lágrimas al ver el espectacular paisaje.
Las colinas parecían querer proteger lo que entre ellas se encontraba, parecía una pequeña ciudad, y lo más hermoso es que al no tener luces eléctricas bañando las calles, sino unas diminutas llamas, el cielo lucía toda su gala con sus incontables joyas brillando; además de las tres hermosas lunas, cada una en una fase diferente, le daban el toque perfecto a aquel paisaje; y no sólo eso, también, tal como las luciérnagas nos dotaban con su hermoso brillo en los campos de la Tierra, allí se veían miles de lucecitas adornando los extensos pastizales, sólo que estas iban desde los rojos, pasando por amarillos, verdes y azules, hasta llegar a los morados, y blanco. Estaba segura que, si un artista supiera de este lugar, estaría siendo totalmente envidiada.
- ¿Te gusta? – dijo Zarek a mi lado.
- Creo que no existe palabra alguna para describir la belleza ante mis ojos. – dije sinceramente.
- Me alegro que te guste. – dijo Zarek, aparentemente feliz ante mi reacción – Ven. – dijo, indicándome que nos sentáramos.
- Bueno, ahora ya que estamos aquí, ¿vas a dejar el misterio?
Para mi sorpresa, en vez de hacerlo reír, o al menos relajarlo, Zarek se puso serio.
- Sí, ya es hora, pero quiero que me escuches Cyrene, por favor, es lo único que te pido. Además… - miró a su alrededor – no es como si pudieras salir corriendo.
Esa última frase no me gustó, pues era obvio que lo que él me iba a decir, no me iba a gustar. A pesar de todo, asentí, ya que él tenía razón, no tenía a dónde ir, además que en la condición en la que me encontraba, no podía ir muy lejos.
- Sé que como dijo Eirene, todo esto ha de ser muy difícil para ti, pues apenas unas semanas atrás tu vida era como la de cualquier otro; y de un momento a otro, no sólo te enteraste de que no perteneces a ese mundo, sino que existen otros mundos, además de otras personas, capaces de hacer cosas fuera de lo común, por decirlo de alguna manera; también te enteraste de la existencia de tus padres… en fin, muchas cosas han sucedido, y francamente estoy sorprendido por cómo te has tomado las cosas, pues se debe tener una mentalidad fuerte para no haber enloquecido.
Lo decía todo tan serio, que me abstuve de hacer cualquier comentario. Además, él tenía razón, parecía que había pasado toda una eternidad desde que todos estos episodios comenzaron.
- Sé que tú quieres irte lo más antes posible, y no regresar jamás… - continuó hablando Zarek, yo tenía mi mirada fija en la de él, aunque de vez en cuando desviaba mi mirada a lo que nos rodeaba – pero quiero que lo pienses. – inevitablemente fruncí el ceño y entorné los ojos.
<< Así que de esto se trataba. >>.
- No creo que haya mucho qué pensar. – dije de repente tensa.
- Pues yo creo que sí. – dijo Zarek fracasando estrepitosamente en parecer calmado, pues se veía que le estaba costando horrores no empezar a alzar la voz – Mira todo lo que hay a tu alrededor, las personas de este reino ya te conocen, no fue la mejor manera, pero saben de tu existencia, y van a querer que ocupes el lugar que te corresponde.
- Yo no…
- Déjame hablar. – dijo Zarek interrumpiéndome – Como tú me dijiste una vez en la Tierra, debes hacerte cargo de tu responsabilidad, y te digo Cyrene, que ocupar tu cargo, y aceptar quién eres y de dónde vienes, es tu responsabilidad.
- No me importa de dónde soy o quién soy, sé perfectamente que yo no pertenezco aquí. – dije ya molesta por la conversación.
<< ¿No le parece suficiente por todo lo que he tenido que pasar? >>.
- Además, esas personas no me conocían, pueden seguir fingiendo que no existo, así de fácil.
Ambos sabíamos que no sólo me refería a las personas del reino, sino, sobre todo, a Mérope y Orión.
- El problema es que ya saben de tu existencia, y te quieren a ti en el trono.
- Pues en el trono están ese par, y por lo que he visto, la gente está muy contenta con las cosas como están. Y si el caso es que los reyes quieren ser reemplazados, pues pueden perfectamente tener otro hijo, quizás esta vez no lo abandonen.
- ¡Cyrene! – Zarek se llevó ambas manos a la cabeza, tratando de calmarse. Yo por mi parte, ya estaba empezando a sentir la tan indeseada tormenta en mi interior… las oscuras emociones se peleaban unas con otras por ver cuál surgía primero – Sólo para que no vuelvas a caer en el error, te informo que nosotros sólo podemos tener un hijo. – dijo con los dientes apretados.
- ¡¿Qué?! – no pude evitar el asombro - ¿Por qué?
- A ciencia cierta no sé, pero creemos que como somos inmortales, no sería muy bueno que nos podamos reproducir de manera descontrolada, por lo que tenemos nuestros limitantes.
Asentí, tenía sentido lo que decía.
- Aun así, no es mi problema, - dije una vez recuperada del impacto – si quieren ser reemplazados en sus cargos, estoy segura que tú o Adrián podrán desempeñar un excelente papel.
Zarek hizo una mueca de disgusto al escuchar el nombre de Adrián, pero estaba segura que él también haría un gran papel, el problema era que la gente no lo tenía en un muy buen concepto.
- Pues para que nosotros podamos acceder al cargo, tenemos que casarnos.
- ¡Oh vaya! – no pude evitar mi cara de espanto – Definitivamente ustedes sí están anclados en una época muy antigua.
- ¿Te disgusta el compromiso? – dijo Zarek con una mirada indescifrable.
La pregunta me pilló por sorpresa, tuve que pensarlo por un par de minutos, pues no había tenido que pensar en eso con anterioridad.
<< ¡Y eso que estuve a punto de casarme! >>.
- Supongo que no es algo que me quite el sueño, sé que muchas sueñan con casarse algún día, tener hijos, y un hogar caluroso, pero supongo que pertenezco al grupo de mujeres que no se desviven por algo así. – dijo encogiéndome de hombros restándole importancia, pues era algo que para mí no valía la pena ni pensar.
Si a Zarek le gustó o le disgustó mi respuesta, no lo dejó ver.
- Cyrene… - dijo después de unos minutos en silencio – tienes que pensarlo, si una vez hayas hablado con tus padres, no te quieres quedar con ellos, te puedes quedar conmigo.
Lo había fulminado con la mirada por nombrarlos a ellos como mis padres, pero su última frase me impactó.
- ¿Qué quieres decir con eso de quedarme contigo?
- Sé que debería esperar a que hables con Mérope y Orión, pero… quiero que sepas que en mi casa te recibiríamos con los brazos abiertos, sé que mis padres te van a acoger muy bien, además eso te daría tiempo para que, entre los reyes y tú, se vaya cultivando una relación buena…
- Zarek… detente, no sigas… - tuve que interrumpirlo, pues no podía soportar más sus palabras y su entusiasmo – puede que tus intenciones sean buenas, aunque sinceramente eso aún no lo tengo claro; pero eso no va a pasar… yo tengo una vida a la cual regresar, y no soporto estar cerca de ellos, además, no soy tan tonta como para no saber que si me quedo aquí, van a hacer que yo ocupe mi lugar como tú dices, además, ¿para eso no necesito casarme?
Zarek se tensó un momento, eso sólo me daba la razón a todo lo que acababa de decir.
- No me digas, ellos escogerían al que fuera mi futuro esposo. – solté una carcajada de incredulidad - ¡Eso sería inaudito!
- ¡Tú puedes escoger! – dijo Zarek totalmente alterado.
Se me cortó la risa de inmediato.
<< ¿Qué le pasa? >>.
- ¡Bueno, bueno, pero no te pongas así! – solté un suspiro – La verdad no sé ni por qué estamos discutiendo este tipo de cosas… no tiene sentido. Además, te recuerdo que hace tan sólo un momento, en la casa de Kozma, me estabas diciendo que aquí juzgan por cualquier cosa, ya que son muy conservadores – dije de manera irónica esa última palabra – así que, ¿no te has puesto a pensar en qué dirían donde me quede en tu casa y no en la de los reyes?
- Por supuesto que tiene sentido. Y, ¿ahora sí te preocupa lo que piensen los demás? – dijo Zarek resuelto a no dejar el tema, era evidente que estaba molesto.
- Mira, no tiene sentido para mí, quizás para ti sea algo común hablar de algo así, pero no veo a donde podamos llegar a parar con todo esto. Por otro lado, agradezco tu oferta de dejarme quedar en tu casa, pero por más que yo hable con ellos, sé que las cosas no van a cambiar… el daño está hecho, y yo tengo una vida, la cual quiero continuar muy lejos de toda esta locura. Y sólo por aclararte de una vez por todas, no me interesa lo que hablen de mí, ya sea con Adrián o contigo.
Por el tono que había utilizado, dejaba muy claro que daba por terminada la conversación.
De repente, una sensación, me atravesó, al igual que había pasado esa misma tarde cuando Zarek había llegado a la casa de Adrián; podía sentir una energía que provenía de detrás de Zarek.
Cuando miré a mi compañero, éste me veía fijamente.
<< ¿No siente lo mismo? >>.
- ¿Qué sientes? – preguntó Zarek.
- Nada… espera, – dije frunciendo el ceño y poniendo toda mi atención en él, aunque la energía se sentía cada vez más fuerte - ¿tú lo sientes también?
Asintió con una sonrisa, la cual desapareció, para dar paso a una expresión cautelosa.
Justo en ese momento, Orión aparece justo detrás de Zarek, seguido por Mérope.
Me congelé, mis pensamientos iban de salir corriendo como alma que lleva el diablo, gritar como posesa a todos, reír como loca, o en definitiva, echarme a llorar como condenada.
No hice ninguna de las anteriores.
- Fue una trampa. – dije levantándome, apoyé el pie, y me dolió, pero me mordí el labio para no expresar el dolor.
- No… no pienses eso. – dijo Zarek levantándose de un salto, mientras se acercaba a mí.
- ¿A no? – dije alejándome de él también - ¿Entonces esto es una casualidad? – mi tono era totalmente frío.
- Hija… por favor, habla con nosotros. – dijo Mérope con cara de angustia, mientras se aferraba a la mano de Orión.
- Zarek nos dijo que estabas dispuesta a hablar con nosotros. – dijo Orión apremiante.
- Sí, pero veo que Zarek no les dijo que yo decidía cuándo y dónde; pero veo que como en todo reinado la palabra de los reyes es la que vale.
- No… no es eso… nosotros no soportábamos la idea de que te arrepintieras y te fueras sin hablar con nosotros. – dijo Mérope visiblemente afectada.
Por alguna estúpida razón, no me gustaba verlos de esa manera, esa había sido la razón principal del por qué insistí tanto en irme cuando estaba en la casa… o castillo de ellos.
- Como muy bien dijo Zarek hace un rato, de aquí no tengo escapatoria, así que… - levanté los brazos hacia los lados – aquí me tienen.
Dicho esto, me senté de nuevo en mi lugar.
Las tres personas entre incrédulos y cautelosos, se sentaron a mi alrededor.
- ¿Y bien? – dije ya que nadie se atrevía a hablar.
- Pensamos que quizás tú tendrías preguntas. – dijo Mérope quien estaba más que nerviosa.
Desvié la mirada, no podía ablandarme con ellos, tenía que recordar que por su culpa había sufrido cosas que desearía borrar a toda costa.
- La verdad no creo que les guste mucho mis preguntas.
- Lo sabemos… - dijo Orión – pero también sabemos que estás en todo tu derecho de saber lo que quieras.
Me mordí el labio, esta escena me la había imaginado de mil maneras diferentes, claro, cuando era tan tonta como para pensar que ellos algún día regresarían por mí.
- ¿No tenían otra opción? – dije casi en un susurro después de un largo silencio.
Para ese momento, Zarek se levantó, por reflejo le agarré de la mano.
- No. – dije con la voz ahogada.
Zarek pareció contento ante mi reacción, pero también algo preocupado, se inclinó hacia mí, y me tomo el rostro entre sus manos.
- No me voy si no quieres.
- No quiero que te vayas.
Asintió y me acarició la mejilla.
- Voy a buscar algo de leña para encender una fogata, empieza a hacer mucho frío. – se acercó a mi oído – Vas a estar bien… y gracias. – dicho esto me dio un beso en la mejilla y se fue al bosque que nos rodeaba.
Cuando volví la atención a la pareja frente a mí, ellos me lanzaban miradas muy significativas, lo cual hizo acrecentar mi ya bien posicionado rubor.
- ¿Y bien? – dije para desviar su atención.
- Cuando supe que estaba embarazada de ti, fue el día más feliz de mi vida…
- De nuestras vidas. – dijo Orión, mientras estrechaba la mano de Mérope, y le lanzaba una mirada llena de amor. Fue tan intenso el sentimiento que sentí entre ellos, que desvié mi mirada, en ese momento absurdamente me preguntaba si yo algún día podría mirar de esa manera a alguien, y que ese alguien me devolviera la mirada con esa misma intensidad.
Carraspeé, pues ese par se había quedado inmerso uno en el otro; ambos se giraron hacia mí, y gracias a la luz que nos proporcionaban las lunas y los bichitos a nuestro alrededor, pude ver que tuvieron la decencia de sonrojarse.
- Como venía diciendo… - continuó Mérope mientras fulminaba a Orión con la mirada, éste se encogió de hombros, tuve que morderme el labio para no sonreír, ya que era algo distinto verlos así… sacudí mi cabeza, no me podía dejar llevar – en el momento en que supe que estabas dentro de mí, fue la mejor noticia que pudimos recibir, pero desafortunadamente no fue el mejor momento. En ese entonces, Denes ya estaba haciendo campaña de desprestigio contra nosotros, por desgracia para él, nuestra gente no le creyó, ya que, como era de esperarse, no tenía pruebas de las acusaciones que nos hacía. Para ese momento, supimos con certeza que Denes haría cualquier cosa para conseguir lo que, según él, le pertenecía. Sé que no sabes esto, así que… cuando nacemos, en los primeros años de vida, nosotros somos tal cual los seres humanos, crecemos y nos desarrollamos normalmente hasta los 13 años, la única diferencia, es que sí nacemos con poderes, pero que, hasta esa edad, no sabemos utilizarlos, tampoco es que podamos, ya que esto podría matarnos; - abrí los ojos como platos.
- Pensé que eran… éramos inmortales.
La pareja sonrió al ver que yo me había corregido.
- Y los somos, - contestó esta vez Orión, para ese momento Zarek volvió y empezó a hacer la fogata – pero en esos primeros años de vida, nosotros somos tan vulnerables como los seres humanos.
- Así que sabiendo que si Denes supiera de tu existencia se iba a ensañar contigo; yo decidí ocultarme todo ese tiempo, y cuando te iba a dar a luz, viajé a la Tierra, ya que, si te tenía aquí, Denes se daría cuenta.
- ¿Cómo? – la pregunta salió antes de que me diera cuenta.
Zarek al terminar, se sentó a mi lado, proporcionándome su propio calor, claro que la fogata estaba haciendo muy bien su trabajo.
- Cuando nacemos, todos podemos sentir una ola de energía atravesarnos; depende de la persona, esta ola se puede sentir mucho más fuerte en unas que en otras. No sé si ya sabes, pero en tu caso, por ejemplo, tu poder es la suma del poder de tu madre y el mío.
Un tenso silencio se instaló entre nosotros; estaba tan inmersa en la historia, que me costó un poco de trabajo el saber por qué se habían callado, y me miraban entre temerosos y expectantes.
- Ok, entonces yo tengo el poder de ustedes dos. – dije para darles a entender que no había problema.
Pude ver pasar la sorpresa por sus rostros, para llegar a la alegría y el alivio.
- Así es… - continuó Mérope después de aclararse la garganta – por lo que sabíamos que no nos podíamos arriesgar a que tú nacieras aquí. – de repente una sombra se adueñó de los semblantes de Mérope y Orión – Como tenía que regresar, ya que para esas fechas estaban previstos unos eventos a los cuales no podía faltar ya que Denes aprovechaba cualquier oportunidad para echarnos tierra, tuve que dejarte… allí. – la voz de Mérope se había ido apagando a medida que hablaba, por lo que lo último lo dijo en un susurro apenas audible.
- Cuando te dejamos, lo hicimos con una señora, nos aseguró que te cuidaría, que se haría cargo de ti… - Orión dejó la frase suspendida, todos allí, sabíamos cómo había terminado la historia.
Entendía hasta ese punto, pero había miles de preguntas más que no comprendía.
- ¿Por qué nunca volvieron por mí? ¿No pensaron que quizás los necesitaba? ¿Qué tal vez ese poder estuviera causándome problemas?
- No tenemos excusa para eso. – dijo Mérope con la voz ahogada.
Ahora la sorprendida era yo, esperaba que al igual que la primera pregunta, me dieran una larga explicación, pero al parecer no la tenían; nada me preparó para la decepción en ese momento.
- Se olvidaron de mí. – dije con los dientes apretados. Zarek a mi lado, tomó de mi mano, la cual estaba temblando y la apretó levemente.
Ninguno de los dos negó mi afirmación.
- Entonces no vale la pena el resto de preguntas. – dije desafortunadamente dejando ver mi dolor.
- Cyrene… sé que no tenemos perdón; pero es toda una eternidad acostumbrados a estar solos, y el tiempo pasó, no nos dimos cuenta ya hasta que en una ocasión nos acordamos de ti y hablamos con los padres de Zarek, desafortunadamente fue entonces que alguien filtró la información a Denes.
No sabía si eran conscientes o no, pero en mi pecho había quedado grabada con fuego esas palabras… “… hasta que en una ocasión nos acordamos de ti…”.
<< ¿No se dan cuenta lo cruel que suena eso? ¿Acaso se puede olvidar a un hijo? >>.
En ese momento recordé justo en el coche, cuando nos íbamos al castillo, yo diciéndole a Zarek que ellos se podían olvidar perfectamente de mí, y él diciendo que para un padre eso es imposible.
- No es imposible… - dije mientras veía la luz naranja danzar en las manos que teníamos enlazadas Zarek y yo.
Cuando levanté la vista, Zarek me veía con un interrogante en su rostro.
- No es imposible, -  volví a repetir con voz un poco más audible – tú dijiste que era imposible que unos padres se olvidaran de sus hijos… - Zarek hizo un gesto de dolor, y podría decirse que también de ira - ¿ves?, te equivocaste. – concluí con una sonrisa amarga en mi rostro.
- Hija.
- Basta. – dijo Zarek con los dientes apretados. Aun cuando les había hablado a ellos, aún me miraba a mí - ¿No ven lo crueles que suenan sus palabras?
- Lo… lo siento. – dijo Mérope con la voz ahogada.
Por un momento de distracción, pensé que le cortarían la cabeza a Zarek por haberles hablado de esa manera. Pero no esperaba que se disculparan.
- No creo que valga la pena seguir con esta conversación, pues creo ya saber las respuestas del resto de mis preguntas. 
- Cyrene… danos otra oportunidad, te necesitamos, queremos conocerte, queremos que nos conozcas. – Orión se levantó, y se arrodilló frente a mí, tomó mi mano, la cual se veía un poco pequeña en su gran mano – Sé que no lo merecemos, pero sólo me queda alegar a la nobleza de tu corazón, para que nos brindes una oportunidad.
Yo estaba tan impactada por su cercanía, por sus palabras, pero sobre todo por su contacto, ya que era la primera vez que lo tocaba, que me había dejado muda.
- Hija, mira… - dijo señalando mi marca y la de él, las cuales estaban curiosamente en el mismo brazo y con la misma disposición – son iguales,  - decía con orgullo, un sentimiento que hizo que se me acelerara el corazón – sé que es muy difícil todo esto, te has tenido que enterar de muchas cosas impactantes y descabelladas para la vida que llevabas, en muy poco tiempo; además, también has tenido que soportar un secuestro… - su rostro adquirió un semblante salvaje, hizo que pasara saliva de sólo verlo – y no quiero ni pensar en lo que el maldito de Denes te hizo… o lo que te hizo su hijo. – como si cayera en cuenta de sus propias palabras, dirigió una penetrante mirada hacia mí; en ese momento agradecía la poca luz, porque por lo poco que había visto, era muy difícil hacerle frente a un hombre como Orión - ¿Qué te hicieron?
La tensión se adueñó de todos los presentes, y más aún de mí, que por mi mente pasaron la cantidad de imágenes que me había dejado el imbécil de Denes como recuerdo.
- Nada. – dije sin mucha convicción. Como Orión ni me soltaba ni quitaba su intensa mirada de encima de mí, continué hablando – Sólo le quiero aclarar que Adrián no me hizo nada, a él no le adjudique cosas que no le corresponden. – para sentirme un poco intimidada como estaba en ese momento, hablaba muy segura y firme.
<< Gracias a los años de entrenamiento. >>.
Y desafortunadamente, era cierto, debido a las incontables situaciones en donde me querían acorralar como un pobre ratón haciéndome enfrentar personas y situaciones temibles, aprendí a no agachar la mirada, ni dejar ver mis verdaderas emociones, sin importar el contrincante.
Finalmente fue Mérope, quien se apiadó de mí, y llamó la atención de su esposo, éste de inmediato dejó atrás su máscara de dureza y salvajismo, y me dedicó una mirada de arrepentimiento.
Yo en cambio le agradecí con la mirada a Mérope.
<< Me salvaste. >>.
Podría sonar exagerado, pero me daba cuenta que en mi vida no me gustaría estar en el bando contrario a Orión, algo me decía que esa era una de las cualidades que lo tenían en el trono.
- No te salvé, - la voz de Mérope, me sacó de mi ensimismamiento - tu padre puede parecer algo rudo, pero en el fondo es un amor.
Todos miramos a Mérope, claro que, con diferentes expresiones en nuestros rostros, los de Zarek y Orión, reflejaban extrañeza, mientras que la mía era el vivo retrato de la sorpresa e incredulidad.
- ¿Por qué has dicho eso? – preguntó Orión confundido por la repentina intervención de su mujer.
- Sólo le aclaré a Cyrene que no la estaba salvando. – dijo Mérope, un poco extrañada por la pregunta.
- Yo no dije nada…
<< Pero sí lo pensé. >>.
Y justo en ese momento supe lo que había sucedido.
- Leíste mi mente. – dije como conclusión, de seguro era un poder de ella.
- ¿Quién leyó tu mente? – preguntó Zarek.
- Pues Mérope, por eso ella dijo lo que dijo.
Ahora a la que se aquedaron mirando extrañados fue a mí.
- Yo no puedo leer la mente. – dijo Mérope, al ver que me incomodaba tanta atención sobre mí.
- ¿Entonces cómo supiste lo que yo pensé?
- No lo sé sinceramente. – dijo moviendo la cabeza de un lado a otro, aunque algo en su rostro cambió, al intercambiar miradas con Orión y con Zarek.
<< Y luego dicen que no pueden leer mentes. >>.
- ¿No será que la que transmitiste el pensamiento fuiste tú? – dijo Orión con un brillo en los ojos.
Lo miré como si le hubiera salido otra cabeza, y ésta estuviera interpretando la ópera Orfeo y Eurídice.
- Pues no sé por qué piensa eso, sabe perfectamente que yo no he desarrollado mis… habilidades, o al menos eso fue lo que le entendí a Zarek.
- Y lo entendiste bien, - intervino Zarek – pero eso no quiere decir que estén completamente dormidos o no funcionales.
- Pero yo no sé cómo hacerlo, no pude haber sido yo… tiene que haber otra explicación. – dije totalmente convencida de que todos se equivocaban; además, al parecer ese hecho les gustaba, y no me agradaba la idea de que tuvieran expectativas puestas en mí.
Y pensando en eso, volví a caer en el pasado, cuando pensaba que, portándome de la mejor manera posible, de alguna manera mis padres se enterarían, sabrían que yo no era una persona problemática e irían a recogerme…
<< Como si fuera un objeto olvidado. >>. 
Apreté las manos en mi regazo, eso era exactamente lo que había sucedido.
Todos continuaban hablando, no sabía lo que decían, no me importaba en lo absoluto, definitivamente comprobaba esa noche que yo no quería tener nada qué ver con ellos.
- Bueno ha sido una noche muy instructiva, pero ha sido un día realmente largo y agotador, por lo que me gustaría irme a casa. – todos se quedaron en silencio, e intercambiaron miradas ante mis palabras.
- ¿En dónde piensas quedarte? – preguntó Zarek.
Levanté una ceja como diciendo ¿En serio?
- Pues creo que todos aquí saben que me estoy quedando con Adrián.
La pareja intercambió miradas, detestaba que me trataran como niña pequeña y tuvieran que hablar con señas para no maltratar mis oídos.
Como nadie movía un dedo para irnos, yo me levanté con algo de dificultad, pues el tobillo se había enfriado, y cada que sucedía eso, me dolía más empezarlo a mover.
- No deberías quedarte allí, hija. – dijo Mérope.
- Es cierto, tú aquí tienes tu casa. – concluyó la frase Orión.
Suspiré pesadamente.
- El hecho de que me haya tenido que sentar con ustedes dos a hablar, no quiere decir que las cosas entre nosotros van a cambiar, y mucho menos que podemos actuar como una familia feliz, pues por el momento, yo no los considero nada de eso en mi vida. Ya me enteré de que ustedes no pueden tener otro hijo, así que, si su afán es conseguir un relevo en sus actividades como reyes, - señalé a Zarek, quien al igual que los soberanos, estaba de piedra frente a mí – Zarek o Adrián, pueden desempeñar un excelente papel.
- Adrián nunca será rey. – dijo Orión con tono mordaz.
- Pues te aconsejo que no lo juzgues por los errores de sus padres. – dije con tono helado, Orión hizo una mueca de dolor – Y como también me he enterado de que para ser rey tienen que casarse, pues no se preocupen, de seguro ellos dos no tardarán en hacerlo.
Esperé unos segundos por alguna réplica de su parte, pero al no llegar, continué hablando.
- Bueno, entonces… la verdad sería toda una mentira donde dijera que ha sido todo un placer, ni por decencia lo puedo decir, lo que sí puedo decir, es que me alegra no seguir llevando una absurda esperanza, ni de seguir albergando el deseo de conocerlos… - solté un bufido - ¿pueden creerlo?, ¡yo aún tenía la esperanza de conocerlos y saber que todo había sido un error! – esta vez solté una carcajada, pero todos sabían que era de todo menos de alegría – Aun cuando me obligaba a mí misma a eliminar esos pensamientos de mi cabeza… - dije sacudiendo la cabeza de un lado a otro con incredulidad – no lo conseguía, era incapaz de dejarlos a un lado completamente. Bueno, pero me alegro que al menos eso ya no va a ser así, eso sí lo puedo agradecer sinceramente.
- Y bien, - dije como si nada, ya que ninguno se dignaba a decir una sola palabra – me voy. – dicho esto, empecé a caminar por donde creía habíamos llegado, el problema es que como Zarek había llegado como un rayo, no me acordaba del camino.
- No conoces el camino. – dijo Zarek sin moverse de su lugar.
<< ¡¿Entonces por qué rayos no se mueve?! >>.
- Puede que no lo conozca, pero no pienso quedarme un solo segundo más aquí. – dije con los dientes apretados.
- No te puedes ir así… - continuó hablando, ignorando mi comentario – las cosas no se pueden quedar así entre ustedes. – dirigió una mirada de compasión hacia la pareja que me miraba con cara de pena, yo desvié la mirada, no podía permitir que me hicieran sentir culpable cuando ellos eran los que me habían abandonado.
- No sé qué más quieres que diga.
- Lo que quiero es que te des la oportunidad de conocerlos, tú y yo sabemos que cometieron un error, pero merecen una segunda oportunidad.
- Oh créeme, no sería la segunda, pues tuvieron muchas oportunidades de ir a buscarme, y nunca lo hicieron. – dije con tono displicente - ¿O ya no te acuerdas del tour que hicieron a China, y no llegaron a pensar en ir a ver cómo estaba?
- Sabemos que hemos cometido muchos errores, jamás debí dejarte sola con esa mujer, - decía Mérope acercándose a mí – pero no puedo permitir que te vayas de nuevo de nuestras vidas. – para mi sorpresa, ella sonó totalmente determinada.
- ¿A no? – dije con sorna mientras levantaba una ceja - ¿Y qué piensa hacer?
- No me importa si debo encerrarte en una habitación de nuestro castillo, pero tú no vas a irte así sin más.
La miré incrédula, busqué con la mirada a Orión, pensando en que él sería el único de devolverla de la locura temporal en la que estaba sumergida, pero para mi pesar, era la misma mirada de desesperación y determinación que tenía Mérope.
Entonces miré a Zarek, quien me miraba de manera indescifrable, no podía saber lo que pasaba por su mente.
<< ¿A caso cree que ellos pueden hacer lo que se les dé la gana? >>.
- Pues primero muerta que tener que estar con ustedes viviendo en el mismo lugar. – dije siseando – Además, yo ya tengo una vida, a la cual pienso volver muy pronto.
- Pues eso de que primero muerta, es muy difícil, ¿no crees? – dijo Orión uniéndose a su mujer, yo retrocedí unos cuantos pasos – y tu vida es aquí, no hay nada más; tienes que hacerte responsable de lo que tu título como princesa te adjudica, no puedes abandonar todo así; será mejor que te olvides de todo lo que tenías antes de venir aquí.
El shock venía en modo de garras, y me quería dejar allí atrapada. Mis oídos no daban crédito a lo que escuchaban, de nuevo miré a Zarek, pero muy para mi pesar, ésta vez pude ver que estaba de acuerdo con toda la sarta de estupideces e incoherencias que decían ese par.
- Bueno, creo que, si esto se trata de un festival de bromas estúpidas, ya no me está gustando.
- Primero, cuida tu boca Cyrene. – dijo con tono duro Orión – Y segundo, no se trata de ningún festival, o cualquier tontería que quieras pensar; tú te vienes inmediatamente con nosotros, no voy a permitir más desobediencia en este momento.
Levanté la ceja ante sus palabras, la ira y el miedo, estaban creciendo en igual de proporciones en mi interior.
<< ¿Qué rayos les pasa? ¿En dónde quedaron ese par de personas cuya pena estaba engullendo? >>.
- Y qué, ¿se supone que este es el momento en que agacho la cabeza, me boto al piso y beso la punta de sus zapatos, mientras asiento a todo lo que me digan? – hice una pausa mientras los fulminaba con la mirada – Creo que será mejor que busquen un buen psiquiatra, porque de verdad tanto poder los está enloqueciendo.
Sin aguantar más sus tonterías, volví a girarme, y empecé a caminar a peso ligero, no me importaba que sintiera una pequeña descarga en el tobillo cada vez que apoyaba el pie. Pero con tan sólo haber podido avanzar un par de metros, Orión, todo lo grande que era, se plantó justo frente a mí. Por poco y me choco contra él.
- Muévase. – dije con los dientes apretados, por instinto, también tenía los puños apretados a mis costados.
- Lo que yo digo se obedece. – dijo con aparente serenidad.
- Pues mire cómo le obedezco.
Lo esquivé y seguí caminando, en ese momento, la persona que ocupaba mis pensamientos, era Adrián, ya que era el único que me ayudaría a irme a la Tierra. El pánico se empezó a apoderar de mí, pero me obligué a respirar hondamente para calmarme, si entraba en pánico, estaba perdida.
<< Adrián. >>.
Sentí una mano apoderarse de mi antebrazo, no era tan grande, pero su agarre era muy firme y algo apretado.
- Te vas con nosotros Cyrene. – dijo Mérope a mi oído, y empezó a halar de mí.
- ¡Suélteme! ¡Usted ni nadie tiene derecho a retenerme en este lugar! ¡Todos ustedes están locos!  - gritaba como posesa, ya que me arrastraba como si estuviera tratando con una niña de cinco años.
Busqué a Zarek, pero él nos escoltaba y no era capaz de mirarme a la cara.
- Zarek, por favor… ¡tú no puedes permitir esto!, ¡esto es una locura! ¡Debes parar esto de una vez! ¡¡Maldición!!
- Cuida tu vocabulario Cyrene. – dijo Mérope tranquilamente.
Ni en un millón de años me hubiera imaginado que esta salida iba a resultar de esta manera, me arrepentía tremendamente de no haberle dicho a Adrián que me acompañara, pero lo de esta mañana me había dejado tan preocupada por él, que no quería que se esforzara demasiado.
- ¡¡Ustedes están completamente locos!! ¡Y yo digo las groserías que a mí se me dé la regalada gana! – grité tan fuerte que me dolió la garganta.
- Ya lo creo que sí. – dijo Adrián, deteniéndose a un par de metros de nosotros.
- ¡Adrián! – dije con la alegría y la emoción trancando mi garganta.
- Tranquila, preciosa, no voy a dejar que te hagan daño. – Adrián aparentaba estar muy tranquilo, pero algo me decía que era todo lo contrario.
- Tú no te metas. – siseó Orión, adelantándose a nosotras para pararse a unos metros de Adrián.
- Será mejor que te vayas. – dijo Zarek haciendo lo mismo, de manera que Mérope y yo quedamos escudadas por ese par.
- ¡Ustedes no son nadie para retenerme de esta manera! ¡Yo me quiero ir con Adrián! – grité impaciente, mientras me removía del agarre impresionantemente firme de Mérope, pero éste no cedía ni un centímetro.
- Ya la escucharon, así que será mejor que la suelten y nos dejen ir en paz.
- Pues te tendrás que ir tú sólo, – dijo Zarek – porque ella de aquí no se mueve si no es con sus padres.
- ¿¡Quién diablos eres tú para decidir sobre mí?! – grité furiosa - ¡Además ellos no son mis padres! ¡Maldición!
Una parte de mí estaba dolida con la actitud de Zarek, no sabía qué pensar al respecto, pero sin él darse cuenta, me estaba lastimando más de lo que yo misma estaba dispuesta a admitir.
- ¡Somos tus padres quieras o no! – rugió Mérope, quien reforzó el agarre, haciéndome daño.
- ¡Suéltame! – dije con una mueca de dolor.
En ese momento, Adrián dejó toda su fachada de tranquilidad, haciendo que la furia transformara su rostro.
- No le hagan daño. – dijo siseando - ¡¿No se dan cuenta que la lastiman más de esa manera?!
- ¡¡Tú no eres nadie para venirnos a decir cómo tratar a nuestra hija!! – Orión adelantó unos pasos mientras que gritaba - ¡El que se tiene que alejar de ella aquí eres tú!
- ¿Y qué piensan hacer con ella? – dijo Adrián adelantando sus pasos - ¿La van a encerrar, para luego casarla con éste? – dijo señalando a Zarek.
<< ¡¿Qué?! >>.
- Eso no te importa en lo absoluto. – dijo Zarek, aunque este no se movía.
<< ¿Por qué no lo niega? >>.
Había entrado en pánico, la sola idea de casarme, me producía unos escalofríos incontrolables, lo extraño era que ni cuando pensaba que era inminente mi boda con Adrián me había sentido tan aterrada. Mérope notó mi estremecimiento, pero sólo hizo que aumentara la presión en donde me sujetaba.
- Me importa, te lo aseguro que me importa. – para ese momento, ese par estaba enfrascado en un reto de miradas, dejándonos a todos los demás afuera de su discusión, incluso Orión, se había detenido, y pasaba su mirada de Zarek a Adrián. No conocía para nada a Orión, pero podía ver esa mirada de expectativa, al parecer esperaba algo.
Y no fue difícil de saber qué era, cuando con un solo asentimiento, muy leve por cierto, hacia Zarek, éste desapareció, para luego reaparecer justo frente a Adrián, para proporcionarle un puño en todo el ojo derecho, lo que hizo que Adrián saliera disparado hacia atrás. Solté un grito de horror, era como ver una película de ciencia ficción, en donde los movimientos eran imposibles de hacer para cualquier ser humano. De inmediato Adrián, respondió, por lo que ambos estaban enfrascados en una pelea salvaje, en donde se gritaban improperios de los más altos calibres. Miré a Mérope y Orión, pero ambos estaban con los rostros impasibles, por sus actitudes quedaba claro que no les afectaba en lo más mínimo que ellos dos se estuvieran matando a golpes, aun cuando no tenía muy claro el por qué.
Dado el momento, el pánico se transformó en ira.
- ¡¿Acaso no piensan parar esta locura?! – les grité furiosa a los reyes.
- No te metas Cyrene. – fue lo único que recibí como respuesta.
- ¡Ustedes no pueden permitir esto! ¡Se están matando a golpes! – luego vi el rostro algo pálido de Adrián, era evidente que le estaba costando mantenerse – ¡Adrián no está en condiciones de pelear!
En ese momento ambos luchadores se giraron hacia mí, Adrián me guiñó un ojo, lo supe, ya que estaban cerca de la hoguera, como dándome a entender que todo estaba bien, pero sabía perfectamente que no era así; por otro lado, Zarek me fulminó con la mirada, y como un toro furioso y sin control arremetió contra Adrián de tal manera que éste salió volando, para darse de lleno con un troco varios metros más allá.
- ¡¡No!! – grité desgarradoramente, en ese momento, no supe cómo, pero tanto Mérope como Orión, salieron volando cada uno en direcciones contrarias. No me detuve mucho a pensar en lo ocurrido, y de manera sorprendentemente rápida, llegué hasta donde estaba el cuerpo de Adrián tendido, su respiración era algo trabajosa y entrecortada.
- Adrián… Adrián, por favor… reacciona. – lo movía levemente, pues no sabía si tenía algún hueso roto, o algún daño interno importante.
- Cyrene… - dijo con la voz ronca – estoy bien… no te preocupes.
- No, no lo estás, - acuné con mucho cuidado su cabeza en mi regazo, y limpié un poco la tierra que tenía pegada por la sangre que tenía en su rostro – tú y yo sabemos que no te encuentras del todo bien.
- Cyrene… - dijo Zarek.
Levanté la vista, y éste estaba a unos metros de nosotros, como la luz era escasa, no podía descifrar muy bien su mirada, pero sí la podía sentir clavada en mí.
- Aléjate. - dije con tono cortante, mientras me tensaba de pies a cabeza.
- ¿Cyrene, te das cuenta de lo que le hiciste a tus padres? – continuó diciendo Zarek, por su tono de voz, no sabía si era sorpresa o enojo lo que lo estaba invadiendo en ese momento; señalaba varios metros más allá de nosotros, como estaban cerca de la hoguera, los podía ver con un poco más de claridad, Orión estaba terminando de ayudar a Mérope a levantarse, mientras al parecer inspeccionaba él mismo el estado de ésta.
No me importó en lo absoluto, en ese momento no sentí remordimiento; por un lado, no creía haber hecho nada, y por otro, si así fuera el caso, ellos no me estaban dejando muchas alternativas.
- ¿Mis padres? – dije con sarcasmo – Yo sólo veo un par de personas limpiarse la tierra de sus finos trajes.
- Cyrene. – siseó Zarek.
No supe cómo, pero pude ver las intenciones de Zarek, pues empezó a acercarse, sus ojos los cuales ya veía de manera más clara, pues hasta el momento, increíblemente no me había dado cuenta de que brillaban, me veían furiosos y determinados. A medida que se acercaba, Zarek parecía ir más lento, yo giré mi mano frente a mi rostro, pero esta se veía a una velocidad normal, era como si a mí no me afectara lo que fuera que estuviera sucediendo, luego como para confirmar que Zarek no era el único que se estaba deteniendo cada vez más, o para ser más exactos, ir mucho más lento, miré a Mérope y a Orión, quienes se dirigían también hacia nosotros, pero al igual que Zarek, lo hacían de una manera ralentizada.
- ¿Qué rayos está pasando? – la voz de Adrián me sacó de mi trance, yo le tenía agarrada la mano, o para ser más precisos, yo la estrujaba en mi mano, pues estaba nerviosa, además de cada vez más débil.
- No… no lo sé. – dije sinceramente.
- Debemos irnos. – dijo apremiante, mientras, sin soltar mi mano, se incorporó y me ayudó a mí a hacer lo mismo.
- ¿Qué va a pasar con ellos? – pregunté entre angustia y preocupación.
- Estoy seguro que esto no va a durar mucho tiempo. – dijo después de echarme una ojeada – Ven, vámonos.
Tan pronto dichas esas palabras, Adrián me alzó, yo instintivamente enredé mi brazo libre alrededor de su cuello, ya que la otra mano no había querido soltármela; y como un rayo, salimos disparados de aquel lugar, dejando atrás a ese trío de locos.
Cada vez se me hacía más difícil mantener la cabeza erguida y el brazo entrelazado en su cuello; Adrián, como sintiendo mi repentino bajón de energías, se detuvo de manera abrupta, al punto que derrapó igual que lo haría un carro.
Como estaba tan concentrada, aunque no sabía en qué, ya que estaba como en una clase de trance, no me fijé mucho en lo que hacíamos.
- Basta. – dijo Adrián a mi oído, aún me sostenía en sus brazos.
Y como si esas palabras perforaran en mi cerebro, recuperé del todo mi entereza, ya no me sentía absorbida.
<< ¿Qué ha sido todo eso? >>.
Miré a mi alrededor, por si las cosas seguían moviéndose lentamente, pero no era así, los árboles se movían al ritmo del viento, y los bichitos se movían a su ritmo habitual.
- ¿Tú también te diste cuenta?
- Claro que sí. – dijo Adrián con tal sorpresa, que giré mi rostro hacia él.
- ¿Sabes lo que sucedió?
En lugar de responderme, Adrián empezó a caminar de nuevo con paso ligero. Agradecía que no me hubiera soltado, ya que me sentía totalmente sin energías.
Cuando al fin llegamos a la casa de Adrián, aunque he de reconocer que no transcurrió mucho tiempo, pero hacía menos de 15 minutos estaba segura que viviría en una habitación encerrada de por vida, entramos en silencio, pero se podía palpar la tensión en nosotros dos, y no era para menos, habíamos dejado atrás a los reyes y a Zarek, algo que me hacía temer de las represalias que pudieran tener hacia nosotros. Era increíble que estuviera temiendo eso de los que se suponen son mis… progenitores.
- Toma. – dijo Adrián tendiéndome una taza de chocolate caliente, mientras se sentaba a mi lado con una igual.
- No creo que pueda beber algo. – dije con la taza caliente entre mis manos congeladas.
- Debes tomártela. – dijo tan serio, que no daba cabida a réplica alguna.
Así que, aunque tenía mil nudos en la garganta, empecé a darle sorbos, hasta que el contenido desapareció de la taza.
- Van a venir por nosotros. – dijo de repente Adrián.
Eso era algo que ya sabía, lo raro era que aún no hubieran aparecido.
<< ¿Se habrán quedado congelados en el tiempo? >>.
Sacudí la cabeza, el pensamiento en sí era ridículo.
- No sé por qué no han llegado. – dije dándole algo de voz a mis pensamientos.
- Eso es porque están esperando a que te tranquilices.
Miré extrañada a Adrián, no era como si a esa altura esperara algo de consideración por su parte.
- Bueno, sea como sea, no deben tardar en llegar, - empecé a sonar intranquila - ¿Hay algún lugar en el que podamos escondernos? Necesitamos hacer tiempo mientras te recuperas para que me lleves a casa.
- No hay lugar en el que podamos escondernos. – dijo Adrián con cara de póker – Pero hay algo que podemos hacer.
- ¿Qué? – dije con algo de esperanza.
- Tienes que darme tu energía.
Lo miré por unos segundos para luego retirar mi mirada algo avergonzada, no sabía por qué, pero me sentía extremadamente agotada, algo que echaba por tierra los planes de Adrián.
- No… no creo poder.
- ¿Por qué no? – dijo Adrián entornando los ojos - ¿Te disgusta tener que besarme otra vez?
<< ¿Qué? >>.
Lo miré directamente a los ojos por si se trataba de una broma, pero era evidente que Adrián hablaba completamente en serio.
Una leve sonrisa apareció en mi rostro.
- ¿Qué te hace gracia? – dijo con cara de pocos amigos.
- Que pienses que es por eso que no puedo darte energía.
- ¿Entonces por qué es? – dijo suavizando sus facciones.
Volví a agachar la cabeza.
- La verdad, es que no tengo mucha energía. No sé qué pasó, pero poco a poco la fui perdiendo. – moví mi cabeza de un lado a otro en negación – Creo que todos se equivocan al decir que yo tengo los poderes de Mérope y Orión, es evidente que ellos son muy fuertes… no sé, lo sentí el día de hoy; pero en cambio yo… yo no tengo nada… sólo soy un peso muerto, y encima te he metido en muchos problemas, no sólo con tu familia, sino con los reyes… - lo miré a la cara, él tenía toda su atención en mí – y para colmo, mira, - dije señalando su ojo derecho, que milagrosamente era el único signo que le había quedado de la violenta pelea de hacía tan sólo unos minutos – te peleaste con Zarek, y ahora tienes un ojo morado… - hice una pausa, me sentía tremendamente mal por todo lo que estaba sucediendo, volvía a pensar que todos estarían mejor donde yo no existiera – Perdóname, perdóname por todo esto.
Y, casi como con vida propia, mi mano fue lentamente a la cara de Adrián, quien permanecía totalmente quieto, y con mucha delicadeza, y procurando no causarle más dolor, con mi dedo índice dibujé el contorno del tremendo cardenal que ya estaba adquiriendo un color verdoso. Luego, mis dedos descendieron por su mandíbula, y sin poder evitarlo dibujé el contorno de sus labios.
- Cyrene… - dijo Adrián con voz algo ronca.
Como saliendo de mi estupor, alejé mi mano inmediatamente, pero él la agarró entre las suyas y la acarició tiernamente.
- No tienes nada de qué disculparte, las cosas con mi familia nunca han ido bien, así que no te preocupes por cosas que ya estaban rotas. Por otro lado, no me importan los problemas que me acarree con los reyes, pero no voy a permitir que te hagan más daño del que te han hecho. Y me ofendes, yo también le dejé mi hermoso puño marcado en el rostro de Zarek… - dijo haciendo un puchero; a pesar de las lágrimas acumuladas en mis ojos, no pude evitar la risa, y no es que me gustara la violencia, pero debía admitir que Zarek se estaba comportando como un imbécil, así que bien merecido se tenía si al menos le había asestado un buen golpe.
- Así está mejor. Ahora, sé que no estás muy bien de energía no es sólo evidente a simple vista, sino que se te pude sentir mucho menos, y eso que estoy al lado tuyo. Pero por cómo veo las cosas, no es muy buena idea seguir aplazando nuestro viaje.
- Los sé, pero tú no estás del todo bien.
- En este instante no, he de admitirlo, pero ahí es donde tú entras.
- Ya te dije que no tengo energía.
- La tienes, de lo contrario, no estarías consciente. – lo miré sin comprender, así que él continuó – Mira, creo que ya has oído hablar de la energía vital, necesito que me des energía suficiente para que sólo te quedes con tu energía vital, y algo más, la cual se va a utilizar en el viaje.
- Pero si pierdo esa pequeña energía adicional, sólo quedaría con la vital… ¿eso no es malo?
- Para ser sinceros, quedarías totalmente inconsciente… una vez arribemos a la Tierra.
Me quedé mirándolo.
- Pero una vez allí, tú me podrías despertar… ¿verdad?; no sé quizás me puedas pasar energía.
- Tienen que pasar uno días para yo recuperarme, y luego sí podré darte energía, pero, aun así, te demorarías otros días en despertar ya que al tú viajar en esas condiciones hace que la recuperación sea más difícil de llevar a cabo.
Entendía la inquietud de Adrián, pues iba a estar unos días fuera de combate.
- ¿Cuántos días? – dije casi en un susurro, como si temiera la pregunta.
- Quince… mínimo.
Abrí los ojos como platos.
<< ¡Es mucho tiempo para estar inconsciente! >>.
Pero debía pensar, ya que si me quedaba aquí ellos no me dejarían regresar, por lo que, siendo justos, era mejor a pasar toda una eternidad encerrada en un castillo.
Sacudí la cabeza, por más que sucedieran cosas inimaginables frente a mis ojos, no podía dejar de pensar que todo sonaba tremendamente absurdo y descabellado.
- ¿Si te doy mi energía ya, podemos irnos ahora mismo?
- Sí, no podemos quedarnos demasiado tiempo, ellos en cualquier momento vendrán por ti… y tal vez también por mí. – dijo encogiéndose de hombros, como restándole importancia.
- ¿Y no crees que ellos nos sigan? – dije algo preocupada.
- Puede que Zarek, dudo mucho de los reyes, ya que ahora se vienen una serie de actividades alrededor del planeta, por lo que los va a mantener bastante ocupados.
- ¿Y qué vamos a hacer con Zarek? – dije entre inquieta y enojada por las actitudes y trampas de éste.
- No te preocupes por cosas que aún no han sucedido, cada batalla a su tiempo.
Asentí, no valía la pena matarse la cabeza cuando ya muchas cosas estaban sucediendo en el momento.
- Entonces… no creo que debamos alargar más el momento.
- De acuerdo, - me miró fijamente, y tomó mi rostro entre sus manos – este tiempo que viene, vas a estar en mi casa, no es bueno que te vean regresar en estado de coma.
Abrí los ojos hasta más no poder, no lo había pensado de esa manera.
- ¿Es así realmente en la condición en la que voy a estar?
Adrián asintió sin quitarme los ojos de encima, de seguro que estaba midiendo mi reacción; pero por más miedo que yo tuviera, no podía echarme para atrás, para bien o para mal, era nuestra mejor opción; además, realmente era bueno que nadie supiera de mi regreso… solté un suspiro, esa era otra batalla que me esperaba en un futuro no tan lejano.
- Entonces, vámonos. – dije agarrando una mano de Adrián.
Sin perder más el tiempo, Adrián se fue acercando a mí, al mismo tiempo que mi corazón se aceleraba de manera peligrosa; detestaba profundamente mis reacciones, pero me era imposible controlarlas, aun cuando sabía que no era un beso real.
Sus labios rosaron levemente los míos, su aliento cálido y fresco a la vez, acarició mi boca entre abierta, sus dedos pulgares dibujaron pequeños círculos en mis mejillas, como queriendo amenizar el momento. Ya para ese momento, no podía pensar con claridad, por lo que no supe por qué, pero yo también empecé a poner de mi parte; mi lengua se asomó tímidamente por entre mis labios y acarició el labio inferior de Adrián, él contuvo el aliento por un momento, por lo que llena de vergüenza por mi reacción, quise alejarme, pero él no me lo permitió, en cambio, con sus dientes mordisqueó levemente mi labio inferior, haciendo que un jadeo involuntario se escapara de mi boca. Al instante, el beso empezó a ser intenso, nuestras lenguas se reencontraron como si fueran viejas amigas. Como estábamos en el sofá, Adrián se fue inclinando encima de mí, hasta que yo quedé atrapada entre él y el mueble, sus manos iban y venían pasando por mis costados y por mi abdomen, mientras que las mías se enredaban en su nuca, introduciendo mis manos en su suave pelo, haciendo que él soltara un gruñido. El beso siguió aumentando de ritmo, pues Adrián empezó a subir mi vestido, a medida que pasaba sus manos por mis piernas, un jadeo salió de lo más profundo de mi ser, algo que hizo que Adrián se detuviera en seco.
Abrí los ojos, un poco aturdida y confundida por lo que acababa de pasar, pero de inmediato me arrepentí, pues el brillo en los ojos verdes de Adrián era intenso, cosa que me hizo avergonzarme de mi actitud.
- Estoy esperando a que me pases energía. – dijo con la respiración entrecortada, pero trataba de sonar sereno.
Me puse más roja de lo que por sí ya estaba.
- Lo… lo siento, - dije sin poder verlo directamente, él seguía encima de mí, pero no me aplastaba – se me olvidó.
Sabía que mentir no serviría de nada, por lo que no me quedaba más remedio que confesar la bochornosa verdad, claro que un poco maquillada, porque diciéndolo en sus términos, me había dejado llevar por el momento, dejando que mi cuerpo y mis instintos tomaran el control de la situación. Realmente todo lo que había pasado en esos días me estaba afectando de una manera que ni yo misma era consciente, porque de lo contrario estaba segura de que no actuaría de esa manera… ¿o sí?
Si Adrián me creyó o no, no lo dejó ver; sólo se limitó a asentir, aunque podía ver cierta picardía en sus ojos.
- ¿Crees que esta vez si te acuerdes? – dijo algo burlón.
- Claro que sí. – dije entre insultada y avergonzada.
Sin más palabras, volvió a adueñarse de mis labios, pero esta vez no dejé que se me nublara la cabeza. Al igual que había hecho esa mañana, que para mí parecía haber pasado toda una eternidad, concentré toda la energía en mi interior, era como si cada célula de mi cuerpo despertara de un largo letargo y se sacudiera con el fin de ser parte de la ola que se formaba desde cada rincón de mi cuerpo. La energía empezó a llegar por oleadas hasta mi boca, en donde una vez acumulada en mi lengua, ésta se la pasaba sin restricciones a la lengua de Adrián.
Después de un corto tiempo, al menos eso intuyo, estoy totalmente agotada, mis brazos se han deslizado hacia los lados, mis ojos me cuesta mucho mantenerlos abiertos.
Adrián se separa, pero antes de levantarse del todo, me da un leve beso en los labios y me acaricia la mejilla.
- Me gustaría que sintieras lo que yo siento en este momento. – mientras hablaba, me acomodaba en el sofá, quedando completamente tendida en él – No sabes la intensidad de tu poder, jamás he sentido algo igual. – me dio un beso en la frente – Ahora voy a hacer el portal, no deben tardar en llegar.
Yo me limité a asentir, con mucho esfuerzo había conseguido seguirle la cuerda a lo que decía Adrián, pero cada vez era más difícil; me sentía como un globo al que lo han vaciado por completo del aire que le daba forma. Como iba y venía, para cuando me quise dar cuenta, el portal ya estaba hecho, y Adrián me estaba tomando delicadamente entre sus brazos.
Quise decir algo, pero de mi boca lo único que salió fue entre un gruñido y un gemido.
- Ssshhh…, no te preocupes, ya te puse un abrigo, pero no creo que sirva mucho para el frío que se siente. – su tono sonaba de disculpa.
En ese momento recordé cuando Denes me había introducido en el muro de agua, sí, recordaba el insoportable frío que atravesaba cada partecita de tu ser; sin evitarlo me estremecí levemente, no sólo por la cuestión de las bajas temperaturas que estaba a punto de experimentar, sino por recordar todo lo que había pasado desde entonces; volvía a pensar que hacía una eternidad de eso.
- Vamos.
Después de esa última palabra de Adrián, el frío se apoderó de todo mi cuerpo, lo único que sentía cálido, era el cuerpo de Adrián, quien había decidido entrar al portal conmigo en brazos. La lucidez me duró muy poco tiempo esta vez, pues casi al instante me desvanecí por completo en los brazos de Adrián, dejando que de nuevo esa oscuridad que había experimentado antes, me absorbiera.




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